México en el Centro | Alejandro Toral
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América Latina es la región con menor
violencia entre Estados, pero una de las más peligrosas por sus altos niveles
de criminalidad que surgieron gracias al subdesarrollo y el desapego de la
clase política hacia la gente en la transición a la democracia, durante los
años 80 y 90. La militarización, la imposición de leyes aún más duras y la
criminalización excesiva de diversos delitos han logrado que el sistema
penitenciario sea una bomba de tiempo en todos los países latinoamericanos.
En la región existen dos teorías por
las que se manejan los sistemas penitenciarios: La “Institución Total” de
Erving Goffman y el “Control Panóptico” de Michel Foucault. La primera se basa
en un gran aparato burocrático que administra y mantiene la vida de los presos
por encierros demasiado prolongados; la segunda es el afán de clasificar y
organizar a las poblaciones a través de la invención de ilegalidades. Ambas
teorías desencadenan lo que se conoce “la criminalización de la pobreza” de
donde a la vez emanan un gran número de problemas.
Los problemas que se viven en las
cárceles de la región son la sobrepoblación, debido al aumento de índices
delictivos y un gran déficit en las políticas de reinserción de los presos a la
sociedad. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en
América Latina el promedio de sobrepoblación carcelaria era de 140% para 2000
donde el 80% era de escasos recursos o desempleados, quienes no gozaron de una
defensa eficiente en su caso y cumplen una condena indefinida.
El desempeño de las instituciones
administradoras y el nivel de corrupción son el segundo gran problema. La
investigación o no de los casos, además de la compra-venta de alcohol, drogas,
comida o celdas que no estén en sobrecapacidad o con mayores lujos son sus
variables. Además la manera de cómo fueron arrestadas las personas ya que
muchas denuncian violaciones de sus garantías por parte de los judiciales al no
proporcionarles defensa inmediata o forzarlos mediante torturas a declarar
sobre el presunto delito.
Toda esta problemática, llevada a la
práctica desata las últimas dos catástrofes en cárceles que se han visto en
esta semana. La primera, el miércoles 15 de febrero en una prisión de Honduras,
Comayagua, donde murieron más de 350 reos en un incendio supuestamente
provocado por un corto circuito o por un preso en estado de ebriedad
incendiando un colchón. La segunda, este domingo en el penal de Apodaca, Nuevo
León, México donde hubo una riña entre presos del cártel de El Golfo y los
Zetas; 44 muertos y 30 prófugos fue el saldo, además de un enfrentamiento entre
familiares y policías en las afueras de la prisión.
La sobrepoblación debido a la falta de
una política de investigación en los casos: en Apodaca es de 60% mientras en
Comayagua es de más del 300%; la corrupción que existe en los penales y las
instituciones administradoras de justicia donde encierran a la gente en
prisiones sin darles una sentencia, una defensa o posibilidades de reinsertarse
en la sociedad productivamente, convirtiendo estos lugares en una verdadera
escuela para el crimen. Son causas que han provocado la violencia y motines en
las cárceles de todos los países latinoamericanos.
Al igual se puede observar que a pesar
de la sobrepoblación de las cárceles, el crimen y la violencia no cesan en la
región. Esto trae a la conclusión que el “control panóptico” y el
endurecimiento de las leyes no es la solución ante el clima de violencia que
vivimos actualmente. Sino reales políticas de poder blando en las comunidades
olvidadas, donde no existe educación, empleo ni oportunidades reales de
sobrevivir en este entorno de crisis económica y escasez. Como es el caso de
Chalco, Estado de México, donde la gente no confía en las autoridades y
prefiere hacer justicia por su propia mano. El gobierno PRIísta de Eruviel
Ávila erróneamente solo encarceló a los culpables y no hará nada por cerrar esa
brecha enorme entre gobierno y población.
En este contexto de Campañas Presidenciales
y cuestionamiento de la política de seguridad de Felipe Calderón, uno de los
puntos esenciales que se deben tratar es el problema de las cárceles y la
reinserción social de los reos; además del necesario y urgente acercamiento del
gobierno con la población por medio de políticas sociales, no de más policías
ni de ejército en las calles ni endurecimiento de las leyes existentes.
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