Algunos lo saben, otros lo intuyen, la mayoría lo ignora. Todos los días estamos a prueba. El futuro depende de nuestra capacidad de reacción. Son calas para medir la consistencia de nuestros principios, nuestra capacidad para tolerar la mentira, el grado de rebeldía del que somos capaces. Los que callan otorgan y serán cómplices.
A prueba las minorías en el Senado, únicas que pueden detener las reformas constitucionales. ¿Sabrán anteponer el interés democrático a las diferencias ideológicas; sabrán mirar por las futuras generaciones y alejar la tiranía? Se cruzaron con éxito ante la Guardia Nacional militarizada y tendrán en sus manos la tramposa revocación de mandato justo el día de la elección intermedia. A prueba, porque la reelección súbitamente es tema, justo ese intocable tatuaje de nuestra historia que llevó a la explosión revolucionaria con su millón de muertos. Prueba histórica para esos senadores, pero también para los simples ciudadanos cuyas convicciones democráticas están siendo observadas.
A prueba, porque con la artera y planeada confusión que generan todos los días, tratan de arrasar las estancias infantiles, los albergues para mujeres, los programas para niños de alto rendimiento, los apoyos a científicos, los programas culturales, y ahora los comedores para combatir la pobreza extrema. Son millones los afectados que están a prueba. Si se dejan, irán por más. Si reaccionan con nervio y corazón, habrá un mejor futuro. A prueba, porque quieren saber qué tanto defendemos al estado secular y nos calan con la posibilidad de estaciones de radio y televisión para las iglesias. A prueba, porque penalizar el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, la interrupción del embarazo —un asunto muy complejo que divide a las sociedades— también es puesto en la agenda, justo ahora, como si no hubiera otros temas.
A prueba, porque los hogares ya empiezan a registrar un deterioro económico y la esquizofrenia se hace evidente. Con el desprestigiado EPN, una fuerte mayoría consideraba que la economía nacional iba al abismo, pero la familiar mejoraba. Ahora es a la inversa, con el gran liderazgo que todo lo soluciona, se percibe que la economía va viento en popa, pero los hogares sienten lo contrario. Aturdida, la percepción da bandazos. A prueba, porque el desabasto no se acaba, tampoco el huachicol. Algo no va bien. A prueba el sentido común, porque Pemex está quebrado justamente por el estatismo, no por la tardía reforma energética que hoy se quiere revertir. A prueba, porque la propuesta oficial se divide entre la sensatez de Hacienda y los defensores de invertir en el barril sin fondo. Los números simplemente no cuadran con otros cálculos de cuánto se necesita, las diferencias son del doble y hasta del triple.
A prueba nuestra memoria inmediata, porque la cancelación de Texcoco ya les costó a los mexicanos en sus pensiones y mucho más, porque no hay ni habrá aval técnico para una propuesta irresponsable. A prueba, porque en seguridad no hay ni puede haber mejoría súbita, decirlo es un engaño. Las cifras siguen siendo de terror. A prueba la lectura misma de la realidad, porque para crecer al 4% se necesitaría duplicar la inversión pública y privada. Pero todo indica que algunos empresarios –en la foto o no con el gran líder— guardan sus proyectos en el cajón. La inversión extranjera retrocede y podríamos regresar a los 20 mil mdd., después de haber rondado los 30 mil. ¿4%, de dónde? A prueba, porque en los centros turísticos ya resienten la baja de visitantes y porque el stand de México en Berlín fue penoso. Cómo borrar esa realidad.
A prueba está nuestra sensatez, porque se habla de conspiraciones, de mafias, de corrupción en todas partes, pero no se sustentan los casos, no se realizan las investigaciones, no hay responsables ante los jueces. A prueba nuestra libertad, porque ahora hasta criticar el populismo quiere ser convertido en delito.— Ciudad de México.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
A prueba las minorías en el Senado, únicas que pueden detener las reformas constitucionales. ¿Sabrán anteponer el interés democrático a las diferencias ideológicas; sabrán mirar por las futuras generaciones y alejar la tiranía? Se cruzaron con éxito ante la Guardia Nacional militarizada y tendrán en sus manos la tramposa revocación de mandato justo el día de la elección intermedia. A prueba, porque la reelección súbitamente es tema, justo ese intocable tatuaje de nuestra historia que llevó a la explosión revolucionaria con su millón de muertos. Prueba histórica para esos senadores, pero también para los simples ciudadanos cuyas convicciones democráticas están siendo observadas.
A prueba, porque con la artera y planeada confusión que generan todos los días, tratan de arrasar las estancias infantiles, los albergues para mujeres, los programas para niños de alto rendimiento, los apoyos a científicos, los programas culturales, y ahora los comedores para combatir la pobreza extrema. Son millones los afectados que están a prueba. Si se dejan, irán por más. Si reaccionan con nervio y corazón, habrá un mejor futuro. A prueba, porque quieren saber qué tanto defendemos al estado secular y nos calan con la posibilidad de estaciones de radio y televisión para las iglesias. A prueba, porque penalizar el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, la interrupción del embarazo —un asunto muy complejo que divide a las sociedades— también es puesto en la agenda, justo ahora, como si no hubiera otros temas.
A prueba, porque los hogares ya empiezan a registrar un deterioro económico y la esquizofrenia se hace evidente. Con el desprestigiado EPN, una fuerte mayoría consideraba que la economía nacional iba al abismo, pero la familiar mejoraba. Ahora es a la inversa, con el gran liderazgo que todo lo soluciona, se percibe que la economía va viento en popa, pero los hogares sienten lo contrario. Aturdida, la percepción da bandazos. A prueba, porque el desabasto no se acaba, tampoco el huachicol. Algo no va bien. A prueba el sentido común, porque Pemex está quebrado justamente por el estatismo, no por la tardía reforma energética que hoy se quiere revertir. A prueba, porque la propuesta oficial se divide entre la sensatez de Hacienda y los defensores de invertir en el barril sin fondo. Los números simplemente no cuadran con otros cálculos de cuánto se necesita, las diferencias son del doble y hasta del triple.
A prueba nuestra memoria inmediata, porque la cancelación de Texcoco ya les costó a los mexicanos en sus pensiones y mucho más, porque no hay ni habrá aval técnico para una propuesta irresponsable. A prueba, porque en seguridad no hay ni puede haber mejoría súbita, decirlo es un engaño. Las cifras siguen siendo de terror. A prueba la lectura misma de la realidad, porque para crecer al 4% se necesitaría duplicar la inversión pública y privada. Pero todo indica que algunos empresarios –en la foto o no con el gran líder— guardan sus proyectos en el cajón. La inversión extranjera retrocede y podríamos regresar a los 20 mil mdd., después de haber rondado los 30 mil. ¿4%, de dónde? A prueba, porque en los centros turísticos ya resienten la baja de visitantes y porque el stand de México en Berlín fue penoso. Cómo borrar esa realidad.
A prueba está nuestra sensatez, porque se habla de conspiraciones, de mafias, de corrupción en todas partes, pero no se sustentan los casos, no se realizan las investigaciones, no hay responsables ante los jueces. A prueba nuestra libertad, porque ahora hasta criticar el populismo quiere ser convertido en delito.— Ciudad de México.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Comentarios
Publicar un comentario
Hacer un Comentario