Un presidente que ganó con tanta holgura las elecciones como hizo López Obrador, que goza de tal legitimidad, no necesita esconder lo que piensa.
Sin embargo el presidente electo, que triunfó con 30 millones de votos, un día informa una cosa y en pocas semanas declara exactamente lo contrario.
No se trata de juegos de palabras, sino de definiciones trascendentales para el país como es el caso del futuro de la reforma energética.
Así como dice una cosa, dice otra.
Con optimismo, algunos ven correcciones en lo que yo veo improvisación, falta de certeza en lo que se quiere, o engaño a una de las partes a quienes dirige sus discursos.
Ayer, ante un importante grupo de empresarios petroleros, dijo que “no se trata de culpar a nadie, o decir que fracasó la reforma energética. No vamos a generar esas polémicas, esos debates. Se trata de ver hacia adelante y rescatar, fortalecer la industria petrolera y eléctrica nacional”.
Seguramente quienes trabajan ya sobre las bases de la reforma energética salieron felices de la casa de transición de la colonia Roma, porque oyeron en voz del presidente electo lo que querían oír. Que no dice que la reforma haya sido un fracaso, y condenó esa polémica estéril entre si ésta es buena o mala. Vamos a jalar todos parejo.
Muy buena señal. Excelente para seguir adelante.
Un “estate quieto” a los que importunan con el debate de si la reforma sirve o no sirve.
Un desmentido a los que pregonan que la reforma es un fracaso. Todo sigue.
Ahora, bien, ¿a quién desmintió ayer López Obrador?
López Obrador desmintió a AMLO.
Apenas el 8 de septiembre, AMLO dijo en Villahermosa que “la reforma energética es un vil engaño y un rotundo fracaso”.
Textualmente dijo en aquella ocasión, ante contratistas de Pemex, que “la reforma energética fue un vil engaño”, se tradujo “en un fracaso rotundo”, y previo a ello suspendió las nuevas rondas de licitaciones programadas para febrero.
Según dijo ahí en Tabasco, “eso es pura corrupción”.
Es exactamente lo contrario, lo opuesto a lo que dijo ayer en reunión con los integrantes de la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos (Amexhi) y de la Asociación Nacional de Productores de Hidrocarburos.
Ante un público, AMLO dice que la reforma energética fue un vil engaño, rotundo fracaso, y ante otro público López Obrador dice que no hay que llamarla fracaso e invita a no entrar en esa falsa polémica.
Todo esto parece un asunto de diferentes puntos de vista, contrapuestos, que dirimen sus proyectos antagónicos en las urnas electorales, como ocurre en todas las democracias del mundo.
Pero aquí hay un problema: AMLO y López Obrador son la misma persona.
Y esa persona será el presidente de la República dentro de dos meses.
¿Qué hacemos? ¿A cuál le creemos?
Ojalá tengan razón los que dicen que se trata de correcciones del presidente electo, una vez pasada la campaña y en vísperas de asumir el mando del país.
Puede ser y habría que respirar tranquilos si López Obrador no va a quitar lo que sí está bien y funciona.
Sin embargo el propio AMLO ha dicho reiteradamente en días y semanas recientes que cumplirá con todos sus compromisos de campaña.
Y uno de esos compromisos de campaña es echar abajo la reforma energética.
Precisamente en Tabasco dijo un 18 de marzo que no descansaría hasta derogar la reforma y restituir a la nación lo que le pertenece.
Que quienes invertían en las rondas de licitaciones compraban mercancía pirata.
Entonces caemos en una nueva duda: ¿va a cumplir sus compromisos de campaña, como afirma, o no lo va a hacer, como lo sugiere este deslinde de los que dicen que la reforma fue un fracaso (o sea él)?
Para salir de dudas hay que esperar a que empiece a gobernar. Ojalá tome las mejores decisiones para el país.
En este momento lo único que hay es un enorme signo de interrogación y muchos ojos abiertos como plato.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
Sin embargo el presidente electo, que triunfó con 30 millones de votos, un día informa una cosa y en pocas semanas declara exactamente lo contrario.
No se trata de juegos de palabras, sino de definiciones trascendentales para el país como es el caso del futuro de la reforma energética.
Así como dice una cosa, dice otra.
Con optimismo, algunos ven correcciones en lo que yo veo improvisación, falta de certeza en lo que se quiere, o engaño a una de las partes a quienes dirige sus discursos.
Ayer, ante un importante grupo de empresarios petroleros, dijo que “no se trata de culpar a nadie, o decir que fracasó la reforma energética. No vamos a generar esas polémicas, esos debates. Se trata de ver hacia adelante y rescatar, fortalecer la industria petrolera y eléctrica nacional”.
Seguramente quienes trabajan ya sobre las bases de la reforma energética salieron felices de la casa de transición de la colonia Roma, porque oyeron en voz del presidente electo lo que querían oír. Que no dice que la reforma haya sido un fracaso, y condenó esa polémica estéril entre si ésta es buena o mala. Vamos a jalar todos parejo.
Muy buena señal. Excelente para seguir adelante.
Un “estate quieto” a los que importunan con el debate de si la reforma sirve o no sirve.
Un desmentido a los que pregonan que la reforma es un fracaso. Todo sigue.
Ahora, bien, ¿a quién desmintió ayer López Obrador?
López Obrador desmintió a AMLO.
Apenas el 8 de septiembre, AMLO dijo en Villahermosa que “la reforma energética es un vil engaño y un rotundo fracaso”.
Textualmente dijo en aquella ocasión, ante contratistas de Pemex, que “la reforma energética fue un vil engaño”, se tradujo “en un fracaso rotundo”, y previo a ello suspendió las nuevas rondas de licitaciones programadas para febrero.
Según dijo ahí en Tabasco, “eso es pura corrupción”.
Es exactamente lo contrario, lo opuesto a lo que dijo ayer en reunión con los integrantes de la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos (Amexhi) y de la Asociación Nacional de Productores de Hidrocarburos.
Ante un público, AMLO dice que la reforma energética fue un vil engaño, rotundo fracaso, y ante otro público López Obrador dice que no hay que llamarla fracaso e invita a no entrar en esa falsa polémica.
Todo esto parece un asunto de diferentes puntos de vista, contrapuestos, que dirimen sus proyectos antagónicos en las urnas electorales, como ocurre en todas las democracias del mundo.
Pero aquí hay un problema: AMLO y López Obrador son la misma persona.
Y esa persona será el presidente de la República dentro de dos meses.
¿Qué hacemos? ¿A cuál le creemos?
Ojalá tengan razón los que dicen que se trata de correcciones del presidente electo, una vez pasada la campaña y en vísperas de asumir el mando del país.
Puede ser y habría que respirar tranquilos si López Obrador no va a quitar lo que sí está bien y funciona.
Sin embargo el propio AMLO ha dicho reiteradamente en días y semanas recientes que cumplirá con todos sus compromisos de campaña.
Y uno de esos compromisos de campaña es echar abajo la reforma energética.
Precisamente en Tabasco dijo un 18 de marzo que no descansaría hasta derogar la reforma y restituir a la nación lo que le pertenece.
Que quienes invertían en las rondas de licitaciones compraban mercancía pirata.
Entonces caemos en una nueva duda: ¿va a cumplir sus compromisos de campaña, como afirma, o no lo va a hacer, como lo sugiere este deslinde de los que dicen que la reforma fue un fracaso (o sea él)?
Para salir de dudas hay que esperar a que empiece a gobernar. Ojalá tome las mejores decisiones para el país.
En este momento lo único que hay es un enorme signo de interrogación y muchos ojos abiertos como plato.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
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