Muchos creyeron, o creímos, que la idea de mandar superdelegados del Presidente a los estados, si bien era medida ajena a nuestro federalismo, se trataba de una modalidad original de los nuevos gobernantes para centralizar el poder en el Ejecutivo.
No es así. La idea original en México fue de Agustín de Iturbide, bajo el nombre de Agustín I.
Al subir al poder, en 1822, el emperador Iturbide emitió el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano.
Ordena que en “cada capital de provincia habrá un Jefe Superior político nombrado por el Emperador. Los jefes políticos debían exigir a los ayuntamientos el cumplimiento de sus obligaciones” (Robles Martínez, Reynaldo. Origen y Desarrollo del Municipio en México).
Al caer el Emperador, la Constitución de 1824 establece la República Federal, compuesta por 19 estados, cuatro territorios y un Distrito Federal, y se acabaron los superdelegados que creó el Emperador.
Casi dos siglos más tarde, en 2019, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se apresta a promulgar los Lineamientos para dar facultades a estos nuevos personeros del jefe del Estado en las entidades.
Una nota de Víctor Fuentes, publicada en Reforma hace dos domingos, nos informa que “la Secretaría de Bienestar tiene listos los lineamientos sobre las atribuciones de los delegados de programas de desarrollo, figura cuya constitucionalidad está a revisión ante la Corte”.
La primera atribución general que se reconoce a estos funcionarios, apunta Víctor Fuentes, es “Representar al Ejecutivo federal en las entidades federativas”.
Ese punto es el regreso de Agustín I.
Hasta ahora el Ejecutivo federal no tiene representación en los estados, que son autónomos, libres y soberanos.
Existen, eso sí, delegaciones de dependencias federales con el objetivo de facilitar trámites de ciudadanos y de oficinas estatales.
Lo que hay es de orden práctico, operativo, pero no de carácter político.
En las entidades de la federación el mando es estatal, desde la Constitución de 1824.
Dicho en otras palabras, desde el Emperador Agustín I no había un representante del Ejecutivo (el monarca, o el presidente), y esa figura renace ahora con la cuarta transformación.
Salvo un paréntesis: en 1836, cuando el Partido Conservador aprobó las Siete Leyes Constitucionales que regresaban el país al centralismo.
Los superdelegados son una figura imperial, revocada por la República, luego del golpe de estado que pone fin al reinado de Agustín de Iturbide el 19 de marzo de 1823.
Ahora vuelven los superdelegados, representantes del Presidente en las entidades federativas, con atribuciones de todo tipo.
Entre las que enlista Víctor Fuentes, además de representar al Ejecutivo federal, están dar “seguimiento físico” a obras y servicios derivados de convenios Federación-Estados y “coadyuvar” con “instancias fiscalizadoras para vigilar su cumplimiento”.
Más parecido al Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, imposible. Con las palabras y los matices de dos siglos después, obviamente.
También se encuentran entre las atribuciones de los superdelegados, “Apoyar y supervisar la oportuna administración de recursos federales autorizados para distintos programas y acciones del Gobierno Federal en las entidades”.
En concreto, tienen todo el poder porque fiscalizan el dinero, controlan su entrega, son responsables de los programas, dan “seguimiento físico” a las obras y representan al Presidente de la República.
Para entender qué hace en la práctica un superdelegado, basta ver la fotonota que está al calce de la información de Fuentes. Ahí aparece el superdelegado del Presidente en el estado de Jalisco, chamarra, jeans y micrófono en mano en un evento de masas.
Dice el pie de foto: “El delegado federal en Jalisco, Carlos Lomelí, detalló que más de diez mil familias recibieron apoyos Prospera por 198 millones de pesos en los municipios de Arenal, Degollado, Zapotlanejo, Ayotlán, El Salto, Atotonilco y Tlajomulco”.
¿Alguien duda de quién manda en realidad en Jalisco?
¿Alguien piensa que eso es federalismo?
¿Alguien duda de quién será el próximo gobernador de Jalisco?
