En “El poder del crimen anula a la sociedad civil en Tamaulipas” publicado en España, por el diario El País, se advierte desde 2013 que, organismos internacionales como Amnistía, Human Rigth Watch (HRW) y organismos de La Organización de Naciones Unidas (ONU) tienen serias limitaciones para operar en Tamaulipas debido a la imposibilidad para garantizar la seguridad a su personal de parte del gobierno del estado de Tamaulipas, citando en entrevista a Antonio Luigi Mazzitelli, jefe de la oficina regional contra el delito de la ONU. A un año de la publicación y tras los acontecimientos suscitados en el estado (a principios de abril 2014), la situación sigue siendo alarmante; el panorama resulta sombrío y representativo de la violencia que se vive en México. The Institute for Economics and Peace (IEP) reportó que la ineficiencia del sistema judicial en México ha mostrado un deterioro significativo y en algunos de los estados casi el 95% de los homicidios quedan impunes. Aun cuando los medios de comunicación sean parte medular del inverosímil discurso político del “México del Futuro”, las estadísticas expresan:
A. La corrupción se ha permeado a todos los niveles de la sociedad en todos los ámbitos. Transparency International (TI) publica que en México la percepción de la corrupción en 2013 aumentó 52%, mientras que el 79% de los mexicanos afirman que ésta, es un grave problema en el sector público.
B. La credibilidad de la denominada clase política está por los suelos. Según TI, 91% de los mexicanos consideran que los partidos políticos son corruptos, 83% opina que los legisladores son corruptos y el 87% afirma que los funcionarios públicos son corruptos.
Se dice en la cultura popular mexicana que la esperanza muere al último, pero las presentes circunstancias (traducidas en indicadores) parecen haber envenenado las esperanzas de una sociedad que ante los acontecimientos violentos suscitados desde que Felipe Calderón emprendió la llamada guerra contra el narco ̶ sin evidentes resultados positivos ̶ vive un constante estado de alerta, principalmente en algunos estados donde la violencia se recrudece por la disputa de las plazas.
Así, la violencia, el desastre social (que es también parte el desastre global: Venezuela, Ucrania, Irak, Israel, etc.), aunado a la lógica histórica de la posmodernidad está orillando a las personas al aislamiento sectorial de grupos, generando así una tejido social fragmentado y conformado por islas de micro-grupos culturales cerrados y desvinculados del resto de la sociedad, conectados únicamente por los vínculos de las necesidades básicas y una dinámica de competencia y exclusión: la victoria del individualismo.
En aras de la paz, los grupos sociales, las familias y subculturas han erigido murallas invisibles (y arquitectónicamente visibles) para cuidarse del caos de la violencia; paradójicamente, dichos muros son cada vez más vulnerables, el aislamiento y la institucionalización de la indiferencia han creado las condiciones necesarios para el cultivo de la corrupción y la violencia.
La sociedad occidental está programada con la premisa absurda del “si yo estoy bien, todo está bien”, pero los resultados muestran lo contrario. Las imágenes más crueles de la violencia en México son una arista de la deshumanización global. Si el ser humano no se humaniza, la esperanza no será lo último que muera.
Los políticos en México no han demostrado tener una voluntad de cambio social, por el contrario, siguen repitiendo el clásico discurso político falaz. Lo anterior, exige a la sociedad una participación activa para el desarrollo. Aun cuando la clase política, la dinámica economía y los poderes fácticos han amasado un poder que parece indestructible, el reencuentro de las personas con su humanidad, parece ser la luz en medio de la densa bruma de nuestros tiempos: el reencuentro del humano consigo mismo. Además como lo señala Chistian Von Haldenwang el ejercicio de la gobernanza es una alternativa para la generación de la gobernabilidad que como cuerpo teórico, se vincula con la capacidad que tiene el gobierno para gobernar y que según Revesz, presupone la división entre gobernantes y gobernados y la norma de delegación del ejercicio del poder, e implica no sólo la capacidad sino la voluntad para cumplir una función deontológica emanada de la voluntad del pueblo.
