Hay un punto, pasado el cual, hasta la justicia se vuelve injusta
Sófocles.
Quiero pensar que muchas de las acciones impulsadas por la 4T tienen como motivación buscar un país más justo, algo muy deseable. Pero la verdadera justicia es esencialmente compleja, llena de matices, no nace de la tabula rasa. Lo que estamos viviendo es una estampida de justicieros que sienten haber recibido la bendición para sus atropellos.
Tiene 33 años, profesionista sólida, casi una década trabajando en una Secretaría. Entra al despacho del nuevo director y le espetan la pregunta, usted por quién votó. Al reclamar lo improcedente del trato, escucha, está usted despedida. Una gran injusticia. Hay miles de casos similares. ¿Quién es responsable? O quizá la motivación verdadera no es la justicia, sino una desconfianza enfermiza. Por eso ven mafias en todas partes, “hay mafias en todo”, entre los científicos, los académicos, los intelectuales, los empresarios. Todos —salvo el pueblo bueno— conspiran. Qué horror andar así por la vida. Debe doler el alma.
Pero no sólo son grupos humanos. Las instituciones también conspiran, las calificadoras tienen colmillos larguísimos, por eso son “hipócritas”. El INE —una de las joyas institucionales— puede traicionar en cualquier momento. Reacción: cortarle el presupuesto y hacerla tambalear en sus capacidades. En cifras oficiales, la cancelación de Texcoco puede costar entre 80 y 100 mil mdp, pero no hay 900 para el INE. La desconfianza se extiende a la CNDH, al Inai, a la Cofece, al Inegi, también muy recortado, a todos los órganos autónomos, que son contrapesos y garantías para inversionistas y ciudadanos simples. El desconfiado necesita rodearse de “los suyos”, sólo en ellos puede confiar. No importa que sean puestos muy técnicos, el requisito es otro: lealtad. En la CRE el ridículo es mayor. Van mis cuates, así tenga que brincarme la ley o modificarla. Qué peligro tener a un desconocido en alguna parte de la enorme administración.
Por qué postular a tres mujeres —cuya capacidad no pongo en duda— a ocupar un sitial en la Corte, tres mujeres con evidentes vínculos de cercanía personal. Gertz es un hombre muy capaz, pero también es un hombre muy cercano. La sospecha es inexorable. Además de la desconfianza como principio, en seis semanas ha quedado claro un profundo desprecio por el servicio público. De nuevo a raja tabla, todos los que estaban adentro por definición son corruptos. Van los míos. Otra enorme injusticia. Desprecio al servicio público, desprecio a las capacidades profesionales. Ganar más de 108 mil pesos es una ofensa, ha dicho. Desconfianza, desprecio e ignorancia. La embestida a las estancias infantiles quedará como un gran monumento a la injusticia.
Pero como de atolondrar se trata, por qué no lanzarse contra las Organizaciones de la Sociedad Civil, de nuevo a machetazos. Ignorancia porque en los países más justos, las OSC son un pilar del estado. Muchas de las actividades de atención a grupos vulnerables —para las cuales el Estado es muy ineficiente— sólo se logran a través de ciudadanos organizados. Parejo dicen, como si la expresión fuera sinónimo de justicia. Es todo lo contrario, cadalso a todas es una brutal injusticia para los niños en situación de calle, para las mujeres, para quienes padecen debilidad visual o auditiva, para los quemados, para muchos ancianos, para las personas enfermas, para los sin techo a los que llegan las OSC. Cadalso producto de la ignorancia porque el Estado mexicano es de los que menos aportan en el mundo a este tipo de organizaciones. Ignorancia porque muchas cobran cuotas de recuperación para poder seguir adelante, el Hospital de la Ceguera, gran ejemplo. Ignorancia porque son una excelente fuente de empleos, en EU uno de cada 10 empleos está en el tercer sector. Otra dolorosa consecuencia del desbocado galope de los justicieros.
Desconfianza, que en el fondo es inseguridad. Desprecio por el servicio público que no se entiende en quienes quieren ser siervos. Ignorancia tan grosera que se vuelve sospechosa. O quizá hay otra motivación muy concreta: la concentración del poder. Burócratas, pero míos; apoyos directos para abuelitos como clientelas permanentes; destrucción de los contrapesos y de los evaluadores; del Ejército asesino pasamos, en semanas, al imprescindible para la seguridad, eso sí con algunas jugosas concesiones de por medio.
Por eso no preocupan las dolorosas injusticias para científicos, profesionistas, niños, madres, ancianos, invidentes, pobres extremos, enfermos y un larguísimo etcétera. Cualquiera que de verdad quiera ser justo, no dormiría con un breve recuento de las decisiones, rectificaría de inmediato en busca de la tranquilidad interior. El justo quiere ser bueno.
Nos dicen que quieren bajarnos el cielo, pero parece que quieren bajarnos... al infierno.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
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