López Obrador siempre prometió sacar al Ejército y la Marina de las calles y regresarla a sus cuarteles. Tenía años satanizando a las fuerzas castrenses y mucha gente (¿30 millones?) le compraron la idea. Una idea que iba desde la aberrante acusación de que mataban a niños inocentes, hasta que sólo servían como instrumento represor de la clase dominante (mafia del poder). En pocas palabras, para AMLO, los militares no sólo no servían para nada, sino que además eran nocivos para la vida pública del país.
Pero le llegó su día el primero de julio de 2018 y le tocó ser presidente, ahora sí. Más pronto que tarde y tras una reunión con los altos mandos militares, el presidente reculó.
El anuncio levantó ámpulas entre sus fieles seguidores, pero aguantaron y se tragaron el sapo. Ahora son gobierno, ni modo de protestar contra el que nosotros mismos llevamos a la presidencia, pensarían. Así son las lealtades en México: podrá estar violando a tu hija el patrón, pero por ser el que provee de recursos, hasta le detengo a la muchacha.
Y entonces allá va el Ejército a la calle y reforzado por otros 50 mil elementos que pretenden reclutar en los próximos meses, años. Pero en la primera prueba de fuego, el viernes 18 de enero de 2019, en la comunidad de Tlahuelilpan, Estado de Hidalgo y ante la inminente crisis que estaba por desatarse, la orden a los militares (pocos, porque no solicitaron refuerzos) que se encontraban en el área, fue la de la no aplicación de la ley.
No aplicación de la ley, que en el pensamiento de López Obrador significa no reprimir. Ni modo, así lo ha visto desde hace décadas.
Y la orden se cumplió y entonces pasó lo que tenía que pasar estando tanta gente flotando en esa bomba de combustible. ¡Pum! ahí van más de ochenta muertos (hasta el momento de escribir este texto) y la credibilidad del presidente de México. Explotó la credibilidad de AMLO porque es más que evidente que no supo manejar una crisis así, con todas sus aristas.
Me pregunto si esa va a ser la tónica con la que se manejará la Guardia Nacional tan cacareada y símbolo de la traición de AMLO a muchos de los suyos. De ser así ¿de qué servirá? Si no hay aplicación de la ley, los criminales seguirán haciendo de las suyas y la famosa Guardia Nacional se quedará como simple espectador; pero eso sí, sin reprimir, para que el presidente no pase a la historia como un represor.
Twitter: @adejorge
Pero le llegó su día el primero de julio de 2018 y le tocó ser presidente, ahora sí. Más pronto que tarde y tras una reunión con los altos mandos militares, el presidente reculó.
El anuncio levantó ámpulas entre sus fieles seguidores, pero aguantaron y se tragaron el sapo. Ahora son gobierno, ni modo de protestar contra el que nosotros mismos llevamos a la presidencia, pensarían. Así son las lealtades en México: podrá estar violando a tu hija el patrón, pero por ser el que provee de recursos, hasta le detengo a la muchacha.
Y entonces allá va el Ejército a la calle y reforzado por otros 50 mil elementos que pretenden reclutar en los próximos meses, años. Pero en la primera prueba de fuego, el viernes 18 de enero de 2019, en la comunidad de Tlahuelilpan, Estado de Hidalgo y ante la inminente crisis que estaba por desatarse, la orden a los militares (pocos, porque no solicitaron refuerzos) que se encontraban en el área, fue la de la no aplicación de la ley.
No aplicación de la ley, que en el pensamiento de López Obrador significa no reprimir. Ni modo, así lo ha visto desde hace décadas.
Y la orden se cumplió y entonces pasó lo que tenía que pasar estando tanta gente flotando en esa bomba de combustible. ¡Pum! ahí van más de ochenta muertos (hasta el momento de escribir este texto) y la credibilidad del presidente de México. Explotó la credibilidad de AMLO porque es más que evidente que no supo manejar una crisis así, con todas sus aristas.
Me pregunto si esa va a ser la tónica con la que se manejará la Guardia Nacional tan cacareada y símbolo de la traición de AMLO a muchos de los suyos. De ser así ¿de qué servirá? Si no hay aplicación de la ley, los criminales seguirán haciendo de las suyas y la famosa Guardia Nacional se quedará como simple espectador; pero eso sí, sin reprimir, para que el presidente no pase a la historia como un represor.
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