Por esta razón los hombres tienen pezones

Por esta razón los hombres tienen pezones

Si los hombres no pueden alimentar a los bebés, ¿por qué tienen pezones? La respuesta viene de la mano de la biología, sobre cómo los seres humanos nos desarrollamos en el vientre materno, según ha explicado el paleoantropólogo Ian Tattersall del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York (EE. UU.)

La clave está en que todos, los machos y las hembras, estamos construidos con el mismo plan genético; en el útero nos desarrollamos de forma ligeramente diferentes y sobre todo, tras alcanzar la pubertad.

Durante las primeras semanas, los embriones masculinos y femeninos siguen exactamente el mismo modelo, esquema que incluye el tema que nos abarca, el desarrollo de los pezones. Sin embargo, a las 6 o 7 semanas de gestación, un gen en el cromosoma Y induce cambios que conducen al desarrollo de los testículos, el órgano que produce y almacena espermatozoides y produce testosterona, según reza en el libro "Exploring the Biological Contributions to Human Health: Does Sex Matter?" (National Academies Press, 2001).

Tras la formación de los testículos, el feto masculino comienza a producir testosterona a las 9 semanas de gestación, cambiando la actividad genética de las células en los genitales y el cerebro. Pero para entonces, los pezones, como hemos visto, ya están ahí, aunque su desarrollo humano posterior haga que esta estructura vestigial no sirva para nada. Así pues, el desarrollo del ser humano explica por qué los hombres cuentan con pezones.

¿El proceso de selección natural tendría que haberlos hecho desaparecer?


El hecho de seguir contando con este rastro que no cumple un propósito evolutivo es porque tener pezones no es perjudicial para los hombres. No existe ningún coste orgánico por su presencia, de ahí que sigan ahí aunque 'no sirvan para nada', biológicamente hablando.

Además, únicamente porque los hombres no necesiten los pezones para nada, no es una razón tan consistente a nivel evolutivo como para desprenderse de este rasgo. Y es que la selección natural no es tan pragmática como pudiéramos imaginarnos.

Por: Sarah Romero
Vía: Muy Interesante.