Bueno, pues la inflación más alta de los últimos 17 años ya dejó de existir. La que se reportó en la primera quincena de enero no fue la más baja de ese periodo, pero sí es inferior al promedio de las primeras quincenas del año en lo que va del siglo, aún sin considerar el golpe del año pasado. De hecho, hay muy pocas primeras quincenas con datos inferiores al actual. En 2005 y 2011 (curiosamente, penúltimos años de sexenio), y tres del sexenio actual: 2013, 15 y 16.
Eso no significa que el tema inflacionario esté resuelto, ni mucho menos, porque la inflación anualizada está en 5.51%, pero es un dato menos preocupante que el que tuvimos en la segunda quincena de diciembre, que fue de 6.85%. Prácticamente todo el cambio tiene que ver con la desaparición del impacto del famoso “gasolinazo”, es decir, la liberalización del precio de gasolinas y diésel, que el año pasado provocó un gran salto en la inflación, y por puro efecto de comparación, ha desaparecido.
Pero los combustibles no son la única causa de la inflación. De hecho, traemos presión en otro combustible, que se inscribe dentro del rubro vivienda: el gas doméstico. Ahí no hubo un cambio en la forma de fijar el precio, pero ha subido la referencia internacional, y el valor del dólar. Al cierre de 2016, la inflación en el rubro de vivienda era mínima: 1.1%. Al cierre de 2017, era de 5.1%. De acuerdo con la información de INEGI, para la primera quincena se ha reducido un poco el crecimiento de precios en la energía doméstica, y pasa de 17% a 12% en estos quince días, con lo que la inflación total en vivienda es de 4.2%. Alta, pero si sigue en esa dirección, no es motivo de gran preocupación.
Hay dos renglones más que están manteniendo alta la inflación. Salud, que está en 6%, frente a 4.1% hace un año, y alimentos, que está en 8.5%, cuando era de apenas 3.9% hace justo un año. Por su impacto en el INPC, alimentos es algo más importante (cuatro veces mayor que salud), y creo que debe ser la referencia para el análisis. Al interior de los alimentos, hay renglones que tienen un gran incremento en inflación, pero hay también otros que la han reducido. Curiosamente, carnes y pescados presentan ahora menos inflación que hace un año, pero la fuente principal de proteínas de los mexicanos no viene de esos renglones, sino de leche y huevo, que ha pasado de 6% a 10%.
A pesar de los rumores del tortillazo, la inflación en pan, tortilla y cereales pasa de 4.6% a 6.6%, comparando la primera quincena del año pasado y la actual. Los incrementos más importantes vienen de aceites y grasas, que estaba en 2% y ahora casi llega a 11%, y en frutas y hortalizas, que en 2017 tuvo decremento en precios, pero ahora sube 20%. Entre las frutas, las mayores alzas son del plátano, papaya, guayaba y sandía, pero el verdadero problema está en las hortalizas, que en conjunto pasan de -17% al inicio de 2017, a 34% en este año. Salvo la cebolla, que no subió de precio en esta quincena, todas las demás suben y en serio. Desde 24% en tomate verde, a cerca de 30% en ejotes y nopales, 35% en lechuga, chícharo y chayote, hasta 50% o más en jitomate, calabaza, zanahoria, y un espectacular 70% en papas y camotes.
No sé qué tanto de este fenómeno sea temporal, pero seguramente el Banco de México ya estará platicando con los productores para entenderlo con más detalle. Ya no sufra por gasolinazos y tortillazos, ahora concéntrese en el verdurazo de 2018.
Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey.
Twitter: @macariomx
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero
Eso no significa que el tema inflacionario esté resuelto, ni mucho menos, porque la inflación anualizada está en 5.51%, pero es un dato menos preocupante que el que tuvimos en la segunda quincena de diciembre, que fue de 6.85%. Prácticamente todo el cambio tiene que ver con la desaparición del impacto del famoso “gasolinazo”, es decir, la liberalización del precio de gasolinas y diésel, que el año pasado provocó un gran salto en la inflación, y por puro efecto de comparación, ha desaparecido.
Pero los combustibles no son la única causa de la inflación. De hecho, traemos presión en otro combustible, que se inscribe dentro del rubro vivienda: el gas doméstico. Ahí no hubo un cambio en la forma de fijar el precio, pero ha subido la referencia internacional, y el valor del dólar. Al cierre de 2016, la inflación en el rubro de vivienda era mínima: 1.1%. Al cierre de 2017, era de 5.1%. De acuerdo con la información de INEGI, para la primera quincena se ha reducido un poco el crecimiento de precios en la energía doméstica, y pasa de 17% a 12% en estos quince días, con lo que la inflación total en vivienda es de 4.2%. Alta, pero si sigue en esa dirección, no es motivo de gran preocupación.
Hay dos renglones más que están manteniendo alta la inflación. Salud, que está en 6%, frente a 4.1% hace un año, y alimentos, que está en 8.5%, cuando era de apenas 3.9% hace justo un año. Por su impacto en el INPC, alimentos es algo más importante (cuatro veces mayor que salud), y creo que debe ser la referencia para el análisis. Al interior de los alimentos, hay renglones que tienen un gran incremento en inflación, pero hay también otros que la han reducido. Curiosamente, carnes y pescados presentan ahora menos inflación que hace un año, pero la fuente principal de proteínas de los mexicanos no viene de esos renglones, sino de leche y huevo, que ha pasado de 6% a 10%.
A pesar de los rumores del tortillazo, la inflación en pan, tortilla y cereales pasa de 4.6% a 6.6%, comparando la primera quincena del año pasado y la actual. Los incrementos más importantes vienen de aceites y grasas, que estaba en 2% y ahora casi llega a 11%, y en frutas y hortalizas, que en 2017 tuvo decremento en precios, pero ahora sube 20%. Entre las frutas, las mayores alzas son del plátano, papaya, guayaba y sandía, pero el verdadero problema está en las hortalizas, que en conjunto pasan de -17% al inicio de 2017, a 34% en este año. Salvo la cebolla, que no subió de precio en esta quincena, todas las demás suben y en serio. Desde 24% en tomate verde, a cerca de 30% en ejotes y nopales, 35% en lechuga, chícharo y chayote, hasta 50% o más en jitomate, calabaza, zanahoria, y un espectacular 70% en papas y camotes.
No sé qué tanto de este fenómeno sea temporal, pero seguramente el Banco de México ya estará platicando con los productores para entenderlo con más detalle. Ya no sufra por gasolinazos y tortillazos, ahora concéntrese en el verdurazo de 2018.
Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey.
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