El día de ayer, el periódico The New York Times publicó un artículo escrito por Amanda Taub cuyo título resulta interesante: “¿Qué tan estables son las democracias?, Las señales de advertencia están parpadeando en rojo”.
Taub citaba los estudios del profesor más pesimista de la Universidad de Harvard, Yascha Mounk, quien durante los últimos años ha cuestionado la “teoría de la consolidación de la democracia”, que señala que una vez que un país se asume democrático, así decide permanecer. Por el contrario, los últimos estudios del catedrático han demostrado algo completamente distinto: las democracias liberales, alrededor del mundo, están en un severo riesgo de caer.
Los estudios de Mounk están publicados en un libro titulado “”Extranjero en mi propio país”, que relata su historia como judío, creciendo y viviendo en Alemania. Dentro de sus conclusiones, señala que a pesar de que los países europeos han logrado construir naciones multiculturales, la realidad es que el populismo está creciendo cada vez más.
Para profundizar en las razones, se unió con otro investigador de la Universidad de Melbourne, Australia, Roberto Stefan Foa, y realizaron un estudio, próximo a publicarse en enero en el Journal of Democracy, donde concluyen que las democracias no son tan seguras, como la gente piensa. De hecho, en una reciente entrevista, Mounk afirmó que “las señales de advertencia están parpadeando en rojo”.
Desde que yo cursaba la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Iberoamericana, y la maestría en Política Comparada en la London School of Economics, siempre me pregunté: ¿Para qué quieres democracia si no tienes para comer?, ¿Para qué quieres democracia si el país no crece?.
Cualquier colega politólogo, de inmediato me diría que la democracia otorga un sistema de libertades, de decisiones basadas en lo que la mayoría quiere. Sin embargo, diversos estudios demuestran que pocas democracias en el mundo han logrado ofrecer estabilidad y prosperidad para su población de forma continua.
Me refiero en especial a los que Richard W. Rahn, Director del Center for Economic Growth y académico asociado al Cato Institute se pregunta: “¿Cuántas democracias funcionales y económicamente desarrolladas hay con una serie de políticas fiscales que no las llevará a la ruina financiera? Para ser más específico, me refiero a países con una relación de deuda a producto interno bruto de menos de un 50 por ciento, en los cuales la economía está creciendo más rápido que la deuda.
La buena noticia es que al menos una media docena de países democráticos están en camino hacia un crecimiento económico y una estabilidad financiera de largo plazo y pueden servir como buenos ejemplos a seguir cuando se pretenda realizar reformas. La mala noticia es que todas las grandes democracias como EE.UU., Japón, el Reino Unido y gran parte de los países de la Eurozona se dirigen hacia el colapso financiero, al estilo de Grecia, a menos que hagan cambios fundamentales pronto.”
El Departamento de Estado de los Estados Unidos tienen un buró sobre la democracia, los derechos humanos y temas laborales, cuyo propósito es promover precisamente la democracia como el mejor medio para alcanzar la estabilidad, la seguridad y la prosperidad para el mundo entero, e identifica y señala a aquellos regímenes que les niegan a sus ciudadanos el derecho de escoger libremente a sus líderes en elecciones abiertas, justas y transparentes.
De hecho, los Americanos condenan a los países que no llevan dichas prácticas a la realidad. Bajo esta premisa, ellos deciden qué países con “los buenos” y quiénes “los malos”. Pero existen otros que piensan diferente, como el editor y columnista de Newsweek Internacional, Fareed Zakaria, en su libro “El Futuro de la Libertad” donde señala que varios países del mundo desarrollado, incluyendo los Estados Unidos, no necesitan más democracia, sino menos.
Sin duda, los planteamientos de Mounk y de Zakaria resultan más que provocativos, realistas y vigentes después del triunfo del magnate Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos. Trump entendió muy bien que la obsesión de los Americanos por la democracia electoral, los ha llevado a no entender y a menospreciar otros sistemas con políticas diferentes como Rusia, China y Corea del Sur. De ahí que hoy Trump llegue al poder apoyado con algunos aliados estratégicos de esos países.
Freedom House, una organización internacional que mide y publica los índices sobre democracia y libertad en los países alrededor del mundo, desde el 2005 y cada año, ha registrado una caída en el índice global que mide ambos indicadores. Dicho descenso nos demuestra que hoy la democracia está enferma y en riesgo de perderse.
Desde Polonia, hasta Venezuela, pasando por Japón y los países asiáticos, el descontento con la democracia ha crecido entre la población. Incluso, en algunas mediciones, un porcentaje importante de la población llega a calificar a la democracia como “mala”. De ahí que el sentimiento anti-sistema y anti-partidos sea una opción interesante.
¿La democracia liberal está en riesgo? yo creo que sí. La idea del modelo democrático basado en una toma de decisiones colectivas, con reglas y políticas, donde la gente toma el control, y supuestamente tiene los mismos derechos para formar parte de esa estructura de beneficio está en crisis.
De ahí que las propuestas populistas brillen por doquier, de ahí que el discurso contra la “mafia del poder” resulte atractivo para la población. Sin embargo, la historia también nos ha demostrado que tampoco los regímenes totalitarios y populistas se garantiza el bienestar soñado, pero sí se pierden libertades.
