Farsa peligrosa

Farsa peligrosa
Cuando uno compra en un mercado libre, que funciona, genera riqueza. Usted compra lo que le gusta, y paga un precio razonable. Esto significa que compró algo que, para usted, vale más que lo que pagó (de otra forma no lo hubiera comprado). Del otro lado, el vendedor logró colocar su producto a un precio que, para él, vale más que el producto (de otra forma, no lo hubiera vendido). Ambos, comprador y vendedor, han ganado en el intercambio: se ha generado riqueza.

Pero si el mercado no funciona bien, o no es libre, esto deja de ocurrir. Por ejemplo, cuando hay un solo vendedor: un monopolio. Para el monopolista, la estrategia ideal es vender menos de lo que el mercado estaría dispuesto a comprar, para poder colocarlo a un precio más alto. Así, usted compra menos de lo que hubiera querido, y paga más de lo que hubiera deseado. Buena parte de lo que habría sido una ganancia para usted en un mercado libre, acaba en manos del vendedor monopólico. Pero ocurre algo peor, en este intercambio no sólo no se genera riqueza, sino que se destruye. Por eso los monopolios no son buenos, porque reducen el bienestar de los compradores y de la economía en su conjunto.

Precisamente por esa razón, hace décadas Milton Friedman (el gran neoliberal, a ojos de sus críticos), propuso utilizar “vouchers” para financiar la educación. Reconociendo que se requería financiamiento público, pero buscando evitar un monopolio de la educación pública, Friedman sugirió que el gobierno entregara a las familias un documento válido por un año de educación para cada uno de sus hijos e hijas. Ese “voucher” serviría para que la familia eligiera cuál escuela le gustaba más, y con eso se tenía financiamiento público, pero con libertad para elegir institución.

Este sistema ha sido siempre duramente criticado por la izquierda. Por un lado, porque significa que el financiamiento público puede usarse para escuelas privadas; por otro, porque reduce el control gubernamental sobre el mecanismo adoctrinador más importante en la sociedad.

Larga introducción para referirme a lo que ocurre hoy en México. El nuevo gobierno está desmantelando al Estado, para entregar directamente a las personas los recursos para que sean ellos los que compren los servicios que requieren. Cierran las guarderías, y dan a las familias dinero por cada niño o niña para que adquieran ese servicio; cierran los centros de refugio para violencia intrafamiliar, y dicen que darán dinero a las mujeres para que ellas busquen en dónde cobijarse del marido golpeador.

El tamaño del absurdo es difícil de describir. Después de décadas de quejarse de un sistema de “vouchers” educativos, que funcionaría en un mercado regulado, competido, y por lo mismo podría ser exitoso, ahora entregan dinero (no “vouchers”, sino efectivo) para que las personas busquen los satisfactores en mercados muy poco desarrollados. Peor aún, en el caso de los refugios, el gobierno está monetizando un tema de seguridad. No sé si exista el término “colectivismo salvaje”, pero eso es lo que están haciendo.

Parecería que el señor López Obrador sólo entiende dos cosas: destruir instituciones (con la excusa de la corrupción, pero en realidad para eliminar contrapesos) y regalar dinero (fingiendo política social, pero realmente comprando apoyo).

Los anuncios en las conferencias mañaneras después tienen que ser moderados por sus colaboradores, que incluso ya dijeron oficialmente que lo dicho en esos eventos no necesariamente cuenta con respaldo documental. Más claro: nadie garantiza que lo dicho por el Presidente sea verdad, ni en sus datos, ni en sus acusaciones, ni en sus promesas o anuncios de política pública. Es, entonces, una farsa, pero una farsa sumamente peligrosa.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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