Leo una nota, en estas mismas páginas, sobre el triunfo del América sobre un Pachuca invicto en… la Liga MX Femenil. Fue en la jornada ocho del actual campeonato. Miro las imágenes, también. El partido fue en las instalaciones de Coapa del equipo americanista. Tribunas propiamente dichas no hay en ese lugar así que yo me pregunto por qué se programan partidos sin espectadores. ¿Los organizadores saben, de todas maneras, que la gente no va a asistir y entonces no apartan alguno de los estadios de Ciudad de México o, mejor dicho, deciden, en este caso, no celebrar el encuentro, digamos, en un Estadio Azteca con las tribunas vacías?
Me resulta un enigma, esto del fútbol femenil y el tema me entristece un tanto porque, con todo y que existe ya esa mentada Liga MX Femenil, las chicas que juegan en los equipos no gozan ni lejanamente de las excepcionales condiciones económicas que sí merecen los varones, así fuere en esa llamada división «de ascenso» de la que nadie asciende.
Es un tema que tiene que ver con el mercado, desde luego, porque de los ingresos que genera el fútbol profesional de los hombres provienen, a su vez, los exorbitantes salarios de los jugadores. Pero el asunto tiene que ver también con el género en un deporte —a diferencia del tenis o del golf, por ejemplo— en el que las mujeres parecieran no haber encontrado su lugar frente a los aficionados. Y, vaya que son extraordinariamente buenas muchísimas jugadoras y vaya que se entregan y vaya que luchan como el que más. Para mayores señas, ahí las hemos tenido a las alemanas, a las noruegas y a las estadounidenses en los Mundiales exhibiendo un altísimo nivel futbolístico. En estos pagos, sin embargo, el fútbol femenil simplemente no lleva a los seguidores a los estadios. Y es una pena porque todas esas jóvenes mujeres están ahí, en las canchas, atendiendo el fortísimo llamado de una pasión que compartimos todos. Tenemos que apoyarlas. A fondo.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Me resulta un enigma, esto del fútbol femenil y el tema me entristece un tanto porque, con todo y que existe ya esa mentada Liga MX Femenil, las chicas que juegan en los equipos no gozan ni lejanamente de las excepcionales condiciones económicas que sí merecen los varones, así fuere en esa llamada división «de ascenso» de la que nadie asciende.
Es un tema que tiene que ver con el mercado, desde luego, porque de los ingresos que genera el fútbol profesional de los hombres provienen, a su vez, los exorbitantes salarios de los jugadores. Pero el asunto tiene que ver también con el género en un deporte —a diferencia del tenis o del golf, por ejemplo— en el que las mujeres parecieran no haber encontrado su lugar frente a los aficionados. Y, vaya que son extraordinariamente buenas muchísimas jugadoras y vaya que se entregan y vaya que luchan como el que más. Para mayores señas, ahí las hemos tenido a las alemanas, a las noruegas y a las estadounidenses en los Mundiales exhibiendo un altísimo nivel futbolístico. En estos pagos, sin embargo, el fútbol femenil simplemente no lleva a los seguidores a los estadios. Y es una pena porque todas esas jóvenes mujeres están ahí, en las canchas, atendiendo el fortísimo llamado de una pasión que compartimos todos. Tenemos que apoyarlas. A fondo.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Comentarios
Publicar un comentario
Hacer un Comentario