José R. Vilar. Cuando el 14 de diciembre de 1989 —dos años después de la histórica victoria del “No” contra el prorroguismo de la dictadura pinochetista— el democristiano Patricio Aylwin Azócar lograba la victoria en las primeras elecciones democráticas en casi 17 años, arrancaba un largo período de gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia —coalición de partidos políticos chilenos de izquierda, centroizquierda y centro que fue heredera directa de la Concertación de Partidos por el No— que duró hasta el 11 de marzo de 2010 cuando asumió la Presidencia el triunfante Sebastián Piñera Echenique y su centroderechista Coalición por el Cambio.
Los sucesivos gobiernos de la Concertación —Eduardo Frei Ruiz-Tagle (democristiano), Ricardo Lagos Escobar (Partido Por la Democracia) y la socialista Michelle Bachelet Jeria— afianzaron el desarrollo continuado del país hasta alcanzar uno de los crecimientos de PIBs más altos de la región, afianzar la democracia y abrirse al mundo. La Concertación —formada originalmente por los partidos Demócrata Cristiano, Por la Democracia, Radical Socialdemócrata y Socialista, junto con otros que fueron desapareciendo en el proceso democrático (Unión Socialista Popular, Radical, Social Democracia, Democrático Nacional, Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU Obrero Campesino, Izquierda Cristiana, Humanista, Unión Liberal Republicana y Los Verdes— evitó acercarse a ninguno de las posiciones extremas.
Pero para la elección de este año no se siguió este derrotero.
Si alguna elección después de 1989 despertó tantas expectativas y discusiones y tuvo tantas originalidades —voto voluntario, inscripción automática, con más candidatas mujeres (Bachelet Jeria, Evelyn Matthei Fornet y Roxana Miranda Meneses), muchos contendientes (9: las tres anteriores más Franco Parisi Fernández, Marcel Claude Reyes, Ricardo Israel Zipper, Marco Enríquez-Ominami Gumucio, Alfredo Sfeir Younis, Tomás Jocelyn-Holt Letelier) y una candidata criticada continuamente por sus propios aliados (Matthei Fornet), además que no pudo librarse de haber sido un “repuesto” de última hora tras la renuncia de Pablo Longueira Montes a la candidatura de la Alianza (y antes la de Laurence Golborne Riveros)— fue ésta; sobre los resultados de la Alianza —y de Matthei Fornet en particular— pesó mucho el parteaguas del Presidente Piñera Echenique cuando, aprovechando el cuadragésimo aniversario del golpe de 1973, desligó dentro de la derecha y el centroderecha local a los sectores democráticos que no condicen con la herencia pinochetista —representados por él y Renovación Nacional— de los vinculados a la herencia pinochetista —cuyo exponente es, precisamente, Matthei Fornet y la Unión Demócrata Independiente—, criticando, además, a los que denominó “cómplices pasivos” de la dictadura; a Matthei Fornet la criticó por negarse a pedir perdón por la dictadura de la que su padre integró una de las juntas militares de gobierno. También los candidatos recorrían todo el espectro político: a la izquierda (a veces radical) Miranda Meneses y Claude Reyes; Bachelet Jeria entre la izquierda (sobre todo por su alianza con comunistas y estudiantes radicales) y el centroizquierda; Enríquez-Ominami Gumucio y Sfeir Younis en el centroizquierda; en el centro Jocelyn-Holt Letelier; Israel Zipper entre el centro y el centroderecha; Parisi Fernández en el centroderecha, y Matthei Fornet entre el centroderecha y la derecha.
Chile, el país de más sostenible crecimiento en Latinoamérica —5.5% e inflación de 3% este año, con USD 20,000 de PIBpc—, con reformas económicas exitosas que le llevó a integrar la Alianza del Pacífico, sin embargo tiene hoy aún importantes temas pendientes: Reducir el costo de la educación —Bachelet Jeria propone hacerla gratis aumentando impuestos, una medida con muchos visos de populismo— y mejorar su calidad; solucionar el conflicto mapuche —que en estos días se ha vuelto a visibilizar con ocupación de fundos—; mayor distribución social de la riqueza, todos en política interna, mientras en la exterior tiene que solucionar los conflictos con Perú —ya próximo el laudo de la Corte Internacional de La Haya— y Bolivia.
Las encuestas erraron en su certeza: la cantada victoria en primera vuelta de Bachelet Jeria no sucedió y obtuvo resultados similares a los que obtuvo en la primera vuelta de 2005 —cuando se enfrentó en segunda con Piñera Echenique—, a Matthei Fornet le fue mejor de lo pronosticado —10 puntos porcentuales más que el promedio de los pronósticos— mientras que a Enríquez-Ominami Gumucio y Parisi Fernández les fue peor —incluso las encuestas que no le daban triunfo en primera vuelta a Bachelet Jeria los incluyeron en posibles disputantes de la segunda. Lo peor fue la asistencia a los colegios electorales: La reforma de la actual Administración que facilitó el voto voluntario tenía el propósito de incentivar la participación de los electores, motivarlos a ejercer su derecho a sufragar al no ser obligatorio; sin embargo, la abstención fue de 56.3% de los habilitados (50.7% de efectivos) —en las municipales de 2012, donde se inició su aplicación, fue de 60%.
