La única fortaleza proviene de reconocer las propias debilidades, dice Gandhi. Fuerte es aquel que conoce sus fronteras, sus abismos y cede. Ceder es un acto que, con frecuencia, recibe interpretaciones machistas. El que cede, pierde, se dice con facilidad; es débil, no tuvo la fuerza para imponerse. Falso. Gandhi diría exactamente lo contrario: el que cede reconoce debilidades y, al hacerlo, cultiva con tenacidad su parcela, sus fortalezas
El jardín de las fortalezas individuales es aquel en el que crece lo que puede crecer, aquello que encuentra la tierra idónea, el clima benigno, la humedad satisfactoria. El empeño es un buen rumbo a seguir, pero la necedad envenena.
En 100 días, López Obrador ha mostrado sus empeños, muchos loables, pero también sus obsesiones, sus debilidades. Si su orgullo fuera menor y sus deseos de traer más bienestar a México se impusieran, debería entrar en el territorio de la cesión. Adelante con el empeño de vender bienes lujosos, automóviles en particular, pero la subasta fue ridícula. Nada sale de allí para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos. Bien por el empeño de sencillez, pero ha habido momentos de auténtica irresponsabilidad en sus traslados. Su mayor compromiso es con la Presidencia de la República que él encarna, como ocurrió con Juárez, Madero, Carranza, Cárdenas y muchos otros. A esa institución, que no es suya, es sólo prestada, le debe respeto. Entregar una Presidencia vilipendiada o lastimada daña a la República. Debe entregarla entera. Quien llegue, tendrá que rentar o comprar un espacio adecuado para cumplir sus funciones, Los Pinos II, y nos va a costar un dinero. Tendrá que comprar vehículos seguros, tendrá que... recuperar cierto andamiaje de la institución.
Pero AMLO no cede en sus principales debilidades —el NAIM, número uno— y ello lo debilita. Texcoco mandaría una excelente señal de sensatez al mundo, a la economía. No ha cedido en la obsesión de la refinería justo donde no debería estar. Al no ceder, sus debilidades se agrandan. El que cede, crece, eso queremos. Al contrario de Gandhi, al negarlas, no se desprende de ellas y las carga como un fardo. “Ya quiero decir que terminé con la corrupción”. Lamento decirle, señor Presidente, que usted se irá del poder y habrá corrupción. La simple voluntad de cambio —muy importante— no es suficiente. Barrer de arriba para abajo fue propaganda eficaz. Pero la realidad es bastante más compleja. La obra pública sin licitaciones —así fueran totalmente legales— será otra mácula de su gestión.
No cede ante la imprescindible autonomía de los entes reguladores, con lo cual lanza piedras al cielo. Los entes reguladores son esencialmente autónomos o no lo son. No cede en la barbaridad de Conacyt transformado en venero de la sabiduría de la madre tierra. La comunidad científica, que de verdad preferiría estar detrás del microscopio o del telescopio, está levantada en armas. Al no ceder muestran ignorancia. Ceda, señor Presidente. No pasa nada. Adiós al machismo, bienvenida la sensatez. Insisto, el que cede se engrandece y usted apenas va para 100 días y puede crecer mucho, es lo deseable. Pero la actitud debe ser otra. El ganso no ayuda.
Un ejemplo muy alentador. La Guardia Nacional fue un tema complejo y muy debatido. Las posiciones del gobierno fueron cambiando, Morena en el Senado cedió ante los señalamientos de juristas, sociedad civil especializada en el tema, etcétera. El Presidente y su equipo defendían una versión muy criticable por la excesiva presencia y control militares en la nueva corporación. Pero algo nuevo había que hacer porque las anteriores estrategias fracasaron. Durante semanas, meses, versiones de la GN fueron y vinieron y por fin se obtuvo consenso en el Senado. Todos ganan. El Presidente saca adelante su propuesta, pero con matices muy relevantes. Va la Guardia, pero sujeta a control civil. ¿Quién perdió, acaso López Obrador, su equipo? Por supuesto que no. Con negociación ganamos.
En las negociaciones se reconocen debilidades, se defienden fortalezas reales y se adquieren las surgidas de la propia negociación. Ceder afina criterios y logra gobernanza. Ceda, Presidente, ante los temas en que es absurda la defensa, ceda y tendrá más apoyos, ceda y la economía irá mejor, se crearán más empleos, la dolarización se frenará, la inversión fluirá. Ceda frente a algunas obsesiones de los primeros meses, ceda frente a asuntos que no tienen ni pies ni cabeza, como el aeropuerto de Texcoco, ceda y estará gobernando en un nivel de sutileza que el gobierno de México, de nuestro gran país, exige. No ceda ante la CNTE. Ceda sin perder su propio rumbo, pero reconociendo la brújula de la realidad.
