“Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí
una cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte,
la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desme-
nuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de
todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos”.
Daniel 7:7 (RV.1964)
Hasta donde creo entender, metafórica, literaria y simbólicamente bello, el lenguaje bíblico aludiendo a las bestias, hace referencia a gobiernos; y valga el uso del término para describir los ciclos de esas bestias en el último siglo de la historia de México.
Empezaremos con el ciclo de los caudillos y terminaremos con el de los gobiernos divididos, que todo parece indicar, está por cerrarse.
El primer ciclo de este siglo es el de los caudillos; inició con la Revolución de 1910 y concluyó alrededor de 1934 con el alumbramiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, el partido donde cabía todo, todo, todo, hasta un “Maximato” y una oposición testimonial nacida en 1939, tal vez sembrada en el imaginario de Gómez Morín, por el propio Calles. ¿O acaso se le olvidó la fachada democrática del régimen al padre de las instituciones?
El segundo ciclo tuvo su inicio con el ascenso del “cardenismo” al poder, y el asentamiento de la presidencia imperial; ciclo en el que no se movía nada, mientras no lo ordenara el presidente de la república.
Salvo la oposición electoral sin posibilidades reales de ganar, no había nada que fuera antagónico al régimen; no se escuchaban voces discordantes. El ciclo empezó a cerrarse en 1958, con el surgimiento de los movimientos sociales.
Este tercer nuevo ciclo, se inauguró con el movimiento ferrocarrilero de 1958; le siguieron el movimiento médico en 1964 y el de mayor impacto y trascendencia histórica: el estudiantil de 1968. De manera paradógica, el principal producto de la revolución, no cabía en el partido de la revolución, cuando se suponía que había sido diseñado para que cupiera todo.
Fue un ciclo contestatario que demandaba, entre otras cosas, la apertura y democratización del régimen; éste puede considerarse cerrado en 1978.
El inicio del cuarto ciclo tuvo lugar con la reforma política de 1978, como proceso de transición a la democracia; y después de un largo camino de reformismo, concluyó con la reforma electoral de 1996, creando condiciones reales de competencia. Para 1997, con el resultado de la elección federal intermedia, hubo clara evidencia de que concluía dicho proceso de transición y se daba paso al ciclo de los gobiernos divididos.
Pero no debe haber confusión. Si bien, matemáticamente por sí solo, MORENA no tiene mayoría, y técnicamente el gobierno está dividido, sólo hay que ver que tanto lo ganado por el PT, como por el PES, se lo deben al candidato presidencial de MORENA, ya que de otra manera no se puede explicar lo que cada uno obtuvo, y que todo indica, será pagado con lealtad y disciplina; los tres serán uno en las cámaras, salvo que hubiera casos donde la conveniencia o el costo político, aconsejara actuar diferente.
La era de los gobiernos divididos, concluye con la elección del pasado primero de julio y dará paso a una nueva etapa histórica: la del “lopezobradorismo”. Se trata de un nuevo ciclo; si la tendencia temporal de los anteriores continua, usted calcule la media para darse una idea de cuántos años serán de éste nuevo.
Parece que la institucionalidad enana, que no fue capaz de frenar la rapiña peñista y que tampoco sirvió para no parir bestias como las que se pretendían destruir, tampoco servirá para regresar a la alternancia en el corto plazo. Las instituciones pueden seguir enanas y los partidos domesticados para dar legitimidad al régimen en ciernes, pero difícilmente pueden hacer algo más.
Hasta ahora, los partidos, la academia, la investigación y la intelectualidad “opinocrática” nos salen debiendo, pero se pueden sacar la espina: pueden y quizá deben, contribuir al diseño de la institucionalidad de la cuarta república. Y pueden y deben hacerlo, proponiendo y construyendo el camino que permita regresar a la normalidad democrática, con instituciones grandes y fuertes, una vez que se cierre el nuevo ciclo.
Si nos quedamos con las instituciones que se tienen actualmente, aunque no sean tocadas por el “lopezobradorismo”, seguiremos siendo chiquitos.
Los que vengan, imitarán a la bestia de 32 cuernos y 300 dientes.
Nos leemos la próxima semana.
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