¿Manlio tenía razón?

¿Manlio tenía razón?
Por: Pablo Hiriart. Tal vez nos arrepintamos de no haber empujado con mayor vigor a los legisladores y al Presidente para que impulsaran una segunda vuelta en la elección presidencial.

Es que lo que comienza este fin de semana es, en la práctica, una segunda vuelta electoral sin las ventajas de una segunda vuelta constitucional.

La guerra a muerte entre Anaya y Meade por ubicarse en el segundo lugar de manera clara y lo más pronto posible, es para disputar esta especie de segunda vuelta contra López Obrador que se definirá el domingo uno de julio.

El problema es precisamente ése, que la guerra es políticamente “a muerte” entre PRI y PAN, y no debería ser.

Para mayo o junio el PRI va a necesitar del PAN, o el PAN del PRI, para vencer a López Obrador.

Peleados a muerte como están, será una misión prácticamente imposible.

Después de lo que Anaya ha insultado al PRI es impensable que un simpatizante de ese partido vaya a aportar su voto para llevarlo a la Presidencia, desde donde lo va a destruir.

Y es tanto el agravio de los anayistas contra el PRI, que estos jamás darán su brazo a torcer para que ese priismo con el cual se peleó a muerte lo mande al tercer lugar de las elecciones.

Pero sólo el segundo puede disputarle el triunfo al primero, y para eso va a requerir de la actitud ponderada y generosa del tercero.

Falta aún el factor Margarita Zavala. Una incógnita, que puede dar la sorpresa y sus votos tal vez sean determinantes para hacer ganar a AMLO, o perder ella ante el de Morena, pues su pleito con Anaya no le va a atraer los votos de ese sector, aunque sí de un sector del panismo.

En esta segunda vuelta sui géneris el gran beneficiado es el puntero. Es decir, López Obrador.

A él le conviene que el segundo lugar sea Anaya, ya que si el priismo llegara a ver perdido a su candidato habrá una desbandada de votos y de cuadros hacia López Obrador y su partido para hacer perder a Anaya.

Con Meade en el segundo lugar es más posible que el votante de clase media, que habitualmente vota por el PAN, o distribuye su voto, sufrague por quien sirvió en las administraciones panistas y priista.

Sin embargo todo es confuso y especulativo por falta de una segunda vuelta constitucional.

Incluso es posible que el pleito Anaya-Meade siga hasta el uno de julio sin que la balanza se incline claramente por alguno de los dos. Y que Margarita sea la tercera en discordia… por la medalla de plata.

De nada sirve el segundo sitio. El único que importa es el primero. Sólo uno llega a Los Pinos y no será el que obtenga la medalla de plata.

La segunda vuelta electoral, consagrada en la Constitución, habría evitado precisamente esa lucha brutal entre PAN y PRI.

Romper los puentes de interlocución institucional entre esas dos grandes fuerzas era la peor estrategia si hubiéramos tenido segunda vuelta en la ley.

Ahora, en esta “segunda vuelta a la mexicana”, como la llamó Ricardo Monreal, de lo que se trata es precisamente que se destruyan los que se disputan el segundo lugar.

Y como todavía no está claramente definida la posición, veremos más golpes hasta que uno de los dos acabe tendido en la lona. O peor aún: ambos.

A ver. A ver si no nos arrepentimos de no haber presionado para que los legisladores aprobaran la segunda vuelta electoral constitucional que en su momento propuso Beltrones.

La segunda vuelta de hecho, sin más reglas que la destrucción PRI-PAN, comienza este fin de semana.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero


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