Políticas Públicas: Dos paradigmas

Políticas Públicas: Dos paradigmas
Estimado lector, además de saludarle, en esta ocasión continuaremos con la reflexión del tema tratado en el ensayo anterior, denominado como niveles de gobierno. De igual manera, en las publicaciones anteriores establecimos que hay paradigmas que se pueden complementar unos con otros, así como hay otros que no pueden ser conciliados o no son compatibles entre sí, es decir, que son excluyentes.

En el caso de los niveles de gobierno, el paradigma que da sentido a la organización actual del gobierno en tres niveles (el vigente, tiene fundamento constitucional), bien puede complementarse con el nivel de gobierno considerado divino, que tiene soporte en el paradigma denominado bíblico, de tal suerte que si decidimos regirnos por la suma de esos dos paradigmas, tenemos en total cuatro niveles de gobierno y, el primer nivel o el gobierno superior corresponde al gobierno o potestad divino.

Pues bien, una de las funciones que distingue al ejercicio de gobierno de otras tareas que son no gubernamentales, es el diseño, gestión, instrumentación y administración de políticas públicas, una disciplina de estudio relativamente nueva que tiene uno de sus antecedentes más remotos con la publicación del libro “The Policy Sciences” de Harol Lasswell, en 1951.

En el caso de los tres niveles de gobierno que conocemos a través del paradigma vigente, tal vez no haya dudas de que su principal tarea en el quehacer gubernamental está directamente relacionado con el tema de las políticas públicas, pero en el caso del paradigma bíblico, previo a la llegada de Saúl como primer Rey de Israel, ¿había un gobierno que cumpliera con la tarea específica de diseño e instrumentación de políticas públicas?

A botepronto, pensaríamos que no; más aún, si hablamos del contexto previo a la llegada del primer rey (que tiene como función principal gobernar) de Israel, sin un gobierno y sin una disciplina que aún no se conocía, es difícil imaginar que alguien dedicara tiempo al diseño e instrumentación de políticas públicas.

Pues bien, intentaremos hacer una comparación entre políticas públicas de salud establecidas por el paradigma viejo y las del vigente, ambas relacionadas con los hábitos alimenticios de la población, para que usted saque sus propias conclusiones.

En materia de salud, entre algunos problemas que derivan del sobrepeso y el sedentarismo tenemos enfermedades como la diabetes, la hipertensión y las alteraciones funcionales coronarias, las cuales en conjunto representan un desafío de salud pública, ya que cualquiera de ellas limita la esperanza de vida y/o requieren de un gasto significativo para su atención.

La estrategia más visible para atender este mal, está a la vista de la mayoría de los ciudadanos desde hace más de una década. Van desde el “come frutas y verduras, aliméntate sanamente” hasta los impuestos a los bebidas azucaradas; así también, fortalecidas por diferentes instancias públicas, privadas y de la sociedad que pusieron de moda las carreras de 5k, 10k, medio y maratón, además de un crecimiento exponencial de clubes deportivos y gimnasios.

Más recientemente, usted seguramente guarda en su memoria el ritmo de “muévete, muévete, muévete; mídete, mídete”. Todo lo anterior, hasta donde entiendo, forma parte de un conjunto de políticas públicas instrumentadas por diferentes gobiernos, que tiene como fin atenuar un conjunto de problemas de salud pública, derivados de una mala dieta o deficientes culturas alimenticias.

Por otra parte, en el viejo paradigma, o bíblico, piense usted ¿cuál podría ser el principal problema de salud pública en una sociedad asentada en el desierto hace más o menos seis mil años?

Imagínese que en esa sociedad no había servicio de agua potable, ni drenaje ni alcantarillado, tal vez ni letrinas; tampoco se habían inventado los sistemas de refrigeración, vaya, ni hieleras había, y tampoco se había desarrollado la industria farmacéutica que conocemos actualmente, en ese contexto ¿cuál podría haber sido la política de salud?

De lo poco que conozco del tema, en el tercer libro bíblico, denominado Levítico, capítulo 11, -desde mi modesto punto de vista- está descrita la política que debía seguir el pueblo de Israel en materia de uso y manejo de los alimentos que podían proporcionarles proteínas, y a la vez, mantenerlos a salvo de riesgos de salud y/o enfermedades, en caso de comer bestias, aves o peces inmundos.

Permítame citarle los primeros y los últimos versículos a reserva de que usted revise el capítulo completo.

“Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciéndoles: Hablad a los hijos de Israel y decidles: Estos son los animales que comeréis de entre todos los animales que hay en la tierra” (Levítico 11: 1-2. RV, 1960).

“Esta es la ley acerca de las bestias, y las aves y todo ser viviente que se mueve en las aguas, y todo animal que se arrastra sobre la tierra, para hacer diferencia entre lo inmundo y lo limpio, y entre los animales que se pueden comer y los animales que no se pueden comer” (Levítico 11: 46-47. RV, 1960).

En ambos paradigmas mencionados, hay evidencia de diseño e instrumentación de política pública, pero hay una diferencia que hace superior al viejo paradigma: es una política preventiva, en tanto que la política que conocemos del nuevo paradigma es una política correctiva. Dicho de otra forma: ese Divino Ente que a veces pensamos, sólo existe en la imaginación de algunos locos, tenía más visión que nuestros diseñadores contemporáneos, interesante, o ¿no?

Para finalizar, ya sabemos que de diferentes maneras y formas, reconocemos ese nivel superior de gobierno y le hacemos peticiones; ya vimos que en su función de gobierno, también diseña e instrumenta políticas públicas, ¿Habrá alguna diferencia entre las naciones que aceptan y las que no se someten a su gobierno? Habrá que verse.

Aquí nos leemos la próxima semana.


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