Lo más lógico es que la primera intervención militar federal hubiera sido en Tamaulipas o en Guerrero; optaron por ensayar su estrategia en solo tres municipios de Morelos y se han manejado con una parquedad poco habitual, ¿por qué?
El 29 de diciembre el gobierno de Morelos subió a las redes sociales un boletín informando que la Guardia Nacional (aunque legalmente inexistente, abundan quienes la consideran un hecho consumado) integrada por la Sedena, la Policía Federal y la Comisión Estatal de Seguridad (CES) se encargaría de la “seguridad pública” en los municipios de Cuernavaca, Jiutepec y Yautepec para “fortalecer a las policías” locales. Descalificaron implícitamente el trabajo del anterior Comisionado del CES Alberto Capella y la implementación del Mando Único, un esfuerzo que merece ser evaluado.
Una razón para elegir Morelos puede deberse a su peculiaridad política. Cuauhtémoc Blanco llegó con el apoyo de Morena, PT y el ya desaparecido Partido Encuentro Social; la luna de miel duró poco y hay enfrentamientos constantes entre Morena y un gobernador debilitándose (fuentes confiables me dicen que su tasa de aprobación ha bajado 20 puntos). Es probable que por ello y porque carece de una estrategia propia, ha aceptado que la Federación tome todas las riendas en este tema.
La intervención se caracteriza por la prudencia. Los tres municipios seleccionados están en las inmediaciones de la principal base militar (las presidencias municipales están a tres, siete y trece kilómetros del cuartel). Cuernavaca importa por ser la capital, Jiutepec por concentrar la principal actividad económica y Yautepec, por ser la base de operaciones de una banda criminal que asola a una amplia región y en donde son frecuentes los secuestros. De hecho, anunciaron la operación un día después de encontrar el cadáver de una secuestrada en Yautepec (la joven era hija de un académico de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos).
La intervención en esos municipios también podría tener una lógica geopolítica. Por ellos pasan la autopista México-Acapulco y la carretera que conecta Morelos con Puebla. Se trata de un corredor delincuencial con una alta densidad demográfica y abundantes recursos económicos. Si el gobierno federal recupera el control de esas vías de comunicación, reducirá la cantidad de droga que sale de Guerrero y frenará el suministro de material bélico a los grupos armados de aquella entidad. Morelos podría ser el primer paso para un objetivo más amplio.
Morelos importa porque se trata de la primera intervención controlada totalmente por las fuerzas armadas (el Comisionado del Mando Único es un almirante de buena reputación). He conversado con un buen número de morelenses y la actitud más común es la de un moderado optimismo pigmentado de resignación. Aunque preocupa e inquieta observar el patrullaje militar se acepta el razonamiento lopezobradorista de que, por el momento, es la única opción posible.
Por tanto, el estado de Morelos será el primer laboratorio de la nueva política y, por las condiciones antes mencionadas, la Federación tiene una buena oportunidad de dar resultados positivos en el corto plazo. De ser así, sería un buen ejemplo de lo saludable que resulta la cautela declarativa.
Lo acertado de la mesura en Morelos se confirma con la evolución del primer gran operativo lopezobradorista. Alardearon tanto con el combate al saqueo de Petróleos Mexicanos, que el desabasto —ejemplo de la enorme fuerza a disposición de la delincuencia organizada— tomó por sorpresa al gobierno federal que por ahora está a la defensiva.
La limitada intervención militar en Morelos facilitará el monitoreo de las principales variables. Podremos observar la resistencia que pondrán los criminales y sus aliados, el respeto a los derechos humanos, la mejoría o deterioro en la capacidad de las policías locales, la atención concedida a las causas sociales y económicas, el combate a las redes de complicidad empresariales y políticas, entre otras.
