La suerte está echada: el equipo de mayor relumbrón en el universo futbolístico acaba de concluir su reinado de mil días como número uno de un campeonato europeo, la Champions League que, a su vez, podríamos considerar como la madre de todas las competiciones habidas y por haber, incluido ese Mundial de futbol al que tan fatalmente disminuidas llegan las selecciones nacionales.
Sin comparación, o sea, el nivel exhibido por unos equipos entrenados al vapor y con jugadores apresuradamente acoplados en oposición a la regularidad impuesta por unos directores técnicos que están allí, de principio a fin de cada temporada, en unas Ligas, las europeas, con un altísimo nivel de exigencia y en cuyas filas militan, simplemente, los mejores futbolistas del orbe.
Los méritos del equipo merengue, en este sentido, no tienen parangón: trece títulos, de los cuales los últimos tres fueron al hilo, en 2016, 2017 y 2018. Ningún otro club puede exhibir tan espectaculares resultados.
Ah, pero todos los imperios terminan por caer. Florentino Pérez se puede tal vez ufanar de los cinco títulos europeos conseguidos en sus 16 años como mandamás del Real Madrid pero sólo ha conquistado cuatro títulos de Liga en el mismo período. Y, habiendo concentrado cada vez más poderes y más atribuciones en detrimento de un cuerpo directivo de verdaderos profesionales, el deterioro en la organización es evidente: estamos, como ocurre también con los países sojuzgados por un autócrata al que nadie puede poner trabas, ante la típica situación del sujeto hinchado de infalibilidad que comienza a tomar decisiones cada vez más lesivas para sus vasallos, así fuere que son ellos, los sojuzgados, quienes mantienen primeramente la casa en pie.
Florentino no atendió los llamados a renovar la plantilla, consintió la partida del gran goleador del equipo y se comporta, en los hechos, como si fuera el único propietario de un club cuyos dueños son todos los socios. Y así, en poco más de una semana, el Real Madrid ha quedado fuera de la Copa del Rey y de la Champions. La Liga ya estaba perdida. Lo único que queda son unos meses interminables antes de pensar siquiera en un retorno. Florentino, es hora de que te vayas a casa.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Sin comparación, o sea, el nivel exhibido por unos equipos entrenados al vapor y con jugadores apresuradamente acoplados en oposición a la regularidad impuesta por unos directores técnicos que están allí, de principio a fin de cada temporada, en unas Ligas, las europeas, con un altísimo nivel de exigencia y en cuyas filas militan, simplemente, los mejores futbolistas del orbe.
Los méritos del equipo merengue, en este sentido, no tienen parangón: trece títulos, de los cuales los últimos tres fueron al hilo, en 2016, 2017 y 2018. Ningún otro club puede exhibir tan espectaculares resultados.
Ah, pero todos los imperios terminan por caer. Florentino Pérez se puede tal vez ufanar de los cinco títulos europeos conseguidos en sus 16 años como mandamás del Real Madrid pero sólo ha conquistado cuatro títulos de Liga en el mismo período. Y, habiendo concentrado cada vez más poderes y más atribuciones en detrimento de un cuerpo directivo de verdaderos profesionales, el deterioro en la organización es evidente: estamos, como ocurre también con los países sojuzgados por un autócrata al que nadie puede poner trabas, ante la típica situación del sujeto hinchado de infalibilidad que comienza a tomar decisiones cada vez más lesivas para sus vasallos, así fuere que son ellos, los sojuzgados, quienes mantienen primeramente la casa en pie.
Florentino no atendió los llamados a renovar la plantilla, consintió la partida del gran goleador del equipo y se comporta, en los hechos, como si fuera el único propietario de un club cuyos dueños son todos los socios. Y así, en poco más de una semana, el Real Madrid ha quedado fuera de la Copa del Rey y de la Champions. La Liga ya estaba perdida. Lo único que queda son unos meses interminables antes de pensar siquiera en un retorno. Florentino, es hora de que te vayas a casa.
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