En esta semana, las señales de consolidación del autoritarismo han sido abundantes. Por un lado, desde la Presidencia se ataca sin piedad al encargado de un órgano autónomo que osó enfrentar al gobierno. Guillermo García Alcocer, comisionado presidente de la CRE, se negó a renunciar a su puesto cuando, de forma ilegal, la secretaria Nahle se lo exigió, como lo hizo con todos los comisionados de la CRE y la CNH. Además, expresó críticas (muy respetuosamente) a las propuestas que anunció Manuel Bartlett la semana pasada.
A López Obrador no se le puede decir que no. Quien lo hace, se convierte en un estorbo, que quitará de su camino en cuanto pueda y como pueda. Así ha sido siempre, como podrían atestiguarlo muchos que en algún momento colaboraron con él. Un ejemplo más fue la descalificación que lanzó el martes en su “Aló, presidente” de las mañanas: en la sociedad civil sólo hay conservadores. Para quien aún no descifra el lenguaje de López Obrador, conservador significa enemigo. Es autoritario, ya deberían haberlo entendido.
Precisamente por esa orientación del Presidente, los cambios institucionales de la semana son preocupantes. El martes, nueve diputados del PRD abandonaron ese partido y anunciaron que conformarán un grupo independiente, aunque es evidente que intentarán acercarse a Morena. Algunos morenistas se oponen, considerando el historial de corrupción de un par de esos diputados, pero no desentonarían con el resto del partido, un edificio que se construyó con cascajo de todas partes. Lo relevante, en cualquier caso, es que con esos votos la coalición que apoya al Presidente tiene ya 335 votos en la Cámara, una mayoría constitucional. Gracias a eso, el mismo martes se aprobó una modificación al artículo 19 constitucional, que permite la prisión preventiva oficiosa para varios delitos. Esto significa que quienes sean acusados de haberlos cometido, sean o no culpables, irán a la cárcel, y desde ahí seguirán su proceso, que puede ser eterno, como usted sabe.
Por otra parte, la creación de la Guardia Nacional Militar continúa. El dictamen fue aprobado en comisiones y se votará hoy en la sesión ordinaria del Senado. En este caso, es el PRI el que aporta los votos necesarios para su aprobación.
Es decir, que a partir de que estas dos modificaciones constitucionales sean aprobadas en los congresos estatales (mero trámite, puesto que Morena controla 20 de ellos), estaremos literalmente en manos de militares, que sólo deben lealtad a un personaje profundamente autoritario, y que no requieren pasar por el juez para encarcelar a cualquiera. Si usted es acusado de enriquecimiento ilícito, violación, secuestro, o trata de personas, por poner unos ejemplos, irá a la cárcel sin trámite alguno. Piense en los dos albañiles que fueron acusados falsamente hace unos días de intentar secuestrar a una mujer en el Metro. Bajo el nuevo esquema, habrían ido a la cárcel y seguramente ahí se pudrirían.
Muchos seguidores de López Obrador insisten en que él es bueno y por eso no deberíamos preocuparnos. Yo no coincido con esa apreciación, pero un marco institucional autoritario es peligroso, sin importar quién lo encabece.
Lo único que faltaría ahora para cerrar la pinza, es una estructura de delatores, uno por cuadra, como son los comités de defensa de la revolución en Cuba y Venezuela. Un vecino o colega de trabajo que acusa de violación, robo a casa habitación, trata de personas, y con eso es suficiente.
No hay duda de que la inseguridad en México debe combatirse con urgencia. Pero su origen es la falta de capacidades en seguridad pública, procuración, impartición y administración de justicia. Eso no se resuelve con leyes draconianas y militares empoderados. No se dejen engañar, esto va en otra dirección.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
A López Obrador no se le puede decir que no. Quien lo hace, se convierte en un estorbo, que quitará de su camino en cuanto pueda y como pueda. Así ha sido siempre, como podrían atestiguarlo muchos que en algún momento colaboraron con él. Un ejemplo más fue la descalificación que lanzó el martes en su “Aló, presidente” de las mañanas: en la sociedad civil sólo hay conservadores. Para quien aún no descifra el lenguaje de López Obrador, conservador significa enemigo. Es autoritario, ya deberían haberlo entendido.
Precisamente por esa orientación del Presidente, los cambios institucionales de la semana son preocupantes. El martes, nueve diputados del PRD abandonaron ese partido y anunciaron que conformarán un grupo independiente, aunque es evidente que intentarán acercarse a Morena. Algunos morenistas se oponen, considerando el historial de corrupción de un par de esos diputados, pero no desentonarían con el resto del partido, un edificio que se construyó con cascajo de todas partes. Lo relevante, en cualquier caso, es que con esos votos la coalición que apoya al Presidente tiene ya 335 votos en la Cámara, una mayoría constitucional. Gracias a eso, el mismo martes se aprobó una modificación al artículo 19 constitucional, que permite la prisión preventiva oficiosa para varios delitos. Esto significa que quienes sean acusados de haberlos cometido, sean o no culpables, irán a la cárcel, y desde ahí seguirán su proceso, que puede ser eterno, como usted sabe.
Por otra parte, la creación de la Guardia Nacional Militar continúa. El dictamen fue aprobado en comisiones y se votará hoy en la sesión ordinaria del Senado. En este caso, es el PRI el que aporta los votos necesarios para su aprobación.
Es decir, que a partir de que estas dos modificaciones constitucionales sean aprobadas en los congresos estatales (mero trámite, puesto que Morena controla 20 de ellos), estaremos literalmente en manos de militares, que sólo deben lealtad a un personaje profundamente autoritario, y que no requieren pasar por el juez para encarcelar a cualquiera. Si usted es acusado de enriquecimiento ilícito, violación, secuestro, o trata de personas, por poner unos ejemplos, irá a la cárcel sin trámite alguno. Piense en los dos albañiles que fueron acusados falsamente hace unos días de intentar secuestrar a una mujer en el Metro. Bajo el nuevo esquema, habrían ido a la cárcel y seguramente ahí se pudrirían.
Muchos seguidores de López Obrador insisten en que él es bueno y por eso no deberíamos preocuparnos. Yo no coincido con esa apreciación, pero un marco institucional autoritario es peligroso, sin importar quién lo encabece.
Lo único que faltaría ahora para cerrar la pinza, es una estructura de delatores, uno por cuadra, como son los comités de defensa de la revolución en Cuba y Venezuela. Un vecino o colega de trabajo que acusa de violación, robo a casa habitación, trata de personas, y con eso es suficiente.
No hay duda de que la inseguridad en México debe combatirse con urgencia. Pero su origen es la falta de capacidades en seguridad pública, procuración, impartición y administración de justicia. Eso no se resuelve con leyes draconianas y militares empoderados. No se dejen engañar, esto va en otra dirección.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
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