¿La verdad ya no sirve?

¿La verdad ya no sirve?
La verdad se certifica con cifras y datos concretos. No es un asunto de suposiciones, de simpatías o preferencias sino de comprobaciones precisas. En estos tiempos, sin embargo, los hechos se descartan con una asombrosa facilidad para dar paso a rumores e infundios propalados por las personas menos autorizadas para validar, justamente, una verdad. Hay también una extraña disposición a desechar las informaciones provenidas de fuentes tradicionalmente confiables atribuyendo oscuros intereses a la prensa y a los mismísimos expertos en los diferentes temas. Esta desconfianza se alimenta, curiosamente, de un espíritu supersticioso y de esa credulidad invertida —así le llamo yo a la propensión de tanta gente a creerse cualquier disparate por poco que contenga un elemento maligno y que resulte de la consabida conspiración, desde lo pernicioso de las vacunas hasta la toxicidad de la carne, pasando por el gran complot de los Gobiernos del mundo para envenenarnos con los gases de los reactores de los aviones o la-no-llegada de los astronautas a la Luna (todo fue un montaje, o sea)— que viene siendo, si lo piensas, una flagrante manifestación de ingenuidad.

Ya puestos, nada es creíble. Lo que diga el otro siempre podrá ser refutado; primeramente, intentando argumentos (en el mejor de los casos) y luego, como suele suceder con mayor frecuencia, descalificando de tajo la autenticidad de la información misma. A partir del momento en que lo que dices resulta ser fake news, entonces ya no hay manera alguna de respaldar una información. Uno podría, a su vez, refutarle al interlocutor sus falsas noticias pero ahí se termina de todas formas cualquier posibilidad de entendimiento. Es mentira eso, exclamaría uno. No, lo que es mentira es lo que estás diciendo tú, le replicarían. El cuento de nunca acabar.

Estamos afrontando, además, una feroz epidemia de mentiras. Las pregonan deliberada y descaradamente los demagogos populistas —Trump y otros de parecida catadura— y las amplifican sus seguidores en unas redes sociales cargadas de odio e intolerancia. De pronto, la verdad ya no cuenta. O sea, que la razón deja de existir. Prefiero ni imaginar adónde nos llevará esta inquietante deriva…

revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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