El programa de Bachelet Jeria —con Nueva Mayoría, incluyendo comunistas y líderes estudiantiles radicales (como postula la ex líder estudiantil y ahora diputada comunista Camila Vallejo Dowling: “nuestro objetivo no es administrar un modelo, sino que estamos irrumpiendo para cambiarlo") pero perdiendo apoyos dentro de lo que fue la Concertación, sobre todo en la Democracia Cristiana— tiene tres ejes de reforma: De la Constitución —abriendo a mayor participación la heredada de la dictadura—, del sistema tributario —para aumentar las recaudaciones y poder financiar las reformas, sobre todo la educativa— y de la educación. Para lograrlos, el futuro oficialismo —descontando que gane el 15 de diciembre— tiene que conseguir amplios consensos, algo que podrá ser muy difícil con la conformación del Congreso: Diputados, 68 de 120; Senado, 21 de 38, pero 9 son de la Democracia Cristiana que no la seguirán en propuestas radicales; incluso con todos los votos de la DC, de sus tres reformas propuestas la única que podrá aprobarse con mayoría simple es la tributaria, pues para las otras necesita mayoría calificada, por lo que tendrá que consensuarlas o no podrá cumplirlas. Pero antes deberá conquistar al electorado de centro y de clase media, muy fuerte en Santiago, donde no obtuvo tan buenos resultados —en las Regiones del norte tampoco—; hasta ahora, entre los candidatos que también captaron votos entre el centroizquierda y el centro derecha, sólo Parisi Fernández ha manifestado su apoyo a Bachelet Jeria.
Bachelet Jeria en su anterior presidencia dejó sin resolver los mismos problemas que ahora quiere —y debe— resolver y sus acciones fueron, a veces, inseguras o ambivalentes (como en el terremoto de 2010 y las negociaciones territoriales con Bolivia). Su reto en un nuevo período será equilibrar sus tendencias más radicales y avanzar en un proceso concertado y gradual que permita mejorar el sistema chileno sin colapsar su economía.
Porque las buenas intenciones, sino se equilibran las fuerzas, pueden ser catastróficas. Chile lo sufrió; la próxima Presidente, lamentablemente como muchos, también.
Los sucesivos gobiernos de la Concertación —Eduardo Frei Ruiz-Tagle (democristiano), Ricardo Lagos Escobar (Partido Por la Democracia) y la socialista Michelle Bachelet Jeria— afianzaron el desarrollo continuado del país hasta alcanzar uno de los crecimientos de PIBs más altos de la región, afianzar la democracia y abrirse al mundo. La Concertación —formada originalmente por los partidos Demócrata Cristiano, Por la Democracia, Radical Socialdemócrata y Socialista, junto con otros que fueron desapareciendo en el proceso democrático (Unión Socialista Popular, Radical, Social Democracia, Democrático Nacional, Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU Obrero Campesino, Izquierda Cristiana, Humanista, Unión Liberal Republicana y Los Verdes— evitó acercarse a ninguno de las posiciones extremas.
Pero para la elección de este año no se siguió este derrotero.
Si alguna elección después de 1989 despertó tantas expectativas y discusiones y tuvo tantas originalidades —voto voluntario, inscripción automática, con más candidatas mujeres (Bachelet Jeria, Evelyn Matthei Fornet y Roxana Miranda Meneses), muchos contendientes (9: las tres anteriores más Franco Parisi Fernández, Marcel Claude Reyes, Ricardo Israel Zipper, Marco Enríquez-Ominami Gumucio, Alfredo Sfeir Younis, Tomás Jocelyn-Holt Letelier) y una candidata criticada continuamente por sus propios aliados (Matthei Fornet), además que no pudo librarse de haber sido un “repuesto” de última hora tras la renuncia de Pablo Longueira Montes a la candidatura de la Alianza (y antes la de Laurence Golborne Riveros)— fue ésta; sobre los resultados de la Alianza —y de Matthei Fornet en particular— pesó mucho el parteaguas del Presidente Piñera Echenique cuando, aprovechando el cuadragésimo aniversario del golpe de 1973, desligó dentro de la derecha y el centroderecha local a los sectores democráticos que no condicen con la herencia pinochetista —representados por él y Renovación Nacional— de los vinculados a la herencia pinochetista —cuyo exponente es, precisamente, Matthei Fornet y la Unión Demócrata Independiente—, criticando, además, a los que denominó “cómplices pasivos” de la dictadura; a Matthei Fornet la criticó por negarse a pedir perdón por la dictadura de la que su padre integró una de las juntas militares de gobierno. También los candidatos recorrían todo el espectro político: a la izquierda (a veces radical) Miranda Meneses y Claude Reyes; Bachelet Jeria entre la izquierda (sobre todo por su alianza con comunistas y estudiantes radicales) y el centroizquierda; Enríquez-Ominami Gumucio y Sfeir Younis en el centroizquierda; en el centro Jocelyn-Holt Letelier; Israel Zipper entre el centro y el centroderecha; Parisi Fernández en el centroderecha, y Matthei Fornet entre el centroderecha y la derecha.
