Continuando con el ejercicio comentado en el artículo de la semana pasada, respecto del hipotético modelo de gobierno alternante, dónde funciona uno u otro motor (presidencial o parlamentario, dependiendo de quien tenga la mayoría en el congreso) veamos ahora qué hubiera pasado con los resultados de la elección federal de 2009.
Recuerde que bajo este esquema y ante el resultado de la elección del 2006, el presidente Calderón se desempeñaba como jefe de Estado únicamente, en tanto que el gobierno de coalición (que conjuntaba a todos los partidos de oposición), emanado del parlamento, era encabezado por el PRD.
Por otra parte, de acuerdo con los resultados de la elección intermedia de 2009, que dieron al PRI 241 asientos en el congreso, al PAN 147 y al PRD 72, y al resto de los partidos, en conjunto, 40 posiciones; en esta ocasión, al no alcanzar el PAN la mitad más uno de los votos, como partido del presidente Calderón, hubiese funcionado el motor parlamentario, con un jefe de gobierno emanado de la bancada priísta.
Posteriormente, con los resultados de la elección de 2012, el PRI obtuvo la presidencia de la república, más 212 asientos en el congreso, el PAN obtuvo 114 y el PRD 104, la llamada “chiquillada”, integrada por el resto de los partidos en conjunto, obtuvo las 70 curules restantes; entonces, como el partido que fue triunfador no obtuvo la mitad más uno de los asientos en el congreso, el presidente de la República emanado de él -Peña Nieto-, hubiera ejercido únicamente funciones de jefe de Estado, en tanto que la jefatura del gobierno hubiera sido encabezada por el líder de la bancada blanquiazul, que quedó en segundo lugar.
Posteriormente, la elección intermedia de 2015 les dio al PRI únicamente 197 diputados, en segundo lugar al PAN con 109 y el PRD tercero con 54, el Verde 48 y Morena 46, el resto se repartió entre los demás partidos y candidatos independientes.
En esta ocasión al igual que en las elecciones anteriores, como el partido del presidente Peña -PRI- no alcanzó la mitad más uno de los votos en el congreso, institucionalmente no sería posible que funcionara el motor presidencial por lo que de nueva cuenta, las funciones de gobierno las hubiera asumido el parlamento, en tanto que así al Partido Acción Nacional -segundo- le hubiera tocado encabezar la coalición de gobierno surgida del parlamento.
Finalmente, en la elección federal del pasado julio de este año 2018, los resultados le dieron un triunfo arrollador al partido del presidente electo, con 308 asientos para la coalición electoral “juntos haremos historia”, -Morena-PT-PES- , mientras que la coalición PAN-PRD-MC obtuvo 129 lugares, en tanto que la encabezada por el PRI obtuvo 63 posiciones.
Con estos resultados, y después de un largo periodo durante el cual el motor presidencial no habría funcionado desde 1997, y en el que hubiera estado en operación el motor parlamentario, volvería a hacerlo el presidencial, después de casi dos décadas.
Así, visto de manera rápida, la experiencia del desempeño de este hipotético modelo alternante, es que la alternancia podría no haberse limitado a los partidos políticos, ya que también se podrían haber alternado diferentes modelos de gobierno; evidentemente, es una posibilidad de alternancia mucho más amplia.
Asimismo, las funciones de gobierno siempre las asumió la mayoría: el Presidente Zedillo y su bancada mayoritaria de 1994 a 1997 y la mayoría coaligada en el congreso, de esa última fecha, hasta diciembre de 2018, que hubiera vuelto a funcionar el motor presidencial.
Una lección adicional, es que mientras hubiera funcionado el motor parlamentario, el gobierno de coalición lo habría encabezado uno de tres partidos diferentes en distintos momentos, y debido a la pluralidad y diversidad de esos partidos, la composición y fuerza de cada uno al interior de la coalición gobernante, siempre hubiese sido diferente.
Ahora en 2018, que entraría en funciones el motor presidencial y su poderoso presidente, institucionalmente, la fuerza y arraigo partidario producto de dos décadas de parlamentarismo, sería el único medio para que el presidente no revirtiera instituciones establecidas, y si al ciudadano no le satisficiera su desempeño, éste podría revocar el mandato, echando a andar de nueva cuenta el motor parlamentario, acotando al presidente en funciones de jefe de estado, y el partido opositor ganador, encabezando la coalición gobernante.
Pero…el diseño institucional que acabamos de esbozar no existe, es solamente un sueño; le toca a la oposición trabajar de manera conjunta, para que pudiera regresar a la pelea política con un marco renovado, y dejando atrás los vicios por los que no creció, y por los que fue abandonada por la ciudadanía en la última elección.