En efecto, no será el Jefe Superior nombrado por el Emperador. Sí será el superdelegado nombrado por el presidente López Obrador.
Y así en todos los estados de la República.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
No es así. La idea original en México fue de Agustín de Iturbide, bajo el nombre de Agustín I.
Al subir al poder, en 1822, el emperador Iturbide emitió el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano.
Ordena que en “cada capital de provincia habrá un Jefe Superior político nombrado por el Emperador. Los jefes políticos debían exigir a los ayuntamientos el cumplimiento de sus obligaciones” (Robles Martínez, Reynaldo. Origen y Desarrollo del Municipio en México).
Al caer el Emperador, la Constitución de 1824 establece la República Federal, compuesta por 19 estados, cuatro territorios y un Distrito Federal, y se acabaron los superdelegados que creó el Emperador.
Casi dos siglos más tarde, en 2019, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se apresta a promulgar los Lineamientos para dar facultades a estos nuevos personeros del jefe del Estado en las entidades.
Una nota de Víctor Fuentes, publicada en Reforma hace dos domingos, nos informa que “la Secretaría de Bienestar tiene listos los lineamientos sobre las atribuciones de los delegados de programas de desarrollo, figura cuya constitucionalidad está a revisión ante la Corte”.
La primera atribución general que se reconoce a estos funcionarios, apunta Víctor Fuentes, es “Representar al Ejecutivo federal en las entidades federativas”.
Ese punto es el regreso de Agustín I.
Hasta ahora el Ejecutivo federal no tiene representación en los estados, que son autónomos, libres y soberanos.
Existen, eso sí, delegaciones de dependencias federales con el objetivo de facilitar trámites de ciudadanos y de oficinas estatales.
Lo que hay es de orden práctico, operativo, pero no de carácter político.
En las entidades de la federación el mando es estatal, desde la Constitución de 1824.
Dicho en otras palabras, desde el Emperador Agustín I no había un representante del Ejecutivo (el monarca, o el presidente), y esa figura renace ahora con la cuarta transformación.
Salvo un paréntesis: en 1836, cuando el Partido Conservador aprobó las Siete Leyes Constitucionales que regresaban el país al centralismo.
Los superdelegados son una figura imperial, revocada por la República, luego del golpe de estado que pone fin al reinado de Agustín de Iturbide el 19 de marzo de 1823.
Ahora vuelven los superdelegados, representantes del Presidente en las entidades federativas, con atribuciones de todo tipo.
Entre las que enlista Víctor Fuentes, además de representar al Ejecutivo federal, están dar “seguimiento físico” a obras y servicios derivados de convenios Federación-Estados y “coadyuvar” con “instancias fiscalizadoras para vigilar su cumplimiento”.
Más parecido al Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, imposible. Con las palabras y los matices de dos siglos después, obviamente.
También se encuentran entre las atribuciones de los superdelegados, “Apoyar y supervisar la oportuna administración de recursos federales autorizados para distintos programas y acciones del Gobierno Federal en las entidades”.
En concreto, tienen todo el poder porque fiscalizan el dinero, controlan su entrega, son responsables de los programas, dan “seguimiento físico” a las obras y representan al Presidente de la República.
Para entender qué hace en la práctica un superdelegado, basta ver la fotonota que está al calce de la información de Fuentes. Ahí aparece el superdelegado del Presidente en el estado de Jalisco, chamarra, jeans y micrófono en mano en un evento de masas.
Dice el pie de foto: “El delegado federal en Jalisco, Carlos Lomelí, detalló que más de diez mil familias recibieron apoyos Prospera por 198 millones de pesos en los municipios de Arenal, Degollado, Zapotlanejo, Ayotlán, El Salto, Atotonilco y Tlajomulco”.
¿Alguien duda de quién manda en realidad en Jalisco?
¿Alguien piensa que eso es federalismo?
¿Alguien duda de quién será el próximo gobernador de Jalisco?
En efecto, no será el Jefe Superior nombrado por el Emperador. Sí será el superdelegado nombrado por el presidente López Obrador.
Y así en todos los estados de la República.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
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