El ideal del modelo democrático es que al final del día, lo países puedan tener un gobierno elegido por la mayoría de sus ciudadanos y que sea representativo; pero además, que sea un entorno en donde se respeten los derechos humanos y que las personas tengan acceso –al menos en el sentido más básico- a los benefactores necesarios para tener una vida digna.
Sin duda esto no pasa en Venezuela. En donde las personas sufren de una inflación del 10.000.000 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional (FM); no hay alimentos ni medicinas; el sistema de salud está colapsado y millones de personas huyen de esta situación.
Además la estructura política y de gobierno que se fue desarrollando primero con Hugo Chávez y después con Nicolás Maduro, ha generado espacios muy reducido de convivencia entre el poder y la oposición y de hecho, parece que están transitando por entornos que no corresponden con la realidad.
El mejor ejemplo fueron las elecciones de mayo del 2018, cuando Maduro resultó ganador en una jornada en donde prácticamente no participó la oposición y apenas votó el 46.02 por ciento del padrón electoral. Avasalló el sistema, pero esto fue el inicio de la crisis actual.
El 10 de enero pasado Maduro asumió de nuevo el poder, pero Juan Guaidó, el líder de la Asamblea Nacional se proclamó el 23 de enero como “presidente encargado” de Venezuela, con lo que desconoce al actual régimen y con esto, se han creado dos gobiernos paralelos en un mismo país.
Pero el gobierno de AMLO sigue reconociendo en cierta manera a Maduro como presidente de Venezuela. Primero, no firmó la declaratoria del Grupo de Lima en donde se advertía que de asumir el poder, sería desconocido por los países integrantes como mandatario legítimo.
Luego, con la asunción de Guaidó, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) afirmó que “México no participará en el desconocimiento del gobierno de un país con el que mantiene relaciones diplomáticas”.
Y argumentó que esto es en “apego a nuestros principios constitucionales de no intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de controversias internacionales, igualdad jurídica de los Estados, respeto, protección y promoción de los derechos humanos y de lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
Esta situación ha sido muy criticada por la comunidad internacional, sin embargo, AMLO se mantiene firme en su postura, con lo que intenta mandar señales de lo que es la base moral de su gobierno: respeto a las leyes y no dejarse influenciar por las corrientes externas.
Supongo que también hay un poco de amistad o de cierta afinidad ideológica entre Maduro y AMLO, algo que se une con su deseo de respetar a la figura -que al menos por el momento- está respaldada por las leyes electorales de su país, aunque en el fondo no tenga legitimidad.
Ahora la SRE señaló que al igual que Uruguay, México “formula un llamado a todas las partes involucradas, tanto al interior del país como al exterior, para reducir las tensiones y evitar una escalada de violencia que pudiera agravar la situación”.
Esto bajo la perspectiva, muy posible por cierto, de que Maduro tenga todas las intenciones de mantenerse en la presidencia a costa de lo que sea. Ya aseguró que mientras lo apoye Rusia está dispuesto a todo y esto por supuesto, es un peligro altísimo para el pueblo venezolano, que seguramente será reprimido en caso de ser necesario.
Pero ahí podría jugar un papel crucial AMLO, quien puede convertirse en el intermediario entre las partes para tratar de reducir estos riesgos de violencia y represión, ya que el gobierno mexicano con la postura que asumió, abrió la puerta para que Maduro –en un momento dado- acepte el diálogo y que sea un país de la región con cierta autoridad el que encabece las negociaciones.
Además Guaidó tampoco ha desconocido a AMLO, más bien se ha expresado de él con cierto respeto al señalar que está seguro que colaborará para “solucionar la crisis política-humanitaria que vive Venezuela, en que nos ha sumergido la corrupción y la violación de derechos humanos, bandera además que tuvo Andrés Manuel López Obrador, así que estoy seguro de que hará lo correcto”, dijo el presidente interino de Venezuela.
De esta manera, si bien es aún un poco incomprensible la decisión de AMLO con respecto a Maduro, en realidad es una postura más bien neutral que si bien es cierto reconoce de facto a su gobierno, también se aleja de lo hecho por Peña Nieto y Luis Videgaray, quienes presionaron por todos los medios para castigar a Maduro desde diversos organismos internacionales.