¿Qué le parece, amable lector, podría tener también este sueño?
Nos leemos la próxima semana.
Recuerde que bajo este esquema y ante el resultado de la elección del 2006, el presidente Calderón se desempeñaba como jefe de Estado únicamente, en tanto que el gobierno de coalición (que conjuntaba a todos los partidos de oposición), emanado del parlamento, era encabezado por el PRD.
Por otra parte, de acuerdo con los resultados de la elección intermedia de 2009, que dieron al PRI 241 asientos en el congreso, al PAN 147 y al PRD 72, y al resto de los partidos, en conjunto, 40 posiciones; en esta ocasión, al no alcanzar el PAN la mitad más uno de los votos, como partido del presidente Calderón, hubiese funcionado el motor parlamentario, con un jefe de gobierno emanado de la bancada priísta.
Posteriormente, con los resultados de la elección de 2012, el PRI obtuvo la presidencia de la república, más 212 asientos en el congreso, el PAN obtuvo 114 y el PRD 104, la llamada “chiquillada”, integrada por el resto de los partidos en conjunto, obtuvo las 70 curules restantes; entonces, como el partido que fue triunfador no obtuvo la mitad más uno de los asientos en el congreso, el presidente de la República emanado de él -Peña Nieto-, hubiera ejercido únicamente funciones de jefe de Estado, en tanto que la jefatura del gobierno hubiera sido encabezada por el líder de la bancada blanquiazul, que quedó en segundo lugar.
Posteriormente, la elección intermedia de 2015 les dio al PRI únicamente 197 diputados, en segundo lugar al PAN con 109 y el PRD tercero con 54, el Verde 48 y Morena 46, el resto se repartió entre los demás partidos y candidatos independientes.
En esta ocasión al igual que en las elecciones anteriores, como el partido del presidente Peña -PRI- no alcanzó la mitad más uno de los votos en el congreso, institucionalmente no sería posible que funcionara el motor presidencial por lo que de nueva cuenta, las funciones de gobierno las hubiera asumido el parlamento, en tanto que así al Partido Acción Nacional -segundo- le hubiera tocado encabezar la coalición de gobierno surgida del parlamento.
Finalmente, en la elección federal del pasado julio de este año 2018, los resultados le dieron un triunfo arrollador al partido del presidente electo, con 308 asientos para la coalición electoral “juntos haremos historia”, -Morena-PT-PES- , mientras que la coalición PAN-PRD-MC obtuvo 129 lugares, en tanto que la encabezada por el PRI obtuvo 63 posiciones.
Con estos resultados, y después de un largo periodo durante el cual el motor presidencial no habría funcionado desde 1997, y en el que hubiera estado en operación el motor parlamentario, volvería a hacerlo el presidencial, después de casi dos décadas.
Así, visto de manera rápida, la experiencia del desempeño de este hipotético modelo alternante, es que la alternancia podría no haberse limitado a los partidos políticos, ya que también se podrían haber alternado diferentes modelos de gobierno; evidentemente, es una posibilidad de alternancia mucho más amplia.
Asimismo, las funciones de gobierno siempre las asumió la mayoría: el Presidente Zedillo y su bancada mayoritaria de 1994 a 1997 y la mayoría coaligada en el congreso, de esa última fecha, hasta diciembre de 2018, que hubiera vuelto a funcionar el motor presidencial.
Una lección adicional, es que mientras hubiera funcionado el motor parlamentario, el gobierno de coalición lo habría encabezado uno de tres partidos diferentes en distintos momentos, y debido a la pluralidad y diversidad de esos partidos, la composición y fuerza de cada uno al interior de la coalición gobernante, siempre hubiese sido diferente.
Ahora en 2018, que entraría en funciones el motor presidencial y su poderoso presidente, institucionalmente, la fuerza y arraigo partidario producto de dos décadas de parlamentarismo, sería el único medio para que el presidente no revirtiera instituciones establecidas, y si al ciudadano no le satisficiera su desempeño, éste podría revocar el mandato, echando a andar de nueva cuenta el motor parlamentario, acotando al presidente en funciones de jefe de estado, y el partido opositor ganador, encabezando la coalición gobernante.
Pero…el diseño institucional que acabamos de esbozar no existe, es solamente un sueño; le toca a la oposición trabajar de manera conjunta, para que pudiera regresar a la pelea política con un marco renovado, y dejando atrás los vicios por los que no creció, y por los que fue abandonada por la ciudadanía en la última elección.
¿Qué le parece, amable lector, podría tener también este sueño?
Nos leemos la próxima semana.
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