Así pues, Morelos será el laboratorio que permitirá saber si el gobierno de López Obrador tiene la capacidad y la voluntad para implementar una estrategia integral que sirva de modelo para otras entidades. Va en el interés nacional que tengan éxito el combate al huachicol y la intervención en Morelos.—Ciudad de México
Colaboró Zyanya Hernández Almaguer
El 29 de diciembre el gobierno de Morelos subió a las redes sociales un boletín informando que la Guardia Nacional (aunque legalmente inexistente, abundan quienes la consideran un hecho consumado) integrada por la Sedena, la Policía Federal y la Comisión Estatal de Seguridad (CES) se encargaría de la “seguridad pública” en los municipios de Cuernavaca, Jiutepec y Yautepec para “fortalecer a las policías” locales. Descalificaron implícitamente el trabajo del anterior Comisionado del CES Alberto Capella y la implementación del Mando Único, un esfuerzo que merece ser evaluado.
Una razón para elegir Morelos puede deberse a su peculiaridad política. Cuauhtémoc Blanco llegó con el apoyo de Morena, PT y el ya desaparecido Partido Encuentro Social; la luna de miel duró poco y hay enfrentamientos constantes entre Morena y un gobernador debilitándose (fuentes confiables me dicen que su tasa de aprobación ha bajado 20 puntos). Es probable que por ello y porque carece de una estrategia propia, ha aceptado que la Federación tome todas las riendas en este tema.
La intervención se caracteriza por la prudencia. Los tres municipios seleccionados están en las inmediaciones de la principal base militar (las presidencias municipales están a tres, siete y trece kilómetros del cuartel). Cuernavaca importa por ser la capital, Jiutepec por concentrar la principal actividad económica y Yautepec, por ser la base de operaciones de una banda criminal que asola a una amplia región y en donde son frecuentes los secuestros. De hecho, anunciaron la operación un día después de encontrar el cadáver de una secuestrada en Yautepec (la joven era hija de un académico de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos).
La intervención en esos municipios también podría tener una lógica geopolítica. Por ellos pasan la autopista México-Acapulco y la carretera que conecta Morelos con Puebla. Se trata de un corredor delincuencial con una alta densidad demográfica y abundantes recursos económicos. Si el gobierno federal recupera el control de esas vías de comunicación, reducirá la cantidad de droga que sale de Guerrero y frenará el suministro de material bélico a los grupos armados de aquella entidad. Morelos podría ser el primer paso para un objetivo más amplio.
Morelos importa porque se trata de la primera intervención controlada totalmente por las fuerzas armadas (el Comisionado del Mando Único es un almirante de buena reputación). He conversado con un buen número de morelenses y la actitud más común es la de un moderado optimismo pigmentado de resignación. Aunque preocupa e inquieta observar el patrullaje militar se acepta el razonamiento lopezobradorista de que, por el momento, es la única opción posible.
Por tanto, el estado de Morelos será el primer laboratorio de la nueva política y, por las condiciones antes mencionadas, la Federación tiene una buena oportunidad de dar resultados positivos en el corto plazo. De ser así, sería un buen ejemplo de lo saludable que resulta la cautela declarativa.
Lo acertado de la mesura en Morelos se confirma con la evolución del primer gran operativo lopezobradorista. Alardearon tanto con el combate al saqueo de Petróleos Mexicanos, que el desabasto —ejemplo de la enorme fuerza a disposición de la delincuencia organizada— tomó por sorpresa al gobierno federal que por ahora está a la defensiva.
La limitada intervención militar en Morelos facilitará el monitoreo de las principales variables. Podremos observar la resistencia que pondrán los criminales y sus aliados, el respeto a los derechos humanos, la mejoría o deterioro en la capacidad de las policías locales, la atención concedida a las causas sociales y económicas, el combate a las redes de complicidad empresariales y políticas, entre otras.
Así pues, Morelos será el laboratorio que permitirá saber si el gobierno de López Obrador tiene la capacidad y la voluntad para implementar una estrategia integral que sirva de modelo para otras entidades. Va en el interés nacional que tengan éxito el combate al huachicol y la intervención en Morelos.—Ciudad de México
Colaboró Zyanya Hernández Almaguer
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