Después de la patética demostración de autoritarismo, protagonizada por un hombre que todavía no llega al gobierno y ya está destruyendo la obra de su (todavía no) antecesor y que se la pasó dando atole con el dedo a todos los que se reunían a escuchar sus promesas en distintos foros y mítines de campaña, me refiero a López Obrador; todos los periodistas, analistas y comentócratas han señalado a Alfonso Romo, futuro jefe de la oficina de la presidencia, como el gran perdedor en toda esta caricatura de la consulta y cancelación del NAIM.
El argumento es que el empresario regiomontano se la pasó prometiendo que lo anterior no iba a pasar y que los empresarios podrían estar tranquilos. Mentiras, todo resultó ser una farsa y, supuestamente, la credibilidad y honorabilidad del mencionado norteño está por los suelos.
Dicen que por eso la cara de ultratumba que traía el señor Romo en la conferencia de prensa que dio el presidente electo para anunciar el multicitado crimen a la nación.
Pero yo creo que eso fue una puesta en escena. Todo estaba debidamente montado y practicado para enviar un mensaje de pluralidad y diferencia de opiniones en un círculo en el que sabemos que a todos les tiemblan las piernas y nunca se atreverán a contradecir al tabasqueño que hoy está recargado, con más vanidad, con más narcisismo, macho, macho, macho y con más ganas de tomar venganza sin importarle llevarse entra las patas el futuro de los mexicanos.
No, en realidad, al señor Romo ya le habían adelantado su premio de consolación; o bien, su pago por hacer el trabajo sucio, me refiero a los miles y miles de hectáreas que el futuro presidente pretende hacer maderables, negocio que hará posible la empresa de ¿quién cree? pues del señor Alfonso Romo ¿molesto? ¡patrañas! él ya está haciendo cuentas en este nuevo capítulo del capitalismo de cuates a la mexicana.
Si en realidad está enfadado como dicen y se le cae la cara de vergüenza, el regiomontano debió haber presentado su renuncia de inmediato, o separarse de esa colaboración, puesto que entiendo que aún no se puede considerar empleado al cien por ciento. El punto es que no debió haber puesta la cara que puso; es decir, no debió haberse presentado en ese evento.
En todo caso perdieron los mexicanos: los empresarios (les guste o no les guste, también son mexicanos y muchos les deben su trabajo a ellos), los trabajadores del sector turístico, los usuarios frecuentes del aeropuerto, los cientos de miles que soñaban con un trabajo cerca del área de Texcoco, los que ya se encuentran laborando ahí y todos los mexicanos que tendremos que pagar con nuestros impuestos las penalizaciones que se derivarán de tal cancelación, dinero que no hubiéramos pagado con la actual obra puesto que ya estaba financiada con los impuestos de los usuarios del aeropuerto.
¡Qué vergüenza!
Twitter: @adejorge
El argumento es que el empresario regiomontano se la pasó prometiendo que lo anterior no iba a pasar y que los empresarios podrían estar tranquilos. Mentiras, todo resultó ser una farsa y, supuestamente, la credibilidad y honorabilidad del mencionado norteño está por los suelos.
Dicen que por eso la cara de ultratumba que traía el señor Romo en la conferencia de prensa que dio el presidente electo para anunciar el multicitado crimen a la nación.
Pero yo creo que eso fue una puesta en escena. Todo estaba debidamente montado y practicado para enviar un mensaje de pluralidad y diferencia de opiniones en un círculo en el que sabemos que a todos les tiemblan las piernas y nunca se atreverán a contradecir al tabasqueño que hoy está recargado, con más vanidad, con más narcisismo, macho, macho, macho y con más ganas de tomar venganza sin importarle llevarse entra las patas el futuro de los mexicanos.
No, en realidad, al señor Romo ya le habían adelantado su premio de consolación; o bien, su pago por hacer el trabajo sucio, me refiero a los miles y miles de hectáreas que el futuro presidente pretende hacer maderables, negocio que hará posible la empresa de ¿quién cree? pues del señor Alfonso Romo ¿molesto? ¡patrañas! él ya está haciendo cuentas en este nuevo capítulo del capitalismo de cuates a la mexicana.
Si en realidad está enfadado como dicen y se le cae la cara de vergüenza, el regiomontano debió haber presentado su renuncia de inmediato, o separarse de esa colaboración, puesto que entiendo que aún no se puede considerar empleado al cien por ciento. El punto es que no debió haber puesta la cara que puso; es decir, no debió haberse presentado en ese evento.
En todo caso perdieron los mexicanos: los empresarios (les guste o no les guste, también son mexicanos y muchos les deben su trabajo a ellos), los trabajadores del sector turístico, los usuarios frecuentes del aeropuerto, los cientos de miles que soñaban con un trabajo cerca del área de Texcoco, los que ya se encuentran laborando ahí y todos los mexicanos que tendremos que pagar con nuestros impuestos las penalizaciones que se derivarán de tal cancelación, dinero que no hubiéramos pagado con la actual obra puesto que ya estaba financiada con los impuestos de los usuarios del aeropuerto.
¡Qué vergüenza!
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