El presidente, López Obrador, ha tenido meses para digerir el triunfo aplastante que lo llevó a la presidencia que tanto anhelaba. Ha tenido tiempo para entender que 30 millones lo llevaron a donde está; sin embargo, ahora es presidente de 130 millones. Ha tenido tiempo para entender que la campaña ya terminó.
Sin embargo, parece que el tiempo no le ha servido para serenarse, justamente lo mismo que él pedía a sus adversarios en campaña. El problema es saber por qué no quiere o no sabe serenarse. Será estrategia para mantener y escalar la polarización quién sabe con qué propósitos; o bien, será falta de madurez. Cualquier opción es muy preocupante.
Lo anterior, porque no hay conferencia de prensa, entrevista, declaración o discurso en el que no se le vea enojado. Las inflecciones de la voz no mienten, el gesto, menos.
Vive de mal humor, habla como disparando balas. No le parece tener críticos entre sus gobernados, quizá sería feliz en una nación de mudos. O bien, tiene un interés particular en confrontar a los mexicanos. Eso es delicado en extremo, no se le vaya a revertir.
Sigue enojado el presidente, no le dio gusto su triunfo. Sigue enojado el presidente, cada una de sus decisiones lo confirma. Sigue enojado el presidente, escóndanse. Será que no le gusta su trabajo, porque así son muchos empleados que están a disgusto con lo que hacen.
No hay forma de seguir así por más de cinco años ¿qué quiere? ¿que se convierta esto en una batalla campal? Porque de continuar así, lo va a conseguir.
No es bueno estar transmitiendo ese sentimiento tan negativo a los mexicanos, puesto que somos de mecha corta. Sus huestes sólo quieren escuchar el grito de ¡al ataque! para salir de la arena virtual a las calles. Los de enfrente ya afilan cuchillos.
Podría arrepentirse, pero no se le ven ganas de serenarse y ofrecer una sonrisa sincera y no una llena de cinismo como las que muestra en sus populares videos de Facebook.
El presidente sigue enojado, nada ni nadie le da gusto, que pena, cómo irá a terminar; o lo que es peor, cómo iremos a terminar nosotros.
Twitter: @adejorge
Sin embargo, parece que el tiempo no le ha servido para serenarse, justamente lo mismo que él pedía a sus adversarios en campaña. El problema es saber por qué no quiere o no sabe serenarse. Será estrategia para mantener y escalar la polarización quién sabe con qué propósitos; o bien, será falta de madurez. Cualquier opción es muy preocupante.
Lo anterior, porque no hay conferencia de prensa, entrevista, declaración o discurso en el que no se le vea enojado. Las inflecciones de la voz no mienten, el gesto, menos.
Vive de mal humor, habla como disparando balas. No le parece tener críticos entre sus gobernados, quizá sería feliz en una nación de mudos. O bien, tiene un interés particular en confrontar a los mexicanos. Eso es delicado en extremo, no se le vaya a revertir.
Sigue enojado el presidente, no le dio gusto su triunfo. Sigue enojado el presidente, cada una de sus decisiones lo confirma. Sigue enojado el presidente, escóndanse. Será que no le gusta su trabajo, porque así son muchos empleados que están a disgusto con lo que hacen.
No hay forma de seguir así por más de cinco años ¿qué quiere? ¿que se convierta esto en una batalla campal? Porque de continuar así, lo va a conseguir.
No es bueno estar transmitiendo ese sentimiento tan negativo a los mexicanos, puesto que somos de mecha corta. Sus huestes sólo quieren escuchar el grito de ¡al ataque! para salir de la arena virtual a las calles. Los de enfrente ya afilan cuchillos.
Podría arrepentirse, pero no se le ven ganas de serenarse y ofrecer una sonrisa sincera y no una llena de cinismo como las que muestra en sus populares videos de Facebook.
El presidente sigue enojado, nada ni nadie le da gusto, que pena, cómo irá a terminar; o lo que es peor, cómo iremos a terminar nosotros.
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