La noche de la elección

La noche de la elección
La primera elección presidencial competida, la de 1988, dejó múltiples lecciones que, afortunadamente, fueron pronto asumidas y resueltas en reglas e instituciones. Dos años después, nacería el Instituto Federal Electoral, un esquema de justicia electoral, un padrón de votantes confiable, así como una organización territorial para dar orden y claridad al proceso electoral. En este marco de cambios fundacionales, hay que destacar la oportunidad de la información de resultados electorales, a manera de conjurar uno de los aspectos más controvertidos de aquella noche del 6 de julio de 1988: la “caída” del sistema de información de la entonces Comisión Federal Electoral.

A partir de la experiencia de aquellos años, se ha impuesto a las autoridades electorales la obligación de informar sobre los resultados preliminares de los comicios al término de la jornada electoral. Para ello se han empleado tres medios: la encuesta de salida de urna con entrevistas a los votantes; el conteo rápido, que es un ejercicio estadístico de aproximación con el empleo de una muestra representativa, cuya fuente son las actas de escrutinio, y el Programa de Resultados Preliminares, donde se despliega la información de resultados casilla por casilla, conforme se van desarrollando los cómputos en los centros de votación.

Para los comicios del 1 de julio la tarea de brindar información oficial oportuna se ha complicado por la concurrencia de elecciones, especialmente en lo que se refiere al PREP, que es el medio más preciso de todos conforme aumenta el número de casillas reportadas. Esto significa que tendrá que esperarse hasta el día siguiente en la mañana cuando se tengan reportadas 80% de las casillas. Lo anterior es revelador del enorme esfuerzo que tendrá que hacerse al momento de realizar los escrutinios durante la noche de la elección, que serán tantos como elecciones concurrentes se den en los centros de votación: presidente, diputados, senadores, diputados locales, presidentes municipales y en varias entidades incluso gobernador.

Más allá de la tarea de las autoridades en la difusión de tendencias de votación y de los resultados, la responsabilidad mayor en el momento de proveer información oportuna correrá a cargo de las casas encuestadoras y de los medios de comunicación que la difundan. Una vez que se cierren las casillas, es previsible que las televisoras nacionales presenten información de los resultados de la elección presidencial y, en algunos casos, porcentajes de votación para los partidos en la elección de legisladores, así como resultados de la elección de gobernadores y de jefe de gobierno de Ciudad de México.

El escenario deseable para la confiabilidad de los resultados oportunos son las grandes diferencias de votos entre competidores. Aunque las casas encuestadoras han perdido precisión en las encuestas de salida, especialmente en las elecciones de 2016, la determinación de ganador se simplifica cuando hay una distancia considerable entre los contendientes. Esto quiere decir que, si los comicios reprodujeran lo que han publicado la mayoría de las encuestas sobre una diferencia de dos dígitos entre el primero y el segundo lugar, no habrá mayor problema para conocer a las 8 de la noche el ganador de la elección presidencial. En cambio, si se presentara un escenario como el de 2006, sería necesario recurrir al PREP para tener una idea precisa de la fotografía final de los resultados de la elección.

La información de interés en torno al 1 de julio no solo se refiere a la competencia presidencial, aunque ha habido mucha atención, desde mi punto de vista irrelevante, sobre quién estaría en el segundo lugar; en todo caso, lo importante es la integración de las Cámaras, así como lo que suceda en la elección de gobernadores y Jefe de Gobierno de Ciudad de México. En la esfera local la integración de los Congresos locales reviste mucha importancia para la gobernabilidad en las entidades y para el ciudadano también es de interés el desenlace de la elección de ayuntamientos.

Otro aspecto fundamental para evaluar si es funcional o no nuestro sistema electoral, es que la noche del domingo debe estar presente el reconocimiento de resultados por quienes no fueron favorecidos, experiencia propia de la madurez democrática y que abre paso a un nuevo entorno de reencuentro, reconciliación y redefinición del mandato no solo para quien corresponda gobernar, sino para quien el voto decida cumplir la muy importante tarea de oposición. Recordemos que el poder siempre viene acompañado de disidencias que son produto de la sana pluralidad.

Pero volvemos otra vez al asunto de los resultados en todas las elecciones, no solo en lo que corresponde a la elección presidencial. Los términos de victoria pudieran ser tan generosamente extremos para unos, como dolorosamente adversos para otros. Así es la democracia y así es la política. Debe tenerse presente que, a lo largo de toda la historia del país, solo la sucesión presidencial de 2000 ocurrió en condiciones de normalidad. Hubo resistencias de los no favorecidos que retrasaron el reconocimiento y que generaron una indeseable polémica sobre un supuesto y falso apuro del presidente Zedillo en reconocer el triunfo de Vicente Fox. Afortunadamente, prevaleció el sentido común y las cosas transitaron por buen cauce y conjuraron la sospecha de que la violencia habría de acompañar a la derrota del PRI.

Tengo la impresión de que independientemente de lo que suceda esta vez, estamos ante la víspera del término de un régimen, más que de un gobierno. Me preocupa que esto ocurra en el desprecio de lo mucho que se ha hecho y más con ánimo sino de revancha, sí con la idea de que todo está mal y hay que empezar de nuevo. Desde luego que hay problemas serios que hay que encarar y resolver, revisar las acciones que no han funcionado, las malas prácticas en muchas cosas, pero también México es un país de éxito, con logros, enorme potencial y un entramado de instituciones que dan expresión a la República y que permiten la coexistencia de la diversidad, la expresión de la pluralidad y un ejercicio del poder con equilibrios y contrapesos.

La noche del 1º de julio bien puede ser un nuevo punto de partida para el bien del país. Mucho dependerá, desde luego, de los ganadores, también de los no favorecidos para que conformen una oposición inteligente y eficaz y, desde luego, de una sociedad activa, demandante y comprometida en hacer lo que le corresponde. Dejemos de lado la Noche de los cuchillos largos; convoquemos en cambio, La Noche de los Dones de Borges: la prudencia, la veracidad, la inteligencia y la razón.

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Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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