Ceda y su capacidad de transformar, el verdadero poder, estará en sus manos. Ceda por el bien de todos para que sea un buen Presidente. Ceder ennoblece.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
El jardín de las fortalezas individuales es aquel en el que crece lo que puede crecer, aquello que encuentra la tierra idónea, el clima benigno, la humedad satisfactoria. El empeño es un buen rumbo a seguir, pero la necedad envenena.
En 100 días, López Obrador ha mostrado sus empeños, muchos loables, pero también sus obsesiones, sus debilidades. Si su orgullo fuera menor y sus deseos de traer más bienestar a México se impusieran, debería entrar en el territorio de la cesión. Adelante con el empeño de vender bienes lujosos, automóviles en particular, pero la subasta fue ridícula. Nada sale de allí para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos. Bien por el empeño de sencillez, pero ha habido momentos de auténtica irresponsabilidad en sus traslados. Su mayor compromiso es con la Presidencia de la República que él encarna, como ocurrió con Juárez, Madero, Carranza, Cárdenas y muchos otros. A esa institución, que no es suya, es sólo prestada, le debe respeto. Entregar una Presidencia vilipendiada o lastimada daña a la República. Debe entregarla entera. Quien llegue, tendrá que rentar o comprar un espacio adecuado para cumplir sus funciones, Los Pinos II, y nos va a costar un dinero. Tendrá que comprar vehículos seguros, tendrá que... recuperar cierto andamiaje de la institución.
Pero AMLO no cede en sus principales debilidades —el NAIM, número uno— y ello lo debilita. Texcoco mandaría una excelente señal de sensatez al mundo, a la economía. No ha cedido en la obsesión de la refinería justo donde no debería estar. Al no ceder, sus debilidades se agrandan. El que cede, crece, eso queremos. Al contrario de Gandhi, al negarlas, no se desprende de ellas y las carga como un fardo. “Ya quiero decir que terminé con la corrupción”. Lamento decirle, señor Presidente, que usted se irá del poder y habrá corrupción. La simple voluntad de cambio —muy importante— no es suficiente. Barrer de arriba para abajo fue propaganda eficaz. Pero la realidad es bastante más compleja. La obra pública sin licitaciones —así fueran totalmente legales— será otra mácula de su gestión.
No cede ante la imprescindible autonomía de los entes reguladores, con lo cual lanza piedras al cielo. Los entes reguladores son esencialmente autónomos o no lo son. No cede en la barbaridad de Conacyt transformado en venero de la sabiduría de la madre tierra. La comunidad científica, que de verdad preferiría estar detrás del microscopio o del telescopio, está levantada en armas. Al no ceder muestran ignorancia. Ceda, señor Presidente. No pasa nada. Adiós al machismo, bienvenida la sensatez. Insisto, el que cede se engrandece y usted apenas va para 100 días y puede crecer mucho, es lo deseable. Pero la actitud debe ser otra. El ganso no ayuda.
Un ejemplo muy alentador. La Guardia Nacional fue un tema complejo y muy debatido. Las posiciones del gobierno fueron cambiando, Morena en el Senado cedió ante los señalamientos de juristas, sociedad civil especializada en el tema, etcétera. El Presidente y su equipo defendían una versión muy criticable por la excesiva presencia y control militares en la nueva corporación. Pero algo nuevo había que hacer porque las anteriores estrategias fracasaron. Durante semanas, meses, versiones de la GN fueron y vinieron y por fin se obtuvo consenso en el Senado. Todos ganan. El Presidente saca adelante su propuesta, pero con matices muy relevantes. Va la Guardia, pero sujeta a control civil. ¿Quién perdió, acaso López Obrador, su equipo? Por supuesto que no. Con negociación ganamos.
En las negociaciones se reconocen debilidades, se defienden fortalezas reales y se adquieren las surgidas de la propia negociación. Ceder afina criterios y logra gobernanza. Ceda, Presidente, ante los temas en que es absurda la defensa, ceda y tendrá más apoyos, ceda y la economía irá mejor, se crearán más empleos, la dolarización se frenará, la inversión fluirá. Ceda frente a algunas obsesiones de los primeros meses, ceda frente a asuntos que no tienen ni pies ni cabeza, como el aeropuerto de Texcoco, ceda y estará gobernando en un nivel de sutileza que el gobierno de México, de nuestro gran país, exige. No ceda ante la CNTE. Ceda sin perder su propio rumbo, pero reconociendo la brújula de la realidad.
Ceda y su capacidad de transformar, el verdadero poder, estará en sus manos. Ceda por el bien de todos para que sea un buen Presidente. Ceder ennoblece.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
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