Taub citaba los estudios del profesor más pesimista de la Universidad de Harvard, Yascha Mounk, quien durante los últimos años ha cuestionado la “teoría de la consolidación de la democracia”, que señala que una vez que un país se asume democrático, así decide permanecer. Por el contrario, los últimos estudios del catedrático han demostrado algo completamente distinto: las democracias liberales, alrededor del mundo, están en un severo riesgo de caer.
Los estudios de Mounk están publicados en un libro titulado “”Extranjero en mi propio país”, que relata su historia como judío, creciendo y viviendo en Alemania. Dentro de sus conclusiones, señala que a pesar de que los países europeos han logrado construir naciones multiculturales, la realidad es que el populismo está creciendo cada vez más.
Para profundizar en las razones, se unió con otro investigador de la Universidad de Melbourne, Australia, Roberto Stefan Foa, y realizaron un estudio, próximo a publicarse en enero en el Journal of Democracy, donde concluyen que las democracias no son tan seguras, como la gente piensa. De hecho, en una reciente entrevista, Mounk afirmó que “las señales de advertencia están parpadeando en rojo”.
Desde que yo cursaba la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Iberoamericana, y la maestría en Política Comparada en la London School of Economics, siempre me pregunté: ¿Para qué quieres democracia si no tienes para comer?, ¿Para qué quieres democracia si el país no crece?.
Cualquier colega politólogo, de inmediato me diría que la democracia otorga un sistema de libertades, de decisiones basadas en lo que la mayoría quiere. Sin embargo, diversos estudios demuestran que pocas democracias en el mundo han logrado ofrecer estabilidad y prosperidad para su población de forma continua.
Me refiero en especial a los que Richard W. Rahn, Director del Center for Economic Growth y académico asociado al Cato Institute se pregunta: “¿Cuántas democracias funcionales y económicamente desarrolladas hay con una serie de políticas fiscales que no las llevará a la ruina financiera? Para ser más específico, me refiero a países con una relación de deuda a producto interno bruto de menos de un 50 por ciento, en los cuales la economía está creciendo más rápido que la deuda.
La buena noticia es que al menos una media docena de países democráticos están en camino hacia un crecimiento económico y una estabilidad financiera de largo plazo y pueden servir como buenos ejemplos a seguir cuando se pretenda realizar reformas. La mala noticia es que todas las grandes democracias como EE.UU., Japón, el Reino Unido y gran parte de los países de la Eurozona se dirigen hacia el colapso financiero, al estilo de Grecia, a menos que hagan cambios fundamentales pronto.”
El Departamento de Estado de los Estados Unidos tienen un buró sobre la democracia, los derechos humanos y temas laborales, cuyo propósito es promover precisamente la democracia como el mejor medio para alcanzar la estabilidad, la seguridad y la prosperidad para el mundo entero, e identifica y señala a aquellos regímenes que les niegan a sus ciudadanos el derecho de escoger libremente a sus líderes en elecciones abiertas, justas y transparentes.
De hecho, los Americanos condenan a los países que no llevan dichas prácticas a la realidad. Bajo esta premisa, ellos deciden qué países con “los buenos” y quiénes “los malos”. Pero existen otros que piensan diferente, como el editor y columnista de Newsweek Internacional, Fareed Zakaria, en su libro “El Futuro de la Libertad” donde señala que varios países del mundo desarrollado, incluyendo los Estados Unidos, no necesitan más democracia, sino menos.
Sin duda, los planteamientos de Mounk y de Zakaria resultan más que provocativos, realistas y vigentes después del triunfo del magnate Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos. Trump entendió muy bien que la obsesión de los Americanos por la democracia electoral, los ha llevado a no entender y a menospreciar otros sistemas con políticas diferentes como Rusia, China y Corea del Sur. De ahí que hoy Trump llegue al poder apoyado con algunos aliados estratégicos de esos países.
Freedom House, una organización internacional que mide y publica los índices sobre democracia y libertad en los países alrededor del mundo, desde el 2005 y cada año, ha registrado una caída en el índice global que mide ambos indicadores. Dicho descenso nos demuestra que hoy la democracia está enferma y en riesgo de perderse.
Desde Polonia, hasta Venezuela, pasando por Japón y los países asiáticos, el descontento con la democracia ha crecido entre la población. Incluso, en algunas mediciones, un porcentaje importante de la población llega a calificar a la democracia como “mala”. De ahí que el sentimiento anti-sistema y anti-partidos sea una opción interesante.
¿La democracia liberal está en riesgo? yo creo que sí. La idea del modelo democrático basado en una toma de decisiones colectivas, con reglas y políticas, donde la gente toma el control, y supuestamente tiene los mismos derechos para formar parte de esa estructura de beneficio está en crisis.
De ahí que las propuestas populistas brillen por doquier, de ahí que el discurso contra la “mafia del poder” resulte atractivo para la población. Sin embargo, la historia también nos ha demostrado que tampoco los regímenes totalitarios y populistas se garantiza el bienestar soñado, pero sí se pierden libertades.
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