La sociedad en México está ante dos escenarios posibles: la resignación al sistema y al colapso de la historia o bien, la búsqueda de un proyecto colectivo de integración que conjugue los principales elementos de la sociedad orientando los esfuerzos de las economías locales al desarrollo regional y humano. Lo peor que podría pasarle a los habitantes de decenas de municipios en México que son presas de la violencia y la confrontación en una guerra que parece carecer de sentido, estrategia y rumbo, se adapten y se resignen al miedo y vivan abrazando la violencia como una forma de vida. Lo ideal es que los ciudadanos rescaten de entre las ruinas de las balas, la necesidad urgente de un pensamiento crítico que reintegre el tejido social desde una perspectiva humanista. En otros términos, los ciudadanos podemos ser espectadores de la tragedia humana o ser actores de un proceso de transformación que oriente a la sociedad a un futuro mejor.
A. La corrupción se ha permeado a todos los niveles de la sociedad en todos los ámbitos. Transparency International (TI) publica que en México la percepción de la corrupción en 2013 aumentó 52%, mientras que el 79% de los mexicanos afirman que ésta, es un grave problema en el sector público.
B. La credibilidad de la denominada clase política está por los suelos. Según TI, 91% de los mexicanos consideran que los partidos políticos son corruptos, 83% opina que los legisladores son corruptos y el 87% afirma que los funcionarios públicos son corruptos.
Se dice en la cultura popular mexicana que la esperanza muere al último, pero las presentes circunstancias (traducidas en indicadores) parecen haber envenenado las esperanzas de una sociedad que ante los acontecimientos violentos suscitados desde que Felipe Calderón emprendió la llamada guerra contra el narco ̶ sin evidentes resultados positivos ̶ vive un constante estado de alerta, principalmente en algunos estados donde la violencia se recrudece por la disputa de las plazas.
Así, la violencia, el desastre social (que es también parte el desastre global: Venezuela, Ucrania, Irak, Israel, etc.), aunado a la lógica histórica de la posmodernidad está orillando a las personas al aislamiento sectorial de grupos, generando así una tejido social fragmentado y conformado por islas de micro-grupos culturales cerrados y desvinculados del resto de la sociedad, conectados únicamente por los vínculos de las necesidades básicas y una dinámica de competencia y exclusión: la victoria del individualismo.
En aras de la paz, los grupos sociales, las familias y subculturas han erigido murallas invisibles (y arquitectónicamente visibles) para cuidarse del caos de la violencia; paradójicamente, dichos muros son cada vez más vulnerables, el aislamiento y la institucionalización de la indiferencia han creado las condiciones necesarios para el cultivo de la corrupción y la violencia.
La sociedad occidental está programada con la premisa absurda del “si yo estoy bien, todo está bien”, pero los resultados muestran lo contrario. Las imágenes más crueles de la violencia en México son una arista de la deshumanización global. Si el ser humano no se humaniza, la esperanza no será lo último que muera.
Los políticos en México no han demostrado tener una voluntad de cambio social, por el contrario, siguen repitiendo el clásico discurso político falaz. Lo anterior, exige a la sociedad una participación activa para el desarrollo. Aun cuando la clase política, la dinámica economía y los poderes fácticos han amasado un poder que parece indestructible, el reencuentro de las personas con su humanidad, parece ser la luz en medio de la densa bruma de nuestros tiempos: el reencuentro del humano consigo mismo. Además como lo señala Chistian Von Haldenwang el ejercicio de la gobernanza es una alternativa para la generación de la gobernabilidad que como cuerpo teórico, se vincula con la capacidad que tiene el gobierno para gobernar y que según Revesz, presupone la división entre gobernantes y gobernados y la norma de delegación del ejercicio del poder, e implica no sólo la capacidad sino la voluntad para cumplir una función deontológica emanada de la voluntad del pueblo.
La sociedad en México está ante dos escenarios posibles: la resignación al sistema y al colapso de la historia o bien, la búsqueda de un proyecto colectivo de integración que conjugue los principales elementos de la sociedad orientando los esfuerzos de las economías locales al desarrollo regional y humano. Lo peor que podría pasarle a los habitantes de decenas de municipios en México que son presas de la violencia y la confrontación en una guerra que parece carecer de sentido, estrategia y rumbo, se adapten y se resignen al miedo y vivan abrazando la violencia como una forma de vida. Lo ideal es que los ciudadanos rescaten de entre las ruinas de las balas, la necesidad urgente de un pensamiento crítico que reintegre el tejido social desde una perspectiva humanista. En otros términos, los ciudadanos podemos ser espectadores de la tragedia humana o ser actores de un proceso de transformación que oriente a la sociedad a un futuro mejor.
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