69 cuerpos fueron encontrados en 49 fosas clandestinas en un predio de la comunidad de Santa Rosa, en el municipio de Tecomán, en Colima. En la zona norte de Guerrero, el trabajo intenso de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, han hallado siete cuerpos y decenas de restos óseos en “puntos que ya habían sido procesados por la Fiscalía General del Estado de Guerrero”, señaló este grupo.
Estos son solo algunas de las 40 mil personas desaparecidas, la cifra oficial que ha dado el gobierno federal y que dadas las condiciones actuales, puede ser una cifra menor a lo que en realidad ha pasado en el país.
Parece una pesadilla interminable para miles de familias, que se han visto obligada a padecer la incapacidad y omisión de las autoridades, por lo que tuvieron que buscar a otros que tienen el mismo dolor y organizarse para hacer algo y que los desaparecidos no queden en el olvido.
En un relato que retoma El Universal de Reyna Barrera, una mujer que busca a su hijo desaparecido en 2011 en Poza Rica, Veracruz, y que acompaña las labores de búsqueda de la IV Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en el estado de Guerrero, se puede dimensionar el dolor y la desesperación que tienen estas personas.
Al descubrir un cuerpo, la mujer dijo: “Quiero llorarle porque nadie sabe que está aquí. Sus padres no saben. Está aquí solo y yo le voy a llorar porque alguien tiene que hacerlo… ¿Y cuándo vamos a encontrar a nuestros hijos? ¿Cuánto tiempo más sin saber de ellos…?”
Estas palabras y este escenario es muestra de “la magnitud de la crisis humanitaria que vive México”, tal como lo señaló en su momento Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación.
Con más de 1100 fosas clandestinas ubicadas hasta el momento y 26 mil cuerpos sin identificar, la “guerra contra el crimen organizado” terminó siendo un caldo de cultivo para la violación de los derechos humanos de la sociedad; algo que no se ve en países que se dicen democráticos y libres; en una paradoja más que vivimos en México.
Aún no es fácil identificar las consecuencias sociales, económicas y emocionales de esto, pero al menos el gobierno de López Obrador reconoce y habla de cifras; no de esos datos maquillados y resumidos, sino de algo que si bien está por debajo de la realidad, se acerca un poco a lo que se vive en las calles a diario.
Esto se puede ver como un avance importante dado que de alguna manera, puede ser más sensible a los sufrimientos de las familias, cambiando así las posturas de los gobiernos anteriores que todo era un trámite burocrático cuando se trataba de hablar de la crisis humanitaria que se presenta en el país.
Sin embargo, en la medida en que el gobierno de AMLO toma decisiones y aplica medidas –para algunos extremas o al menos polémicas-, en esa misma proporción se va descubriendo la profundidad de los problemas y sus ramificaciones, que en el caso de seguridad y violencia, parece ser como un monstruo de mil cabezas que de cualquier lado, afecta de manera directa a la sociedad.
AMLO afirmó que su estrategia no solo estaba orientada a detener a los criminales y dejar que sus organizaciones siguieran operando, sino en frenar precisamente los robos, secuestros, asesinatos y extorsiones, además de las desapariciones; todos esos delitos que han trastocado el tejido social del país y lo han dejado roto.
Ese será el verdadero éxito de una estrategia de seguridad. No detener a los que están en una lista de los más buscados, sino evitar que sus actividades afecten a la sociedad. Mientras tanto, la interminable búsqueda de desparecidos en México continúa de manera desesperada y lo más dramático de todo, es que los nombres de los que ya no están se siguen acumulando.
Estos son solo algunas de las 40 mil personas desaparecidas, la cifra oficial que ha dado el gobierno federal y que dadas las condiciones actuales, puede ser una cifra menor a lo que en realidad ha pasado en el país.
Parece una pesadilla interminable para miles de familias, que se han visto obligada a padecer la incapacidad y omisión de las autoridades, por lo que tuvieron que buscar a otros que tienen el mismo dolor y organizarse para hacer algo y que los desaparecidos no queden en el olvido.
En un relato que retoma El Universal de Reyna Barrera, una mujer que busca a su hijo desaparecido en 2011 en Poza Rica, Veracruz, y que acompaña las labores de búsqueda de la IV Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en el estado de Guerrero, se puede dimensionar el dolor y la desesperación que tienen estas personas.
Al descubrir un cuerpo, la mujer dijo: “Quiero llorarle porque nadie sabe que está aquí. Sus padres no saben. Está aquí solo y yo le voy a llorar porque alguien tiene que hacerlo… ¿Y cuándo vamos a encontrar a nuestros hijos? ¿Cuánto tiempo más sin saber de ellos…?”
Estas palabras y este escenario es muestra de “la magnitud de la crisis humanitaria que vive México”, tal como lo señaló en su momento Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación.
Con más de 1100 fosas clandestinas ubicadas hasta el momento y 26 mil cuerpos sin identificar, la “guerra contra el crimen organizado” terminó siendo un caldo de cultivo para la violación de los derechos humanos de la sociedad; algo que no se ve en países que se dicen democráticos y libres; en una paradoja más que vivimos en México.
Aún no es fácil identificar las consecuencias sociales, económicas y emocionales de esto, pero al menos el gobierno de López Obrador reconoce y habla de cifras; no de esos datos maquillados y resumidos, sino de algo que si bien está por debajo de la realidad, se acerca un poco a lo que se vive en las calles a diario.
Esto se puede ver como un avance importante dado que de alguna manera, puede ser más sensible a los sufrimientos de las familias, cambiando así las posturas de los gobiernos anteriores que todo era un trámite burocrático cuando se trataba de hablar de la crisis humanitaria que se presenta en el país.
Sin embargo, en la medida en que el gobierno de AMLO toma decisiones y aplica medidas –para algunos extremas o al menos polémicas-, en esa misma proporción se va descubriendo la profundidad de los problemas y sus ramificaciones, que en el caso de seguridad y violencia, parece ser como un monstruo de mil cabezas que de cualquier lado, afecta de manera directa a la sociedad.
AMLO afirmó que su estrategia no solo estaba orientada a detener a los criminales y dejar que sus organizaciones siguieran operando, sino en frenar precisamente los robos, secuestros, asesinatos y extorsiones, además de las desapariciones; todos esos delitos que han trastocado el tejido social del país y lo han dejado roto.
Ese será el verdadero éxito de una estrategia de seguridad. No detener a los que están en una lista de los más buscados, sino evitar que sus actividades afecten a la sociedad. Mientras tanto, la interminable búsqueda de desparecidos en México continúa de manera desesperada y lo más dramático de todo, es que los nombres de los que ya no están se siguen acumulando.
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