Bien por las denuncias de corrupción, por una revisión de excesos y desviaciones. Pero algo está torcido en la lectura. Generalizar sospechas sin evidencias es enfermizo, perverso. Pareciera más una persecución de fantasmas que una verdadera estrategia de gobierno. El delirio merodea.
Se llaman estancias infantiles y son otra respuesta para atender la primera infancia, periodo determinante en la formación del ser humano. Un apoyo concreto a niños desprotegidos, incluso abandonados o con discapacidad, a madres trabajadoras, muchas de ellas jefas de hogar, principales proveedoras que pueden confiar a un menor en un lugar adecuado y con un cuidado correcto. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Por qué no mejor un Centro de Desarrollo Infantil en forma? La respuesta es clara: los dineros públicos no alcanzarían para la inversión física, bienes inmuebles, rentados o propios, para dar cabida a una amplísima base de la pirámide poblacional que hoy requiere ese servicio. Acento en el hoy, porque dentro de una década la dimensión del reto será mucho menor. Es absurdo invertir en edificaciones que en un futuro estarán vacías. Ya sucede con muchos jardines de niños que ven decrecer su población.
Algo similar ocurre con los adultos mayores. Llevarles los cuidados necesarios a espacios privados puede ser más eficiente que la construcción de residencias. Hay un dilema. España tiene una larga experiencia en ello. La idea no es nueva. En muchos países —Gran Bretaña quizá es el caso más conocido— los servicios de salud se apoyan en la práctica privada —incluidos los consultorios— para poder así brindar un servicio más eficiente. Las estancias infantiles son, en ese sentido, una política de vanguardia que atiende alrededor de 400 mil menores. Pero los fantasmas hicieron de las suyas.
La política de machetazos de la Cuarta Transformación (4T) dejó caer el filo de su insensibilidad justo allí. Resultado concreto, cientos de miles de niños, hogares y padres (quizá 500 mil) afectados de la noche a la mañana. Es el equivalente a una ciudad mediana (dos veces Puerto Vallarta) en el desamparo. ¿Cuáles fueron los motivos para esta desmesura? Una vez más, una deforme idea de combate a la corrupción, la cizaña de los usos facciosos, de las intrigas políticas. Pero, de acuerdo a la Auditoría Superior de la Federación, las irregularidades de distinto tipo podrían alcanzar al 7% de las estancias, 93% van bien. Corregir y dar continuidad sería lo sensato. Con esa mecánica deberían prohibir las cirugías, la aviación y la navegación: existe la negligencia, los aviones se caen y los barcos también se hunden. Simplemente es irracional. De nuevo, los fantasmas guiando a los gobernantes.
De las intrigas políticas —para no variar— nada hay en concreto. Conjeturas que apuntan al panismo y a Margarita Zavala, en particular, quien impulsó las estancias convencida de sus bondades. Otra vez una enfermiza maquinación. Algo no cuadra, porque la mayoría de las entidades con mayor número de ellas —Estado de México, Veracruz, Puebla, Jalisco o la CDMX— estaban en manos opositoras al PAN cuando inició el programa. Con otra, las nueve mil estancias afectadas atienden a población particularmente pobre.
Para la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), cancelar el servicio sería un acto discriminatorio en contra de los pobres y de las madres trabajadoras. Alrededor de 45% de las estancias están en áreas marginadas. ¿Qué es esto? Al dar el apoyo directamente a los padres se pierde todo control para garantizar que los niños sean los beneficiados y no el consumo de alcohol, por ejemplo. Además, se parte de un concepto idealizado del hogar. Mario Luis Fuentes recordaba ayer, en estas páginas, el altísimo porcentaje (60%) de hogares que reportan maltrato.
Son los mismos fantasmas que lanzaron a la 4T contra los entes autónomos, y a sembrar cizaña contra exfuncionarios sin ninguna base jurídica, dañando reputaciones a diestra y siniestra, siguiendo un supuesto paranoico: detrás de ellos está la conspiración contra el régimen. Eso sí, la CNTE, enseñoreada por el apapacho oficial, hace gala de su capacidad para burlarse del Presidente y —aún más grave— del Estado mexicano. Con aliados de esa magnitud para qué buscar enemigos. Pero los fantasmas no sólo llevan a inventar conspiraciones y a políticas erróneas, las fuertes dosis de paranoia en la vida nacional confrontan a los mexicanos, nos dividen, enferman.
Miles de toneladas de productos perecederos varados por el desabasto en el miope combate al huachicol, miles de empleos perdidos por una equivoca política salarial y por las intrigas laborales en Matamoros, inversiones detenidas por la incertidumbre sobre la Reforma Energética y ahora miles de niños y familias al garete en su vida cotidiana.
