Vulnerabilidad fiscal

Vulnerabilidad fiscal
Ayer comentamos que para enfrentar los problemas de seguridad que tenemos en México, y castigar a los corruptos, necesitamos contar con reglas claras, que se apliquen a todos, y esa aplicación exige cuerpos especializados que no tenemos. Necesitamos invertir en ello, y no lo hemos hecho. Puede ser que falte, como dicen, “voluntad política” para ello, pero sin duda lo que más falta es dinero.

Los gobiernos que gastan mucho dinero son un invento reciente. Hasta antes de la I Guerra Mundial, los gobiernos gastaban relativamente poco. Había algo de administración pública, mucho de defensa, y algunas cosas de gasto social, pero solía ser poco. Alemania empezó a gastar en seguridad social cuando se fundó, en 1871. Gran Bretaña le siguió alrededor de la I Guerra Mundial. Estados Unidos decidió invertir en educación a gran escala desde fines del siglo XIX. Los países nórdicos, después de la Guerra. Los mediterráneos, más bien después de la Segunda Guerra Mundial. Pero el gran crecimiento del gasto público ocurre en los años sesenta. Se llegó a la convicción de que el gobierno era responsable de construir una red de protección muy amplia: educación, salud, seguridad social, en cantidades crecientes. Los gobiernos pasaron de gastar entre 5 y 10% del PIB antes de la I Guerra Mundial, a niveles que llegaron a estar por encima de 60% del PIB a inicios de los ochenta. Ya se redujo un poco, pero en los países de la Unión Europea los gobiernos hoy mueven la mitad del PIB. En los anglosajones, entre 35 y 40% del PIB. Financiar eso ha implicado impuestos muy elevados en todas partes.

México intentó subirse al carro del gasto público creciente desde 1965, pero sin incrementar impuestos. Una propuesta de reforma fiscal al inicio del gobierno de Luis Echeverría se fue al bote de basura, y cerramos ese sexenio en crisis. En el gobierno siguiente, se implementó el IVA, pero nada más, y tampoco alcanzó, otra crisis. Ésa fue tan grande que Miguel de la Madrid ni siquiera le buscó a cobrar más, con sobrevivir bastaba. La mejor reforma fiscal, en términos de recaudación, ha sido la más reciente, que por fin nos permitió romper la barrera de 9% del PIB en impuestos que tuvimos por décadas. Ahora rondamos el 13%.

Pero ese 13%, como puede ver, está muy lejos de lo que gastan los países desarrollados. Si queremos tener un país parecido a ellos, tenemos que pagar más. No basta con eso, como lo muestra Brasil, que recauda más del doble que nosotros, y está más emproblemado. Pero no hay forma de que tengamos un sistema de salud decente dedicándole sólo el 3% del PIB, ni habrá programa de seguridad que funcione con el 1.4%, ni podremos construir infraestructura con inversión pública de 3% del PIB.

El tema es que para tener más dinero para estos rubros es necesario que los mexicanos paguen más impuestos, y no quieren. Primero, dicen, porque se lo roban. Es cierto, pero no pagar también es robarle a la comunidad, de forma que ésta no es excusa. Segundo, porque dicen que las tasas que ya pagan son elevadas. Esto no es totalmente cierto. En impuesto sobre la renta, pagamos más o menos lo mismo que en Estados Unidos (ya considerando los impuestos locales). En IVA, estamos por debajo de lo que se paga en los países europeos. En seguridad social, somos una tragedia. Y en impuestos a la propiedad, especialmente predial, ni le digo.

Ningún político anuncia en campaña que subirá los impuestos, pero sin importar quién gane este domingo, le garantizo que habrá reforma fiscal pronto. Ni discuta, nomás prepárese.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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