Oración: dos paradigmas

Oración: dos paradigmas
Nuevamente le saludo con afecto, amable lector. Entrando en materia, y con todo respeto, diremos que Rick Warren, Pastor Evangelista en Lake Forest, California, manifesta que en sus más de 40 años de viajar a través de más de 160 países en el mundo, ha descubierto que todos los hombres oran (hablan, o se comunican verbalmente, con Dios). Lo anterior, me hace pensar que en todas las culturas hay oración.

Bajo la óptica de Warren, la oración es un fenómeno universal en la que quizás no todos lo hagan al único Dios verdadero; pero lo hacemos, porque estamos hechos a imagen y semejanza del Dios viviente; de toda la creación, los humanos somos las únicas criaturas que oramos.

Por otra parte, en el plano de los modelos de oración en el continente americano, hemos señalado que hay dos grandes paradigmas culturales relacionados con el cristianismo: por una parte, el bautista-evangélico original, renovado históricamente como protestante, y por la otra, el católico.

Si existen dos Paradigmas dominantes, vale la pena preguntarse ¿hay alguna diferencia entre las oraciones de las iglesias bautistas-evangélicas-protestantes y las de los creyentes de las católicas?

¿Cuál de las dos, o las dos, logran establecer una comunicación eficaz con Dios?

Analicemos el proceso de comunicación.

Sabemos que todo proceso de comunicación debe contar con dos componentes básicos: emisor y receptor; es decir, una persona o elemento que emita un mensaje y otra persona o elemento que reciba ese mensaje emitido.

Eventualmente, el receptor del mensaje puede convertirse también en emisor de otro mensaje, que a su vez, recibe el primer emisor, constituyéndose a la vez en receptor. Dicho en otras palabras, puede haber una retroalimentación, y lograr así establecer un proceso de comunicación donde haya mensajes de ida y vuelta.

En las diferentes comunidades evangélicas se escucha decir –como parte de esa fe dogmática- que cuando uno lee la Biblia, Dios habla; si, cuando oramos nosotros le hablamos a Dios, para que pueda haber un diálogo -como proceso de comunicación-, es necesario escuchar también a Dios.

Para ser más claros, se requiere complementar la oración con la lectura de la Biblia. Si no leemos la Biblia -palabra de Dios-, nuestras oraciones se convierten en un monólogo, en el que no se logra establecer un proceso de comunicación con Dios.

¿A usted le gusta encontrarse con una persona que sólo habla, y sólo se queja, y jamás le permite a usted externar alguna opinión o punto de vista?

¿A usted le agradaría encontrarse con esta hipotética persona que no lo escucha?; es más: ¿estaría dispuesto a ayudarle o simplemente buscaría cómo eludirla?

Si no permite que Dios le hable, ¿cómo podrá usted enterarse de los mandatos de su gobierno y cómo podrá mantenerse en obediencia o sin trasgredir sus leyes?

A diferencia del paradigma católico, donde es sabido que tradicionalmente la mayoría de sus practicantes no acostumbran leer la palabra de Dios, en el bautista-evangélico-protestante, desde sus orígenes, durante y después de los primeros 300 años posteriores a Jesucristo, su lectura era una práctica cultural.

En el viejo continente con la reforma protestante, sus respectivos creyentes reasumieron la práctica; en América, las familias de colonos que llegaron a las costas del Norte, hace más de 400 años, ya traían consigo ese libro que compartían con sus hijos y otras familias.

Partiendo de nuestra modesta definición de comunicación, se puede advertir que aquellos hombres que han hecho de la lectura de la Biblia parte de su cultura, sí logran establecer comunicación con Dios y en consecuencia logran conocerlo, agradarlo, y mantenerse en obediencia.

De igual forma, como parte de la retroalimentación, Dios atiende sus súplicas, que pueden resumirse en estabilidad de sus instituciones políticas y prosperidad económica.

Hasta aquí le dejamos estimado lector, espero dé sus propias respuestas a las preguntas que se formularon, y la próxima semana continuamos, si el Señor lo permite.

Que el Dios vivo le de sabiduría para procesar el tema.


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