Chile, el país de más sostenible crecimiento en Latinoamérica —5.5% e inflación de 3% este año, con USD 20,000 de PIBpc—, con reformas económicas exitosas que le llevó a integrar la Alianza del Pacífico, sin embargo tiene hoy aún importantes temas pendientes: Reducir el costo de la educación —Bachelet Jeria propone hacerla gratis aumentando impuestos, una medida con muchos visos de populismo— y mejorar su calidad; solucionar el conflicto mapuche —que en estos días se ha vuelto a visibilizar con ocupación de fundos—; mayor distribución social de la riqueza, todos en política interna, mientras en la exterior tiene que solucionar los conflictos con Perú —ya próximo el laudo de la Corte Internacional de La Haya— y Bolivia.
Las encuestas erraron en su certeza: la cantada victoria en primera vuelta de Bachelet Jeria no sucedió y obtuvo resultados similares a los que obtuvo en la primera vuelta de 2005 —cuando se enfrentó en segunda con Piñera Echenique—, a Matthei Fornet le fue mejor de lo pronosticado —10 puntos porcentuales más que el promedio de los pronósticos— mientras que a Enríquez-Ominami Gumucio y Parisi Fernández les fue peor —incluso las encuestas que no le daban triunfo en primera vuelta a Bachelet Jeria los incluyeron en posibles disputantes de la segunda. Lo peor fue la asistencia a los colegios electorales: La reforma de la actual Administración que facilitó el voto voluntario tenía el propósito de incentivar la participación de los electores, motivarlos a ejercer su derecho a sufragar al no ser obligatorio; sin embargo, la abstención fue de 56.3% de los habilitados (50.7% de efectivos) —en las municipales de 2012, donde se inició su aplicación, fue de 60%.
El programa de Bachelet Jeria —con Nueva Mayoría, incluyendo comunistas y líderes estudiantiles radicales (como postula la ex líder estudiantil y ahora diputada comunista Camila Vallejo Dowling: “nuestro objetivo no es administrar un modelo, sino que estamos irrumpiendo para cambiarlo") pero perdiendo apoyos dentro de lo que fue la Concertación, sobre todo en la Democracia Cristiana— tiene tres ejes de reforma: De la Constitución —abriendo a mayor participación la heredada de la dictadura—, del sistema tributario —para aumentar las recaudaciones y poder financiar las reformas, sobre todo la educativa— y de la educación. Para lograrlos, el futuro oficialismo —descontando que gane el 15 de diciembre— tiene que conseguir amplios consensos, algo que podrá ser muy difícil con la conformación del Congreso: Diputados, 68 de 120; Senado, 21 de 38, pero 9 son de la Democracia Cristiana que no la seguirán en propuestas radicales; incluso con todos los votos de la DC, de sus tres reformas propuestas la única que podrá aprobarse con mayoría simple es la tributaria, pues para las otras necesita mayoría calificada, por lo que tendrá que consensuarlas o no podrá cumplirlas. Pero antes deberá conquistar al electorado de centro y de clase media, muy fuerte en Santiago, donde no obtuvo tan buenos resultados —en las Regiones del norte tampoco—; hasta ahora, entre los candidatos que también captaron votos entre el centroizquierda y el centro derecha, sólo Parisi Fernández ha manifestado su apoyo a Bachelet Jeria.
Bachelet Jeria en su anterior presidencia dejó sin resolver los mismos problemas que ahora quiere —y debe— resolver y sus acciones fueron, a veces, inseguras o ambivalentes (como en el terremoto de 2010 y las negociaciones territoriales con Bolivia). Su reto en un nuevo período será equilibrar sus tendencias más radicales y avanzar en un proceso concertado y gradual que permita mejorar el sistema chileno sin colapsar su economía.
Porque las buenas intenciones, sino se equilibran las fuerzas, pueden ser catastróficas. Chile lo sufrió; la próxima Presidente, lamentablemente como muchos, también.
Web del autor: http://joserafaelvilar-loquepienso.blogspot.mx/
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