Más allá de los análisis y de la euforia que visualizan a ganadores y perdedores en el pasado debate de los candidatos que aspiran a ganar la Presidencia de la República, lo que no dicen esos diagnósticos tan sesudos, es que el gran perdedor del debate es México y cada uno de los mexicanos que viviremos 6 años más de fracasos del régimen presidencial mexicano; a mi juicio, no hubo propuestas de fondo, solo generalidades y acusaciones mutuas. El panorama de lo que viene es triste: un México de cardos y espinos.
Sí como bien documenta José Antonio Crespo en su libro titulado “El Fracaso histórico del presidencialismo mexicano”, cíclicamente, gobierno tras gobierno, nuestro modelo de gobierno siempre ha sido un fracaso ¿qué hay de nuevo ahora que pueda hacerlo diferente? ¿Qué ofrecen cada uno de los candidatos para sacarnos de esa tendencia al fracaso que parece irreversible? Nada, solo un espectáculo pobre, en una alberca de lodo.
Si la tendencia del fracaso histórico del presidencialismo mexicano persiste (que estadísticamente es lo más probable), quien resulte triunfador en las próximas elecciones, enfrentará más rápido que pronto, una erosión acelerada de la escasa legitimidad que le den las urnas; y si el ganador lo decide el Tribunal Electoral, difícilmente una institución que ha perdido la legitimidad propia, puede investir de legitimidad a otro poder; una posible consecuencia de esa probable falta de legitimidad, es que más pronto que rápido, la ciudadanía este pidiendo que se vaya el nuevo Tlatoani.
Lo anterior es una situación que puede hacerse presente quizás antes de la elección intermedia y como no tenemos mecanismos institucionales para revocar un mandato, tendremos que esperar y aguantar por seis años más al presidente en funciones, mientras tanto se fortalece y crece otra “comalada de nuevos ricos” al paro del poder político; sí, así como sucede ahora con el gobierno en turno, que tal vez pierdan la presidencia, pero los presuntos culpables del saqueo más grande que ha vivido México, seguirán gobernando desde el Congreso ¿qué bonito, no le parece? ¿O que hay de nuevo para que eso cambie?
Bueno, y en medio de este futuro desolador, donde los ciudadanos no tienen mecanismos para correr a un mal presidente, tirios y troyanos se dedican a bombardear la única institución que puede ser de utilidad para mitigar los efectos de tan negro futuro; esa institución es la revocación de mandato, una institución que no la entienden o no quieren entenderla los candidatos presidenciales, porque implica generar condiciones que pueden truncar cualquier sueño de gobernar y saquear al país por seis años ¿o acaso será que no se quiere porque un periodo menor a un sexenio no es suficiente para que esté lista la siguiente “comalada”?
Quisiera equivocarme, pero creo entender el diseño de revocación que propondrá Andrés Manuel, bajo un ambiente controlado, bajo su control y total dominio, una simulación como la que instrumentó cuando fue jefe de gobierno; por otro lado, me apena que la coalición que tiene como bandera el cambio de régimen, haga campaña señalando que dicha figura es chavista, cuando su bancada en el senado, propuso un mecanismo semejante, copiado en su parte sustancial de la norma venezolana; por otra parte, me apena más que el candidato que se vende como el más preparado y el más capaz, no tenga ni idea de las instituciones políticas, y descalifique la propuesta de AMLO sin proponer nada concreto; de los demás ni que decir, en efecto, el gran perdedor del debate, es México.
Si buena parte de las aspiraciones de la sociedad mexicana es un cambio de régimen, éstas deben ser atendidas con cambios de fondo que incluyan la figura presidencial y su periodo de mandato; pero si no se quiere reducir el periodo de gobierno, se le debe dar a la sociedad las herramientas institucionales para revocar un mandato; así como hay en el mundo experiencias donde este instrumento tuvo un mal uso por parte de gobiernos no democráticos, también hay experiencias de éxito, no todo es malo.
