Después de Trump

Después de Trump
Muchas personas, en todo el mundo, asocian el fenómeno del populismo, democracia iliberal, o como quiera llamarlo, al triunfo de Donald J. Trump en 2016. Por lo mismo, creen que una vez que este deje el poder, sea por desafuero o por no lograr reelegirse, el mundo regresará a la normalidad. Me parece que esto no tiene sentido.

Como usted sabe, esta columna insiste en que lo que vemos hoy en el mundo es un cambio de época, producto del derrumbe del cuento que nos permitió vivir razonablemente en paz desde 1968, logrando el mejor desempeño económico y el mayor avance de la democracia, a nivel global, en toda la historia humana. Las acusaciones contra el neoliberalismo, que hablan de una economía lenta y cada vez más desigual, también se insiste aquí, no se sostienen en los hechos, sino que se entienden como resultado precisamente del derrumbe del cuento, que ocurrió gracias a la combinación de una nueva tecnología comunicacional (reality shows-celulares-redes sociales) y la Gran Recesión de 2008.

Por lo tanto, Trump no es la causa, sino una de las consecuencias de este cambio de época, de forma que cuando deje el poder no será sustituido por alguien parecido a los presidentes estadounidenses de la época anterior, sino por alguien muy parecido a él, aunque tal vez ofreciendo políticas desde otras partes del espectro político.

La lista de candidatos demócratas que ha ido creciendo en los últimos días creo que confirma esta perspectiva. Hay tres personas mayores que buscan la presidencia: Bernie Sanders (Sen, VT), Elizabeth Warren (Sen, MA) y Joe Biden (exVP). Salvo este último, se trata de radicales progresistas, como allá les dicen. Ofrecen políticas públicas desde la perspectiva extrema, que seguramente gustan a muchos que se siguen llamando “de izquierda”.

Los nacidos en 1960 que buscan la presidencia son Cory Booker (Sen, NJ), John Delaney (Rep, MD), Kirsten Gillibrand (Sen, NY), Kamala Harris (Sen, CA), Amy Klobuchar (Sen, MN). Booker, Delaney y Gillibrand eran considerados centristas, pero los dos primeros afirman ahora no serlo, y la senadora por Nueva York se ha ido alejando también, en los hechos. Kamala Harris siempre ha tenido fama parecida a Sanders o Warren, o a la joven Ocasio-Cortez, hoy estrella del progresismo, pero muy joven (nacida en 1989). Sin embargo, Tulsi Gabbard (Rep, HI), también nacida en los ochenta, ya ha lanzado su campaña, y también podemos considerarla progresista. La excepción en esta lista es Amy Klobuchar, senadora por Minnesota.

Es decir, de las nueve personas que parecen encaminadas a pelear la candidatura Demócrata, siete provienen de un espacio político que hasta hace unos años era marginal. Importante en términos de equilibrio en el Congreso, pero sin posibilidades reales de competir por la presidencia. En 2016 esto ya no era cierto, y usted recordará que el candidato demócrata realmente popular era Bernie Sanders, que no logró la candidatura debido al filtro de su partido, inexistente en los Republicanos, los llamados superdelegados.

Estrictamente hablando, Biden no ha lanzado su candidatura, pero se espera que lo haga, y aunque nos parezca a muchos la mejor opción, tengo mis dudas de que pueda ser nominado frente a figuras mucho más populares en la época actual, como el mismo Sanders, Kamala, e incluso Warren.

Es muy importante entender que la ola que produjo el Brexit; que sostiene en el poder a Orbán en Hungría, Erdogan en Turquía, o Kaczynski en Polonia, y que dio el triunfo a Trump, López Obrador y Bolsonaro, no ha terminado. Los sistemas parlamentarios en Europa Occidental han impedido eventos similares, pero impiden la formación de gobiernos estables en España e Italia, dificultan la supervivencia de Macron, y amenazan con la llegada de Corbyn. En suma, esto va a durar un rato más.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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