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Con la llegada al trono pontificio del jesuita Jorge Bergoglio, la Compañía de Jesús puede convertirse en la congregación religiosa más influyente dentro de la Iglesia católica, al grado de que su línea pastoral de la opción preferencial por los pobres también puede verse fortalecida, como lo perfilan los primeros mensajes del nuevo Papa que ponen énfasis en los “pobres” y en la vocación de “servicio” de la institución.
Así, el primer Papa jesuita puede poner fin al hostigamiento que ha sufrido esta línea pastoral en los últimos años, sobre todo durante el pontificado de Juan Pablo II, quien relegó a la Compañía de Jesús para darle impulso a los Legionarios de Cristo, hoy caídos en desgracia por los escándalos de pederastia de su fundador, Marcial Maciel.
Incluso algunos analistas consideran muy probable que el Papa Francisco “suprima definitivamente” o por lo menos ordene una “refundación” de los Legionarios de Cristo, luego de que Benedicto XVI los sometió a un proceso de reestructuración y castigó a Maciel.
El sacerdote Manuel Olimón Nolasco, especialista en historia de la Iglesia, dice con asombro: “Es completamente novedoso el hecho de que un jesuita sea Papa. Fue una de las grandes sorpresas que nos dejó el pasado cónclave. La Compañía de Jesús se fundó en 1534. De manera que tuvieron que pasar casi 500 años para que uno de sus miembros fuera Papa”.
–¿Los jesuitas siempre han asumido institucionalmente la opción por los pobres?
–Sí, siempre ha sido así. Aunque, claro, en diferentes contextos. Y en algunos casos esa opción la aplican de manera indirecta; formando a los dirigentes para que sean ellos quienes desde el poder apliquen la justicia social. Esto ha ocurrido a lo largo de la historia.
–¿Podría esperarse lo mismo del Papa Francisco?
–Sí, creo que se va a notar mucho esa línea durante su pontificado. De hecho él ya empieza a hablar sobre los pobres y el servicio a los demás. Lo está haciendo con sencillez y hablando directamente a la conciencia de los fieles. No dice impositivamente: ‘Tú tienes que hacer esto y tú lo otro’. No. Más bien deja que cada quien decida. Es muy común en los jesuitas recurrir al libre albedrío.
“Y el hecho de que se haya puesto el nombre de ‘Francisco’ también es muy significativo; se inspira en la figura de San Francisco de Asís que encarna la pobreza voluntaria, el cuidado de la naturaleza y la paz. Hay un adagio latino que dice nomen oneri est (el nombre es una carga). Para los papas el nombre es muy importante porque con él marcan el camino que planean seguir.”
Opción por los pobres
Desde que llegó al papado, el pasado miércoles 13, el jesuita ha venido recalcando la importancia de atender a “los pobres y los olvidados” y ha condenado la “sed de poder y de dinero”. En su homilía del Domingo de Ramos señaló que “el sudario no tiene bolsillos”, en alusión a la mortaja de Cristo.
Y el Jueves Santo pidió a los sacerdotes que salgan a “las periferias” y se acerquen al “sufrimiento” y a la “sangre derramada”. Por la tarde celebró una misa en la cárcel juvenil Casal del Marmo, en las afueras de Roma, donde le lavó los pies a un grupo de jóvenes detenidos. “Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, es mi deber que me viene del corazón… Quien está en lo más alto debe servir a los otros”, dijo.
Bergoglio ha empezado a vestir una sencilla sotana blanca y a marcar distancia de las pomposas liturgias del Vaticano, concelebradas con cardenales de vestimentas carnavalescas, entre mármoles y ceremonieros.
Algunos teólogos de la liberación aprueban esas primeras señales, como el brasileño Leonardo Boff, quien dijo: “Francisco tiene en mente una Iglesia fuera de los palacios y de los símbolos del poder. Lo mostró al aparecer en público. Normalmente los Papas –y Ratzinger principalmente– ponían sobre los hombros la muceta, esa capita corta bordada en oro que sólo los emperadores podían usar. El Papa Francisco llegó sólo vestido de blanco”.
Agregó Boff –para el semanario alemán Der Spiegel– que el Papa Francisco “viene del Gran Sur, donde están los más pobres de la humanidad y donde vive 60% de los católicos. Con su experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá reformar la curia, descentralizar la administración y dar un rostro nuevo y creíble a la Iglesia”.
Por su parte Pedro Casaldáliga, obispo de los pobres en la selva amazónica, en una entrevista con el periódico brasileño O Globo, también elogió la simplicidad del nuevo pontífice y el simbolismo del primer gesto al inclinarse delante de la gente que lo aguardaba en la Plaza de San Pedro.
En El Salvador, el jesuita Jon Sobrino, cuyas obras teológicas fueron condenadas por el Vaticano, destacó que ha visto “signos pequeños pero claros” de la “sencillez y la humildad” del nuevo Papa, deseando que “crezcan como signos grandes”.
Y el actual superior general de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, le envió al nuevo Papa una misiva –fechada el jueves 14– en la que le dice: “El nombre de ‘Francisco’ con que desde ahora le conocemos, nos evoca su espíritu evangélico de cercanía con los pobres, su identificación con el pueblo sencillo y su compromiso con la renovación de la Iglesia. Desde el primer momento en que se ha presentado ante el pueblo de Dios ha dado testimonio de modo visible de su sencillez, su humildad, su experiencia pastoral y su profundidad espiritual”.
Estas muestras de apoyo al nuevo Papa contrastan con el hostigamiento que, hasta hace poco, todavía emprendía el Vaticano contra la Compañía y algunos jesuitas.
Por ejemplo cuando el sacerdote español Pedro Arrupe era superior general de la Compañía (1965-1983), le dio mucho empuje a los temas de justicia social e inculturación del evangelio, lo que le provocó críticas de los sectores tradicionales de la Iglesia que lo acusaban de ser muy permisivo. Ante esto Juan Pablo II le puso un interventor a la Compañía para que la vigilara.
En 2007 la Congregación para la Doctrina de la Fe condenó la obra de Jon Sobrino, uno de los principales impulsores de la teología de la liberación, porque “sus proposiciones no están en conformidad con la doctrina de la Iglesia”.
Entre otros jesuitas cuestionados o censurados por el Vaticano se encuentran Jacques Dupuis, Pierre Teilhard de Chardin, John Courtney Murray y Anthony de Mello.
Algunos jesuitas han sido asesinados por sus posturas revolucionarias y su defensa de los derechos humanos: En 1980 fue acribillado en Bolivia Luis Espinal Camps por el Servicio de Inteligencia del Ejército; en 1983, James F. Carney fue asesinado en Honduras por las fuerzas militares; en 1989, Ignacio Ellacuría y otros cinco jesuitas corrieron igual suerte a manos de la Fuerza Armada de El Salvador.
En México destaca el mártir jesuita Miguel Agustín Pro, fusilado durante la guerra cristera por el gobierno callista. Su proceso de canonización está en marcha y un influyente centro de derechos humanos mexicano lleva su nombre. Años después, durante el levantamiento zapatista chiapaneco en los noventa, se acusó a los jesuitas de estar instigando a los indígenas a levantarse en armas.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1900, ya en circulación)
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