Van cien, faltan dos mil. No deberían ser muy diferentes; infancia es destino, dicen. La culpa es de los otros, neoliberales, fifís, mafia del poder, complotados en 2006, 2012, 2018, o cuando haya sido. Lo que se recibió no sirve y hay que rehacerlo: energía, política social, de salud, nada ha servido.
Cualquiera sin algo invertido nota de inmediato los errores: ideas que a mediados del siglo XX eran malas, hoy ofrecidas como brillantes y novedosas soluciones. Cancelar licitaciones, rondas, líneas de transmisión, eventos internacionales, para construir una refinería; tirar a la basura Oportunidades, Seguro Popular, para repartir dinero a jóvenes en edad productiva, nada más por respirar (y votar); regresar a precios de garantía, créditos a la palabra, sementales prestados, como si el campo fuese el de 1950, como si no fuese México un exportador de frutas, verduras y legumbres, como si no produjésemos y consumiésemos hoy más proteína animal que en cualquier otra época. Todo, como si de verdad viviéramos hace medio siglo. Incluyendo bautizo de heredero con arzobispo primado.
Que el Presidente, sus secuaces, compañeros de partido y alianzas, subordinados de gobierno, crean que vivimos en 1969 no me parece un problema serio. Que 60, 70 u 80% de los mexicanos crea que este liderazgo merece respeto, aprobación y cariño, es una tragedia. ¿De verdad hay decenas de millones de mexicanos que no vieron pasar el último medio siglo?
No tengo ningún motivo para dudar de las encuestas, aunque siempre se tomen con un grano de sal. Sin duda la popularidad del Presidente es elevadísima. Lo confirma, por ejemplo, la gran confianza del consumidor, medida por INEGI. Pero en esa confirmación se aclara mucho: los consumidores creen más en el futuro que en el presente. Y así debe ser su voluntad de creer: no es que vivan hoy mejor, pero creen que lo harán, porque de verdad creen que López Obrador mejorará su situación. Bienaventurados.
Los primeros cien días, la semana que ha seguido, el anuncio ayer de la construcción de la refinería, en obra decidida mediante invitación a cuatro empresas, gritan lo que cualquiera vería, si no lo cegara el ánimo de creer: el nuevo gobierno está desfasado medio siglo. Y si su ejemplo fue un fracaso monumental, obvio decirle lo que ahora nos espera. Esos cincuenta años han sido los de mayor transformación en la historia humana, y el nuevo gobierno ni siquiera los imagina.
No parece que entiendan el fin de la era del petróleo, la transformación que eso implica en construcción de autos, el efecto indirecto en manufactura (vía impresión 3D), la orientación del mercado a turismo, entretenimiento y comunicación, utilizando 5G. No parece que imaginen ese mundo de personas mayores, con deudas inmensas, que implica tasas de interés bajas de forma permanente. No se ve que tengan idea de la recomposición geopolítica asociada a estos procesos.
Lo que tienen es lo que había hace medio siglo: petróleo, combustóleo, autodeterminación, seguridad alimentaria, con sus variantes new age: el alma del maíz, los aluxes y Jesusa.
Alguna vez comentamos aquí cómo en los últimos 25 años hemos reformulado prácticamente todo lo que sabíamos. Se ha generado más conocimiento en este tiempo que en toda la historia humana previa, incluso en áreas que uno imaginaría estables. Todo eso, según parece, forma parte de ese periodo que ha sido formalmente borrado. La pesadilla neoliberal, en la que se logró el mayor avance económico, democrático y de conocimiento de toda la historia humana, ha terminado.
Vamos a ver qué sigue. Aunque el resto del mundo no le importe a nuestro líder, entre el desfonde de Europa, el avance de China y el inicio del proceso a Trump, vivir en 1969 no parece una gran idea.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
Cualquiera sin algo invertido nota de inmediato los errores: ideas que a mediados del siglo XX eran malas, hoy ofrecidas como brillantes y novedosas soluciones. Cancelar licitaciones, rondas, líneas de transmisión, eventos internacionales, para construir una refinería; tirar a la basura Oportunidades, Seguro Popular, para repartir dinero a jóvenes en edad productiva, nada más por respirar (y votar); regresar a precios de garantía, créditos a la palabra, sementales prestados, como si el campo fuese el de 1950, como si no fuese México un exportador de frutas, verduras y legumbres, como si no produjésemos y consumiésemos hoy más proteína animal que en cualquier otra época. Todo, como si de verdad viviéramos hace medio siglo. Incluyendo bautizo de heredero con arzobispo primado.
Que el Presidente, sus secuaces, compañeros de partido y alianzas, subordinados de gobierno, crean que vivimos en 1969 no me parece un problema serio. Que 60, 70 u 80% de los mexicanos crea que este liderazgo merece respeto, aprobación y cariño, es una tragedia. ¿De verdad hay decenas de millones de mexicanos que no vieron pasar el último medio siglo?
No tengo ningún motivo para dudar de las encuestas, aunque siempre se tomen con un grano de sal. Sin duda la popularidad del Presidente es elevadísima. Lo confirma, por ejemplo, la gran confianza del consumidor, medida por INEGI. Pero en esa confirmación se aclara mucho: los consumidores creen más en el futuro que en el presente. Y así debe ser su voluntad de creer: no es que vivan hoy mejor, pero creen que lo harán, porque de verdad creen que López Obrador mejorará su situación. Bienaventurados.
Los primeros cien días, la semana que ha seguido, el anuncio ayer de la construcción de la refinería, en obra decidida mediante invitación a cuatro empresas, gritan lo que cualquiera vería, si no lo cegara el ánimo de creer: el nuevo gobierno está desfasado medio siglo. Y si su ejemplo fue un fracaso monumental, obvio decirle lo que ahora nos espera. Esos cincuenta años han sido los de mayor transformación en la historia humana, y el nuevo gobierno ni siquiera los imagina.
No parece que entiendan el fin de la era del petróleo, la transformación que eso implica en construcción de autos, el efecto indirecto en manufactura (vía impresión 3D), la orientación del mercado a turismo, entretenimiento y comunicación, utilizando 5G. No parece que imaginen ese mundo de personas mayores, con deudas inmensas, que implica tasas de interés bajas de forma permanente. No se ve que tengan idea de la recomposición geopolítica asociada a estos procesos.
Lo que tienen es lo que había hace medio siglo: petróleo, combustóleo, autodeterminación, seguridad alimentaria, con sus variantes new age: el alma del maíz, los aluxes y Jesusa.
Alguna vez comentamos aquí cómo en los últimos 25 años hemos reformulado prácticamente todo lo que sabíamos. Se ha generado más conocimiento en este tiempo que en toda la historia humana previa, incluso en áreas que uno imaginaría estables. Todo eso, según parece, forma parte de ese periodo que ha sido formalmente borrado. La pesadilla neoliberal, en la que se logró el mayor avance económico, democrático y de conocimiento de toda la historia humana, ha terminado.
Vamos a ver qué sigue. Aunque el resto del mundo no le importe a nuestro líder, entre el desfonde de Europa, el avance de China y el inicio del proceso a Trump, vivir en 1969 no parece una gran idea.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
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