¿Empieza Europa a labrar su nuevo rostro?

Parlamento europeo (Bruselas).
Parlamento europeo (Bruselas).
Margarita Morales
Valencia, ESPAÑA
Escrito por Margarita Morales


 
Todos los días, europeos y extranjeros residentes en este continente nos despertamos con nuevas noticias, anuncios de que Europa está cambiando y que muy difícilmente volverá a ser la misma.

La crisis económica es el elemento primario, el detonante de la transformación, y no sabemos cuándo ni bajo qué circunstancias nos liberaremos de esta sacudida. La única certeza, de cara al futuro, es que viviremos en una nueva Europa. ¿Cómo será? ¿Cuáles serán sus nuevos rostros? ¿Bajo qué gobiernos y parámetros políticos llevaremos a cabo el día a día?

Muchas personas intentan encontrar el lado positivo para afrontar esta difícil transición. Se habla de necesidad de cambio, de una adaptación a nuevos modelos de desarrollo, se habla de dejar detrás la crisis moral que hizo que Europa perdiera el rumbo. Sin embargo, definir crisis moral puede llevarnos a tantos significados como colores hay en los partidos políticos de la democracia.

Son ellos, los políticos, los protagonistas absolutos de la puesta en escena mediática de todos los días y bajo todos los focos. El rostro nuevo de Europa comienza a labrarse en el descontento del ciudadano de a pie, que ya no confía en gobiernos que hasta hace poco gozaban de una situación privilegiada.

Los mismos partidos de siempre en la cúpula, jugando a gobierno y oposición, mientras el resto, miraban desde sus puestos de satélite, prestos a formar coaliciones cuando se diera el caso, o a intervenir en algún asunto concreto si eran llamados a ello. Y por debajo, en la escala del poder, organizaciones de carácter político, intentando hacerse un hueco en los parlamentos.

La crisis todavía no logra romper del todo este “orden político”, aunque ha llevado a cabo resurgimientos de movimientos y de partidos que crecen y se consolidan como un modelo alternativo de política.

Ejemplos: en las últimas elecciones francesas, el Frente Nacional de Le Pen se mostró al mundo como la tercera fuerza política del país, intentando captar a los votantes que se habían sentido decepcionados con Nicolas Sarkozy; en Italia surgió el Movimiento Cinco Estrellas, llevando a las calles a millones de personas y aunque el país volvió a los hábitos políticos de siempre, tuvo que pasar por unas elecciones turbulentas. Grecia pasó también por un caso similar: elecciones cargadas de dudas que, tras una serie de acuerdos y movimientos improvisados, logró constituir un gobierno tripartito.

En España, aunque la contienda electoral sigue siendo bipartidista, partidos menores lograron ganar electores en los últimos comicios. Y no debemos olvidar el 15-M y toda la atención que recibió este movimiento cuando decidió salir a la calle y ocupar las plazas. Pareciera que la sacudida electoral en Europa pasa por un momento duro, seguida de una calma aparente, incluso esperada, impuesta por los viejos barones, sin embargo no debemos alejarnos de la idea de que estas turbulencias son más importantes de lo que aparentan. 
 
Beppe Grillo, líder del Movimiento Cinco Estrellas, luego de la derrota de las elecciones en mayo pasado en Italia.
Beppe Grillo, líder del Movimiento Cinco Estrellas,
luego de la derrota de las elecciones en mayo pasado en Italia.
Estos cambios de aires en el juego de los sistemas de gobierno, que parecen inamovibles, inquebrantables y permanentes, compiten hoy en día en popularidad mediática con el resurgir de otras corrientes, con otros modelos de gobierno.

La atención que reciben últimamente esas otras voces, partidos de políticas radicales o los movimientos sociales de diversas posturas ideológicas, nos tienen que hacer reflexionar sobre la dirección que puede llegar a tomar la Unión Europea a la hora de debatir sobre cuáles serán las políticas que nos saquen de este momento tan incierto.

La configuración futura del Parlamento Europeo y las mentalidades de quienes nos gobiernen serán clave sobre el destino económico y social de todos los que vivimos aquí.

La extrema derecha europea


Siguen muy presentes y sus reclamos ideológicos son los mismos de siempre: un profundo sentimiento antieuropeo, un rechazo férreo a la inmigración, centrando gran parte de su atención en la inmigración musulmana; marcado antisemitismo, oposición total a los derechos de los homosexuales o de cualquier otro colectivo que represente una amenaza de sus intereses y a su concepción particular del mundo.