Perseguir fantasmas hiere a los pobres.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Se llaman estancias infantiles y son otra respuesta para atender la primera infancia, periodo determinante en la formación del ser humano. Un apoyo concreto a niños desprotegidos, incluso abandonados o con discapacidad, a madres trabajadoras, muchas de ellas jefas de hogar, principales proveedoras que pueden confiar a un menor en un lugar adecuado y con un cuidado correcto. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Por qué no mejor un Centro de Desarrollo Infantil en forma? La respuesta es clara: los dineros públicos no alcanzarían para la inversión física, bienes inmuebles, rentados o propios, para dar cabida a una amplísima base de la pirámide poblacional que hoy requiere ese servicio. Acento en el hoy, porque dentro de una década la dimensión del reto será mucho menor. Es absurdo invertir en edificaciones que en un futuro estarán vacías. Ya sucede con muchos jardines de niños que ven decrecer su población.
Algo similar ocurre con los adultos mayores. Llevarles los cuidados necesarios a espacios privados puede ser más eficiente que la construcción de residencias. Hay un dilema. España tiene una larga experiencia en ello. La idea no es nueva. En muchos países —Gran Bretaña quizá es el caso más conocido— los servicios de salud se apoyan en la práctica privada —incluidos los consultorios— para poder así brindar un servicio más eficiente. Las estancias infantiles son, en ese sentido, una política de vanguardia que atiende alrededor de 400 mil menores. Pero los fantasmas hicieron de las suyas.
La política de machetazos de la Cuarta Transformación (4T) dejó caer el filo de su insensibilidad justo allí. Resultado concreto, cientos de miles de niños, hogares y padres (quizá 500 mil) afectados de la noche a la mañana. Es el equivalente a una ciudad mediana (dos veces Puerto Vallarta) en el desamparo. ¿Cuáles fueron los motivos para esta desmesura? Una vez más, una deforme idea de combate a la corrupción, la cizaña de los usos facciosos, de las intrigas políticas. Pero, de acuerdo a la Auditoría Superior de la Federación, las irregularidades de distinto tipo podrían alcanzar al 7% de las estancias, 93% van bien. Corregir y dar continuidad sería lo sensato. Con esa mecánica deberían prohibir las cirugías, la aviación y la navegación: existe la negligencia, los aviones se caen y los barcos también se hunden. Simplemente es irracional. De nuevo, los fantasmas guiando a los gobernantes.
De las intrigas políticas —para no variar— nada hay en concreto. Conjeturas que apuntan al panismo y a Margarita Zavala, en particular, quien impulsó las estancias convencida de sus bondades. Otra vez una enfermiza maquinación. Algo no cuadra, porque la mayoría de las entidades con mayor número de ellas —Estado de México, Veracruz, Puebla, Jalisco o la CDMX— estaban en manos opositoras al PAN cuando inició el programa. Con otra, las nueve mil estancias afectadas atienden a población particularmente pobre.
Para la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), cancelar el servicio sería un acto discriminatorio en contra de los pobres y de las madres trabajadoras. Alrededor de 45% de las estancias están en áreas marginadas. ¿Qué es esto? Al dar el apoyo directamente a los padres se pierde todo control para garantizar que los niños sean los beneficiados y no el consumo de alcohol, por ejemplo. Además, se parte de un concepto idealizado del hogar. Mario Luis Fuentes recordaba ayer, en estas páginas, el altísimo porcentaje (60%) de hogares que reportan maltrato.
Son los mismos fantasmas que lanzaron a la 4T contra los entes autónomos, y a sembrar cizaña contra exfuncionarios sin ninguna base jurídica, dañando reputaciones a diestra y siniestra, siguiendo un supuesto paranoico: detrás de ellos está la conspiración contra el régimen. Eso sí, la CNTE, enseñoreada por el apapacho oficial, hace gala de su capacidad para burlarse del Presidente y —aún más grave— del Estado mexicano. Con aliados de esa magnitud para qué buscar enemigos. Pero los fantasmas no sólo llevan a inventar conspiraciones y a políticas erróneas, las fuertes dosis de paranoia en la vida nacional confrontan a los mexicanos, nos dividen, enferman.
Miles de toneladas de productos perecederos varados por el desabasto en el miope combate al huachicol, miles de empleos perdidos por una equivoca política salarial y por las intrigas laborales en Matamoros, inversiones detenidas por la incertidumbre sobre la Reforma Energética y ahora miles de niños y familias al garete en su vida cotidiana.
Perseguir fantasmas hiere a los pobres.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
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