Provenientes originalmente de Kenia, Mozambique y Tanzania en África, en 2014 estos moluscos llegaron al municipio cubano de Arroyo Naranjo y actualmente ya son una plaga que abarcan los 15 ayuntamientos que conforman a la capital cubana y tienen presencia en casi todas las provincias de la isla. Los caracoles gigantes han acabado con cientos de hectáreas de cultivo y, aún más grave, esparcido enfermedades mortales entre la población que no consigue hacerles frente de forma eficiente. Las autoridades cubanas ya consideran esa plaga como el reto epidemiológico más grave del momento, aunque no tienen respuestas claras para esa amenaza.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, con sede en Suiza, tiene catalogado al Achatina fulica, nombre científico de estos caracoles gigantes, como una de las cien especies exóticas invasoras más dañinas en el mundo. La alerta no es poca cosa.
La baba y la concha de estos moluscos contienen diversos organismos que provocan meningoencefalitis, una enfermedad que inflama las meninges, genera escalofríos, dolores de cabeza severos, náuseas, vómito, cambios en el estado mental y del comportamiento, anorexia, disminución del nivel de conciencia, dolores dorsales y cervicales, sensibilidad anormal a la luz y rigidez en la nuca. En algunos casos, algunas personas llegan a presentar convulsiones, alteraciones del lenguaje, movimientos motrices descontrolados y letargia. La enfermedad tiene, desde luego, una alta tasa de mortalidad y morbilidad.
Hasta ahora, el gobierno cubano afirma que no se han registrado víctimas mortales a causa de los caracoles gigantes, aunque no por ello el nivel de alarma en la isla es menor. Una de las razones por las cuales la alerta es alta y el problema se expande con relativa rapidez, es que estos moluscos son capaces de poner hasta mil 800 huevos en 12 meses, con una tasa de nacimiento efectiva de hasta el 90 por ciento. Además, alcanzan su madurez sexual muy rápido y tienen un periodo de vida de alrededor de cuatro años.
Entre las medidas que el gobierno cubano ha comunicado para el combate de esta plaga están el no botarlos vivos en ríos, calles o basureros; no comercializarlos, consumirlos o dispersarlos como carnada u ofrendas; no tener contacto directo con la baba del caracol; no consumir alimentos sin lavar.
Para eliminarlos, de acuerdo con las autoridades isleñas, es necesario destruir la concha o arrojarlos a la basura, siempre en una bolsa hermética; quemarlos de manera segura en algún recipiente; o sumergirlos en agua con sal y cal durante 24 horas, y luego enterrarlos o arrojarlos a la basura en una bolsa hermética. Aunque esta es una de las soluciones más efectivas, varios ciudadanos cubanos afirman que el gobierno no les proporciona cal suficiente y la sal que consiguen prefieren emplearla en la elaboración de alimentos.
La cercanía de Cuba con México, principalmente de la Península de Yucatán, tiene nerviosos a los epidemiólogos y autoridades nacionales, dado que su llegada y conversión en plaga podría arruinar una de las zonas agrícolas y ganaderas más prósperas actualmente en el país.
El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), que depende de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), ha emitido en los últimos años diversas alertas para evitar la llegada del caracol gigante y evitar su esparcimiento por el país. Hasta el momento, las medidas de control implementadas han sido efectivas, aunque no por ello el riesgo ha disminuido.
Resulta curioso que, pese a los riesgos conocidos de este molusco, algunas personas lo mantienen incluso como mascota o simplemente lo tocan sin tomar las precauciones necesarias que ameritan los riesgos de las enfermedades asociadas a él. En internet también existen algunos sitios que anuncian la venta de caracoles gigantes africanos, sin embargo, se tratan de otras especies que no están asociadas al Achatina fulica ni representan hasta ahora un riesgo para la salud.
Vía: El Financiero.