El gabinete militar de Trump: una amenaza para las Americas, norte y sur

El gabinete militar de Trump: una amenaza para las Americas, norte y sur

Por Rut Diamint, Profesora, Torcuato di Tella University. ¿Debería preocupar a América Latina que el general John Kelly sea el nuevo ministro de Seguridad Nacional? En principio, parece ser más preocupante para los habitantes de Estados Unidos. Poner en manos de un general la protección de la nación no augura seguridad sino militarización. Los militares entrenados para combatir avizoran enemigos en cada expresión de disenso.

Tal vez parezca una exageración. Algunos recordarán que el presidente Obama también designó a un hombre vinculado a la defensa como secretario del Departamento de Seguridad Nacional. Sí, el 23 de diciembre de 2013, Jeh Johnson obtuvo ese cargo. Antes, de 1998 a 2001, Johnson había sido Asesor General del Departamento de la Fuerza Aérea bajo la Presidencia de Bill Clinton. Además, en enero 8 de 2009, Johnson fue nombrado por el Presidente Barack Obama como Asesor General del Departamento de Defensa. Sin embargo, hay una clara y acentuada diferencia: Johnson es abogado, no militar.

Durante su gestión al mando del Comando del Sur (SOUTHCOM), Kelly adquirió los hábitos del erróneo enfoque de Estados Unidos hacia los problemas de seguridad en Centroamérica y el Caribe: entrenar militares para que luchen contra el narcotráfico y el crimen organizado. En Estados Unidos estas actividades se asignan a las fuerzas de seguridad y no a las de defensa.

 En América Latina aprendimos, por experiencia, a preocuparnos cuando las fuerzas armadas se usan para llevar a cabo misiones internas de seguridad pública.

Esto es razón suficiente para que los ciudadanos latinoamericanos y caribeños se preocupen. Kelly será una pieza estratégica en la política migratoria de Trump, que busca resolver la cuestión desde una visión de seguridad y no desde un concepto humanitario.

Por cierto, Kelly expresaba hace pocos meses: "A menos que sea enfrentada por una crisis inmediata, visible o incómoda, la tendencia de nuestra nación es tomar la seguridad del Hemisferio Occidental por sentado. Creo que esto es un error". Su desconfianza con respecto a América Latina puede derivar en un retorno a la relaciones militares del pasado, marcadas por el adoctrinamiento en la Escuela de las Américas, el silencioso apoyo a los golpes militares y una desconfianza manifiesta hacia las autoridades civiles.

Este discurso no se aleja mucho de cómo ven sus colegas republicanos a los vecinos del sur. El 12 de marzo de 2015 en su declaración de apertura, el honorable senador por Arizona y presidente del Comité de Servicios Armados del Senado John McCain declaró: "Todos estamos particularmente preocupados por Centroamérica, que está atascada por su débil gobernabilidad y por sus débiles instituciones de seguridad, con altas tasas de corrupción, y es la morada de varios de los países más violentos del mundo".

En esa audiencia, el general Kelly sostenía: "Creo que el SOUTHCOM es la única organización gubernamental que está 100 por ciento dedicada a examinar los asuntos de América Latina y el Caribe". ¡Pobre América Latina si su relación con el gobierno de Estados Unidos depende del SOUTHCOM!

 Considerando los antecedentes de represión civil en Latinoamérica, los derechos humanos tienen que ser una prioridad para la región. Pero la tarea debería estar siempre en manos de los especialistas civiles, no las tropas de Estados Unidos.

El ex jefe del SOUTHCOM, James G. Stavridis, en su libro Partnership for the Americas: Western Hemisphere Strategy and U.S. Southern Command, de 2014, sostenía: "(La fragmentada lucha de los años noventa sobre la Escuela de las Américas de los Estados Unidos es un ejemplo de lo difícil que puede ser llegar a un punto en común, así como cuán contraproducente y antagónica puede ser la relación entre el ejército estadounidense y la comunidad de derechos humanos".

Sin embargo, por medio de The Human Rights Initiative de 1997, el SOUTHCOM se ha encargado –seguramente a cuestas de misiones más sensatas- de promover un programa de derechos humanos para las fuerzas armadas. Considerando los antecedentes de represión civil en Latinoamérica, los derechos humanos tienen que ser una prioridad para la región. Pero la tarea debería estar siempre en manos de los especialistas civiles, no las tropas de Estados Unidos.

En América Latina aprendimos, por experiencia, a preocuparnos cuando las fuerzas armadas se usan para llevar a cabo misiones internas de seguridad pública. En Estados Unidos existe una clara normativa y una firme tradición de impedir que los militares se ocupen de la imposición de la ley, los militares solo pueden llevar a cabo tareas policiales cuando sucede una catástrofe. ¿Inaugurará una nueva tradición el general Kelly cuando dirija la seguridad doméstica?

Los indicios de una militarización se completan con la designación del general James N. Mattis como secretario de Defensa, al obtener el permiso establecido por la ley federal que requiere de siete años previos de retiro militar antes de ocupar ese cargo de ministro. Es la segunda vez en la historia que un general que está a cargo del Pentágono. El presidente Trump también nombró al teniente general Michael T. Flynn como jefe del Consejo de Seguridad Nacional; al almirante Michael S. Rogers como el Director de Inteligencia Nacional; y a Mike Pompeo, graduado de la academia militar de West Point, como Director de la CIA.

El senador Hon. Jack Reed, senador de Rhode Island, dijo una vez: "Lo que a menudo comienza como un problema en el SOUTHCOM pronto se convierte en un problema del NORTHCOM, es decir, un problema de Estados Unidos".

Incluso si no se construye nunca una pared entre Estados Unidos y México, en el gabinete militar de Trump predomina una visión negativa de Latinoamérica. Hoy, por lo tanto, podemos revertir el pronóstico de Reed: Lo que comienza como un problema de NORTHCOM puede convertirse pronto en un problema del SOUTHCOM.

Vía: HuffingtonPost México.


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