La revocación del mandato es una figura que debemos analizar a profundidad y construir con bases sólidas; si nos limitamos a hacer malas copias de lo que hay en democracias más bananeras que la nuestra y nos limitamos a los diagnósticos de superficie, los resultados no serán los mejores, seguiremos por el camino del fracaso histórico, y con el descontento social como el único indicador que crece con el acelerador a fondo.
Sí como bien documenta José Antonio Crespo en su libro titulado “El Fracaso histórico del presidencialismo mexicano”, cíclicamente, gobierno tras gobierno, nuestro modelo de gobierno siempre ha sido un fracaso ¿qué hay de nuevo ahora que pueda hacerlo diferente? ¿Qué ofrecen cada uno de los candidatos para sacarnos de esa tendencia al fracaso que parece irreversible? Nada, solo un espectáculo pobre, en una alberca de lodo.
Si la tendencia del fracaso histórico del presidencialismo mexicano persiste (que estadísticamente es lo más probable), quien resulte triunfador en las próximas elecciones, enfrentará más rápido que pronto, una erosión acelerada de la escasa legitimidad que le den las urnas; y si el ganador lo decide el Tribunal Electoral, difícilmente una institución que ha perdido la legitimidad propia, puede investir de legitimidad a otro poder; una posible consecuencia de esa probable falta de legitimidad, es que más pronto que rápido, la ciudadanía este pidiendo que se vaya el nuevo Tlatoani.
Lo anterior es una situación que puede hacerse presente quizás antes de la elección intermedia y como no tenemos mecanismos institucionales para revocar un mandato, tendremos que esperar y aguantar por seis años más al presidente en funciones, mientras tanto se fortalece y crece otra “comalada de nuevos ricos” al paro del poder político; sí, así como sucede ahora con el gobierno en turno, que tal vez pierdan la presidencia, pero los presuntos culpables del saqueo más grande que ha vivido México, seguirán gobernando desde el Congreso ¿qué bonito, no le parece? ¿O que hay de nuevo para que eso cambie?
Bueno, y en medio de este futuro desolador, donde los ciudadanos no tienen mecanismos para correr a un mal presidente, tirios y troyanos se dedican a bombardear la única institución que puede ser de utilidad para mitigar los efectos de tan negro futuro; esa institución es la revocación de mandato, una institución que no la entienden o no quieren entenderla los candidatos presidenciales, porque implica generar condiciones que pueden truncar cualquier sueño de gobernar y saquear al país por seis años ¿o acaso será que no se quiere porque un periodo menor a un sexenio no es suficiente para que esté lista la siguiente “comalada”?
Quisiera equivocarme, pero creo entender el diseño de revocación que propondrá Andrés Manuel, bajo un ambiente controlado, bajo su control y total dominio, una simulación como la que instrumentó cuando fue jefe de gobierno; por otro lado, me apena que la coalición que tiene como bandera el cambio de régimen, haga campaña señalando que dicha figura es chavista, cuando su bancada en el senado, propuso un mecanismo semejante, copiado en su parte sustancial de la norma venezolana; por otra parte, me apena más que el candidato que se vende como el más preparado y el más capaz, no tenga ni idea de las instituciones políticas, y descalifique la propuesta de AMLO sin proponer nada concreto; de los demás ni que decir, en efecto, el gran perdedor del debate, es México.
Si buena parte de las aspiraciones de la sociedad mexicana es un cambio de régimen, éstas deben ser atendidas con cambios de fondo que incluyan la figura presidencial y su periodo de mandato; pero si no se quiere reducir el periodo de gobierno, se le debe dar a la sociedad las herramientas institucionales para revocar un mandato; así como hay en el mundo experiencias donde este instrumento tuvo un mal uso por parte de gobiernos no democráticos, también hay experiencias de éxito, no todo es malo.
La revocación del mandato es una figura que debemos analizar a profundidad y construir con bases sólidas; si nos limitamos a hacer malas copias de lo que hay en democracias más bananeras que la nuestra y nos limitamos a los diagnósticos de superficie, los resultados no serán los mejores, seguiremos por el camino del fracaso histórico, y con el descontento social como el único indicador que crece con el acelerador a fondo.
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