En algunos países tienen mayor aceptación, y aunque todos los días se habla de alguna actividad relacionada con los partidos y movimientos que lideran, la realidad es que la crisis económica y política que atravesamos les ha dado un impulso para mostrarse como una posible solución de cambio, pero sobre todo, esta transición les ha aportado herramientas necesarias para mutar y reconfigurarse en la realidad política actual, aunque ello les arrastre a una contradicción de sus propios principios.

El recelo que tienen hacia lo europeo, se queda en el discurso, porque actualmente varios partidos de extrema derecha tienen eurodiputados en el parlamento europeo, tejen alianzas y reciben fondos y subvenciones del mismo: Alianza Europea de Movimientos Nacionales (3 eurodiputados), Movimiento Europa Libertades y Democracia (17 eurodiputados), Alianza Europea por la Libertad (6 eurodiputados).

Todas estas filiaciones políticas se preocuparon de mantenerse dentro de un marco legal, cumplieron con los requerimientos necesarios para obtener dinero y el parlamento se los entregó: casi 2 millones de euros, en 2012. Pero en el fondo, y aunque se han preocupado de establecer nuevos métodos de acción, la violencia sigue siendo uno de sus ejes centrales.
 
El caso del asesinato de Clément Méric, en Francia, causo consternación.
El caso del asesinato de Clément Méric, en Francia,
causo consternación.
La cantidad de actos violentos aumenta todos los días. A la fecha, el último caso que debemos lamentar es el del asesinato del joven estudiante, Clément Méric, en Francia, acaecido hace unos días. Una víctima más de la intolerancia.

Los colectivos y asociaciones de homosexuales sufren constantes agresiones. Sus manifestaciones reivindicativas se han visto empañadas por acciones violentas de grupos de derecha, extrema derecha y asociaciones de carácter religioso. Ni la final de la copa Roland Garros se ha librado de sus largas sombras.

Grupos de ultraderecha de distintos países y que actúan bajo diferentes nombres: partidos políticos, asociaciones civiles, asociaciones políticas, e incluso bajo la fachada de ONG, (el Hogar Social Patriota “María Luisa Navarro”, en Valencia, es un ejemplo).

Se trata de una ONG fundada por el partido España 2000, que recoge, reparte alimentos y presta servicios únicamente a ciudadanos españoles. Amanecer Dorado, en Grecia, también se suma a actividades de ayuda social, siempre y cuando vayan destinados a griegos, etc.). La ultraderecha ha aprendido que “la unión hace la fuerza” y lo aplican, tejen redes de cooperación a nivel europeo, formando coaliciones que les permitan crecer y obtener fondos para llegar a lo más alto.

El que, hasta hace poco podíamos ver como anacrónico e insultante discurso ideológico de la ultraderecha, está calando hondo en la Europa de la crisis, no sólo por las acciones de propaganda y de reestructuración de sus partidos o grupos, que han aprendido de los errores y ajustan su discurso y acciones para no cruzar la línea de la ilegalidad; sino también por la desconfianza que generan los modelos políticos actuales, incapaces de frenar los efectos de la recesión, la desigualdad social, pero sobre todo por la pasividad del parlamento europeo, integrado en su mayoría por miembros del PPE (partidos de derecha), que han hecho pocos avances para frenar, condenar y sancionar a los países que permitan operar a grupos y partidos que atenten contra la dignidad y los derechos humanos.

Las personas en este continente pierden paulatinamente la fe en lo europeo, aunado a ello, el gran problema de la amenaza constante del terrorismo radical islámico ha hecho mucha mella en la forma en cómo la sociedad europea concibe al residente no europeo.

La búsqueda de una identidad que les permita vislumbrar el futuro con otros ojos y la exaltación romántica del pasado, de que aquellos tiempos (blancos y cristianos) fueron mejores, ayudan mucho a que los modelos ideológicos y las utopías de la extrema derecha penetren, porque prometen cumplir lo que la UE no ha podido: devolver la tranquilidad y la confianza, devolver la identidad perdida, como griegos, como franceses, como británicos, españoles, húngaros, etc., y alejarlos del dedo europeo que dicta recortes y genera desempleo en todo lo que toca.

Todos estos “milagros de la ultraderecha” tendrán un coste, un coste que ya se paga en las calles, a través de la violencia, de la vulneración de derechas, del acoso y la persecución de todo aquel que no es blanco, heterosexual y/o cristiano. Si la UE no pone un freno y despierta de ese letargo que le ha llevado a subvencionar a estos partidos y no pone en marcha un modelo de normas que detengan su entrada en los parlamentos, estará condenándose a sí misma a sufrir un gran golpe en su razón de ser: la de mirarse como un conjunto de estados democráticos de primer orden, con una identidad profundamente europea. 

Comentarios