Los problemas de años no se resuelven en días. Ni en 100 ni en 200 ni en 400. Porque, con perdón, hemos acumulado aquí una colosal y agobiante carga de calamidades que necesitan, pues sí, de una radical transformación de las cosas y ese saneamiento general de la nación mexicana llevará mucho, mucho tiempo.
Sobrellevamos el flagelo de la corrupción, antes que nada, que ha sido un estorbo insalvable en el camino hacia el bienestar de los mexicanos. Esa peste maligna, sin embargo, nos ha envenenado tan insidiosamente que no se trata ya de un mal que afecte en exclusiva a una “minoría rapaz” ni mucho menos: ¿de qué estamos hablando, por ejemplo, cuando los dirigentes de una organización gremial se dedican a extorsionar al Gobierno para obtener prebendas y dinero contante? ¿No es eso una práctica corrupta? ¿No es también un acto criminal, algo que debiera ser equiparado a una absoluta traición a la patria, dejar a millones de niños sin clases? ¿Por qué no comienza la 4T por ahí, miren ustedes, en vez de que los responsables del orden público se queden cruzados de brazos mientras los extorsionadores bloquean las vías de comunicación del país provocando pérdidas millonarias, quebrantos y perjuicios directísimos a compatriotas que son también merecedores de todas las garantías? ¿Por qué importan aquí más los derechos de algunos –los más violentos, los que amenazan— que los de otros?
Los signos anunciadores de la gran empresa purificadora debieran estar ya allí, pasados los primeros 100 días, a la vista de todos. Ah, pero Manuel Bartlett y Napito, entre otros personajes de muy dudosa catadura, son quienes se aparecen en el escenario como copartícipes de la suprema tarea. ¿Qué debemos entonces pensar? ¿Se habrán ellos transformado sin que nos diéramos cuenta o siguen siendo los mismos de antes aunque revestidos de oportuna fidelidad a una nueva causa?
El tal Riobóo, ¿no participó en el concurso para construir las pistas del aeropuerto de Texcoco? Pues sí, pero no ganó la licitación y entonces se dedicó tan eficazmente a sabotear el proyecto que, miren ustedes, se canceló pura y simplemente. Con gente así, van a transcurrir 8 mil días, no 100, y seguiremos en las mismas.
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Sobrellevamos el flagelo de la corrupción, antes que nada, que ha sido un estorbo insalvable en el camino hacia el bienestar de los mexicanos. Esa peste maligna, sin embargo, nos ha envenenado tan insidiosamente que no se trata ya de un mal que afecte en exclusiva a una “minoría rapaz” ni mucho menos: ¿de qué estamos hablando, por ejemplo, cuando los dirigentes de una organización gremial se dedican a extorsionar al Gobierno para obtener prebendas y dinero contante? ¿No es eso una práctica corrupta? ¿No es también un acto criminal, algo que debiera ser equiparado a una absoluta traición a la patria, dejar a millones de niños sin clases? ¿Por qué no comienza la 4T por ahí, miren ustedes, en vez de que los responsables del orden público se queden cruzados de brazos mientras los extorsionadores bloquean las vías de comunicación del país provocando pérdidas millonarias, quebrantos y perjuicios directísimos a compatriotas que son también merecedores de todas las garantías? ¿Por qué importan aquí más los derechos de algunos –los más violentos, los que amenazan— que los de otros?
Los signos anunciadores de la gran empresa purificadora debieran estar ya allí, pasados los primeros 100 días, a la vista de todos. Ah, pero Manuel Bartlett y Napito, entre otros personajes de muy dudosa catadura, son quienes se aparecen en el escenario como copartícipes de la suprema tarea. ¿Qué debemos entonces pensar? ¿Se habrán ellos transformado sin que nos diéramos cuenta o siguen siendo los mismos de antes aunque revestidos de oportuna fidelidad a una nueva causa?
El tal Riobóo, ¿no participó en el concurso para construir las pistas del aeropuerto de Texcoco? Pues sí, pero no ganó la licitación y entonces se dedicó tan eficazmente a sabotear el proyecto que, miren ustedes, se canceló pura y simplemente. Con gente así, van a transcurrir 8 mil días, no 100, y seguiremos en las mismas.
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