Soltemos algunas perogrulladas, señoras y señores, porque, no siendo nada evidente que lo incuestionable tenga un valor universal, entonces se vuelve muy necesario repetir machaconamente ciertas verdades para contrarrestar la dominación de prejuicios y creencias falsas.
El taxista de turno te dirá que “México es un país riquísimo” y procederá a la inmediata enumeración de sus infinitas opulencias. Pues no, no es cierto. Así que, primera perogrullada de la semana: la riqueza de una nación es la riqueza de sus habitantes. Nuestra patria, entonces, es declaradamente pobre, aunque existan amplios sectores de la población que disponen ya de una renta media y que el sector exportador sea también muy dinámico. Tan mermada está la hacienda pública en estos pagos que hay unos estrepitosos rezagos en infraestructura, en atención sanitaria y en servicios sociales. Es importante saberlo porque el virus del asistencialismo se alimenta de la fantasía de la abundancia y, al final, el costo de los platos rotos es devastador.
La segunda perogrullada de esta nueva serie tendría que ver, paradójicamente, con la especie de que el país “se está cayendo a pedazos” propalada por los detractores de un “neoliberalismo” al que, encima, se le endosan todos los males habidos y por haber. Pues, tampoco, amables lectores: en la pasada Administración se crearon empleos, se mantuvieron sólidas las variables de la macroeconomía, hubo un crecimiento constante y ese mismísimo sistema tan denostado le abrió sin mayores problemas las puertas a una oposición que ahora es Gobierno. No fue un sexenio ideal, ni mucho menos (la corrupción alcanzó cotas de escándalo y la inseguridad creció de manera escalofriante), pero, con perdón, la nación no está destrozada.
Remataría esta andanada de lugares comunes con la observación de que, en cualquier sociedad, los individuos deben ser productivos. Y, a partir de ahí, me permitiría consignar el gran drama de este país: la realidad de millones de compatriotas que no han podido integrarse a ningún proceso económico: no pueden consumir mercancías ni generar bienes ni mucho menos pagar impuestos. Esta pavorosa condena a una vida de mera subsistencia, ¿se va a acabar con la 4T?
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
El taxista de turno te dirá que “México es un país riquísimo” y procederá a la inmediata enumeración de sus infinitas opulencias. Pues no, no es cierto. Así que, primera perogrullada de la semana: la riqueza de una nación es la riqueza de sus habitantes. Nuestra patria, entonces, es declaradamente pobre, aunque existan amplios sectores de la población que disponen ya de una renta media y que el sector exportador sea también muy dinámico. Tan mermada está la hacienda pública en estos pagos que hay unos estrepitosos rezagos en infraestructura, en atención sanitaria y en servicios sociales. Es importante saberlo porque el virus del asistencialismo se alimenta de la fantasía de la abundancia y, al final, el costo de los platos rotos es devastador.
La segunda perogrullada de esta nueva serie tendría que ver, paradójicamente, con la especie de que el país “se está cayendo a pedazos” propalada por los detractores de un “neoliberalismo” al que, encima, se le endosan todos los males habidos y por haber. Pues, tampoco, amables lectores: en la pasada Administración se crearon empleos, se mantuvieron sólidas las variables de la macroeconomía, hubo un crecimiento constante y ese mismísimo sistema tan denostado le abrió sin mayores problemas las puertas a una oposición que ahora es Gobierno. No fue un sexenio ideal, ni mucho menos (la corrupción alcanzó cotas de escándalo y la inseguridad creció de manera escalofriante), pero, con perdón, la nación no está destrozada.
Remataría esta andanada de lugares comunes con la observación de que, en cualquier sociedad, los individuos deben ser productivos. Y, a partir de ahí, me permitiría consignar el gran drama de este país: la realidad de millones de compatriotas que no han podido integrarse a ningún proceso económico: no pueden consumir mercancías ni generar bienes ni mucho menos pagar impuestos. Esta pavorosa condena a una vida de mera subsistencia, ¿se va a acabar con la 4T?
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