En esta semana nos hemos estado despidiendo de personas, organizaciones e instituciones que han terminado su tiempo público. Al hablar de instituciones, ayer, mencionamos de pasada el tema de la estabilidad macroeconómica, pero me parece que debemos dedicarle un poco más de tiempo.
La abrumadora victoria de López Obrador y sus seguidores, en julio pasado, no deja como resultado un simple cambio de administración, que empezaría a tener impacto este fin de semana. La desaparición del sistema político de los pasados 25 o 30 años es lo que explica que desde septiembre hayamos entrado en una nueva etapa. Cuando el Congreso queda en manos de los nuevos grupos, el Presidente actual queda sin poder alguno, y ese espacio lo ocupa el electo, aunque jurídicamente no haya tenido sustento para ello.
En consecuencia, los dichos de López Obrador adquieren la fuerza de políticas públicas. Insisto, no porque su papel actual lo permita ni por la simple ausencia de Peña Nieto, sino porque el desplome del viejo sistema obliga a ello. Es por eso que la afirmación de que se cancela la construcción del aeropuerto adquirió tanto peso. Estrictamente hablando, no ha ocurrido aún nada, pero es como si ya hubiera pasado. Por la misma razón, declaraciones de cualquier integrante de Morena, el PT o el PES toman una fuerza inusual. Es claro que un diputado de fila, en condiciones normales, no logra conseguir ni un párrafo en periódicos. Pero en este ambiente desinstitucionalizado, su declaración se va a ocho columnas.
Es por eso que dichos acerca de Afores o reservas internacionales, de diputados normales, alcanzan la importancia de iniciativas sobre comisiones, impulsada por Monreal, que a su vez se equipara con la opinión de López Obrador acerca del aeropuerto. Y cuando uno suma tanta ocurrencia, no es sorpresa que tengamos un incremento importante en la incertidumbre. A inicios de septiembre, un dólar costaba 19.20 pesos y ahora está en 20.50; la bolsa de valores estaba en 50 mil puntos, ahora está en 40 mil; la tasa de interés del bono a 10 años estaba en 7.9, ahora está en 9.2%, por lo que el diferencial con la tasa equivalente de Estados Unidos ha pasado de 5 a 6.2%. En suma: el riesgo asociado a nuestro país se ha incrementado en 25% en los tres meses del nuevo régimen.
En varias ocasiones, el secretario de Hacienda que tomará posesión en unas horas, Carlos Urzúa, ha intentado tranquilizar a los mercados. El martes llamó a conferencia de prensa, donde anunció que habrá un superávit primario mayor al originalmente planteado. Será ahora de 1% del PIB. Es una gran oferta, pero no más creíble, sino menos que la anterior. Será hasta ver el presupuesto que los inversionistas confirmen esa posibilidad.
El otro anuncio fue que Hacienda tendrá un único jefe, porque el subsecretario Gerardo Esquivel será propuesto como subgobernador del Banco de México en sustitución de Roberto del Cueto. Hasta ese momento, la cadena de mando en la secretaría no era clara, al menos para los externos. Esquivel no es sólo un economista, es también líder de un grupo político relevante, de jóvenes con vocación de poder y devaneos intelectuales, que tiene presencia en varias secretarías federales y en el gobierno de la Ciudad de México, y por eso su nombramiento previo anunciaba una secretaría bicéfala. Esto sí puede ser una buena señal.
En cualquier caso, la estabilidad que ha caracterizado a México en lo que va del siglo, y que lo ha hecho atractivo en comparación con los demás mercados emergentes, tiene un signo de duda en estos momentos. El presupuesto será determinante para lo que siga. Y lo que sigue es que se cumpla.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
La abrumadora victoria de López Obrador y sus seguidores, en julio pasado, no deja como resultado un simple cambio de administración, que empezaría a tener impacto este fin de semana. La desaparición del sistema político de los pasados 25 o 30 años es lo que explica que desde septiembre hayamos entrado en una nueva etapa. Cuando el Congreso queda en manos de los nuevos grupos, el Presidente actual queda sin poder alguno, y ese espacio lo ocupa el electo, aunque jurídicamente no haya tenido sustento para ello.
En consecuencia, los dichos de López Obrador adquieren la fuerza de políticas públicas. Insisto, no porque su papel actual lo permita ni por la simple ausencia de Peña Nieto, sino porque el desplome del viejo sistema obliga a ello. Es por eso que la afirmación de que se cancela la construcción del aeropuerto adquirió tanto peso. Estrictamente hablando, no ha ocurrido aún nada, pero es como si ya hubiera pasado. Por la misma razón, declaraciones de cualquier integrante de Morena, el PT o el PES toman una fuerza inusual. Es claro que un diputado de fila, en condiciones normales, no logra conseguir ni un párrafo en periódicos. Pero en este ambiente desinstitucionalizado, su declaración se va a ocho columnas.
Es por eso que dichos acerca de Afores o reservas internacionales, de diputados normales, alcanzan la importancia de iniciativas sobre comisiones, impulsada por Monreal, que a su vez se equipara con la opinión de López Obrador acerca del aeropuerto. Y cuando uno suma tanta ocurrencia, no es sorpresa que tengamos un incremento importante en la incertidumbre. A inicios de septiembre, un dólar costaba 19.20 pesos y ahora está en 20.50; la bolsa de valores estaba en 50 mil puntos, ahora está en 40 mil; la tasa de interés del bono a 10 años estaba en 7.9, ahora está en 9.2%, por lo que el diferencial con la tasa equivalente de Estados Unidos ha pasado de 5 a 6.2%. En suma: el riesgo asociado a nuestro país se ha incrementado en 25% en los tres meses del nuevo régimen.
En varias ocasiones, el secretario de Hacienda que tomará posesión en unas horas, Carlos Urzúa, ha intentado tranquilizar a los mercados. El martes llamó a conferencia de prensa, donde anunció que habrá un superávit primario mayor al originalmente planteado. Será ahora de 1% del PIB. Es una gran oferta, pero no más creíble, sino menos que la anterior. Será hasta ver el presupuesto que los inversionistas confirmen esa posibilidad.
El otro anuncio fue que Hacienda tendrá un único jefe, porque el subsecretario Gerardo Esquivel será propuesto como subgobernador del Banco de México en sustitución de Roberto del Cueto. Hasta ese momento, la cadena de mando en la secretaría no era clara, al menos para los externos. Esquivel no es sólo un economista, es también líder de un grupo político relevante, de jóvenes con vocación de poder y devaneos intelectuales, que tiene presencia en varias secretarías federales y en el gobierno de la Ciudad de México, y por eso su nombramiento previo anunciaba una secretaría bicéfala. Esto sí puede ser una buena señal.
En cualquier caso, la estabilidad que ha caracterizado a México en lo que va del siglo, y que lo ha hecho atractivo en comparación con los demás mercados emergentes, tiene un signo de duda en estos momentos. El presupuesto será determinante para lo que siga. Y lo que sigue es que se cumpla.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
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