Ante el posible advenimiento de un presidente de perfil desaforadamente populista, los mexicanos expresan temores, manifiestan apoyos, abrigan esperanzas, exhiben rechazos, en fin, cada quien mira las cosas a su manera y a partir de sus muy personales preferencias aunque —hay que decirlo machaconamente, una y otra vez— el candidato de Morena no cuenta con los favores de seis de cada diez votantes.
Pero, echemos entonces un vistazo a los rasgos de los electores:
De entrada, tenemos al fanático incondicional de Obrador, alguien que le confiere la categoría de auténtico salvador de la patria, que se cree a pies juntillas que va a transformar este país y, de paso, a liquidar para siempre a esa “mafia del poder” que ha saqueado a la nación. Dentro de esta categoría figuran los más legítimos representantes del “pueblo bueno” pero también te encuentras a intelectuales, a académicos, a jóvenes estudiantes y a los extremistas de siempre. Existe un segundo apartado de seguidores más moderados que, diciéndose que ya basta del PRIAN y constatando el fracaso del modelo económico neoliberal en el apartado social, le van a dar un voto de confianza al Peje para expresar meramente su rechazo a los que nos han gobernado durante los últimos 36 años.
Luego siguen otros ciudadanos que, si bien no son partidarios del aspirante, propugnan un cambio que no les resulta amenazante porque, te dicen, “todo va a seguir igual, Amlo es en realidad un priista, hombre, es parte del sistema” y que, cuando les adviertes de que pueda tomar decisiones muy perjudiciales para la economía, te sueltan que no hay que creerle sus bravatas ni hacer caso a su retórica porque “son cosas de la campaña, es un simple discurso, a la hora de la hora no va a hacer nada de eso, se va a entender con los empresarios y a gobernar normalmente”.
Toca ahora describir a sus opositores frontales: están quienes se inquietan grandemente de sus modos de caudillo y temen que, llegado el momento, los principios de la democracia liberal sean sacrificados en el altar de la adoración al procónsul autoritario. Y, finalmente, los que avisan de que va a llevar a México al despeñadero en una espiral (vengativa) de expropiaciones, estatismo a ultranza y políticas públicas irresponsables. Venezuela, vamos.
¿En qué clasificación se colocan ustedes, lectores?
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