Sin duda Nicolás Maduro dejará el poder y parece que será más temprano que tarde, pero ojala que no sea a un precio muy alto para el pueblo venezolano y que en ese sentido, México pueda cooperar con algo para evitar un baño de sangre.
Sin duda esto no pasa en Venezuela. En donde las personas sufren de una inflación del 10.000.000 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional (FM); no hay alimentos ni medicinas; el sistema de salud está colapsado y millones de personas huyen de esta situación.
Además la estructura política y de gobierno que se fue desarrollando primero con Hugo Chávez y después con Nicolás Maduro, ha generado espacios muy reducido de convivencia entre el poder y la oposición y de hecho, parece que están transitando por entornos que no corresponden con la realidad.
El mejor ejemplo fueron las elecciones de mayo del 2018, cuando Maduro resultó ganador en una jornada en donde prácticamente no participó la oposición y apenas votó el 46.02 por ciento del padrón electoral. Avasalló el sistema, pero esto fue el inicio de la crisis actual.
El 10 de enero pasado Maduro asumió de nuevo el poder, pero Juan Guaidó, el líder de la Asamblea Nacional se proclamó el 23 de enero como “presidente encargado” de Venezuela, con lo que desconoce al actual régimen y con esto, se han creado dos gobiernos paralelos en un mismo país.
Pero el gobierno de AMLO sigue reconociendo en cierta manera a Maduro como presidente de Venezuela. Primero, no firmó la declaratoria del Grupo de Lima en donde se advertía que de asumir el poder, sería desconocido por los países integrantes como mandatario legítimo.
Luego, con la asunción de Guaidó, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) afirmó que “México no participará en el desconocimiento del gobierno de un país con el que mantiene relaciones diplomáticas”.
Y argumentó que esto es en “apego a nuestros principios constitucionales de no intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de controversias internacionales, igualdad jurídica de los Estados, respeto, protección y promoción de los derechos humanos y de lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
Esta situación ha sido muy criticada por la comunidad internacional, sin embargo, AMLO se mantiene firme en su postura, con lo que intenta mandar señales de lo que es la base moral de su gobierno: respeto a las leyes y no dejarse influenciar por las corrientes externas.
Supongo que también hay un poco de amistad o de cierta afinidad ideológica entre Maduro y AMLO, algo que se une con su deseo de respetar a la figura -que al menos por el momento- está respaldada por las leyes electorales de su país, aunque en el fondo no tenga legitimidad.
Ahora la SRE señaló que al igual que Uruguay, México “formula un llamado a todas las partes involucradas, tanto al interior del país como al exterior, para reducir las tensiones y evitar una escalada de violencia que pudiera agravar la situación”.
Esto bajo la perspectiva, muy posible por cierto, de que Maduro tenga todas las intenciones de mantenerse en la presidencia a costa de lo que sea. Ya aseguró que mientras lo apoye Rusia está dispuesto a todo y esto por supuesto, es un peligro altísimo para el pueblo venezolano, que seguramente será reprimido en caso de ser necesario.
Pero ahí podría jugar un papel crucial AMLO, quien puede convertirse en el intermediario entre las partes para tratar de reducir estos riesgos de violencia y represión, ya que el gobierno mexicano con la postura que asumió, abrió la puerta para que Maduro –en un momento dado- acepte el diálogo y que sea un país de la región con cierta autoridad el que encabece las negociaciones.
Además Guaidó tampoco ha desconocido a AMLO, más bien se ha expresado de él con cierto respeto al señalar que está seguro que colaborará para “solucionar la crisis política-humanitaria que vive Venezuela, en que nos ha sumergido la corrupción y la violación de derechos humanos, bandera además que tuvo Andrés Manuel López Obrador, así que estoy seguro de que hará lo correcto”, dijo el presidente interino de Venezuela.
De esta manera, si bien es aún un poco incomprensible la decisión de AMLO con respecto a Maduro, en realidad es una postura más bien neutral que si bien es cierto reconoce de facto a su gobierno, también se aleja de lo hecho por Peña Nieto y Luis Videgaray, quienes presionaron por todos los medios para castigar a Maduro desde diversos organismos internacionales.
Sin duda Nicolás Maduro dejará el poder y parece que será más temprano que tarde, pero ojala que no sea a un precio muy alto para el pueblo venezolano y que en ese sentido, México pueda cooperar con algo para evitar un baño de sangre.
Comentarios
Publicar un comentario
Hacer un Comentario