Fernanda de la Torre acaba de escribir, en las páginas de este diario*, un artículo de una desarmadora lógica que, en principio, debiera parecernos redundante en tanto que consigna meramente una evidencia: Obrador resulta un personaje inquietante por lo que ya dice, no por lo que uno pudiera suponerle.
Vistas las cosas, sin embargo, esta estricta consignación de un hecho concreto viene siendo totalmente necesaria. Porque, señoras y señores, mucha gente no parece siquiera registrar que las declaraciones del candidato presidencial de Morena anuncian un futuro de retrocesos para la nación: sus seguidores no se inmutan cuando amenaza con cancelar el proyecto de infraestructura más importante de todo el subcontinente latinoamericano, no se asustan de sus modos de caudillo, no temen que pueda instaurar un régimen intolerante y divisionista, no reprueban que siembre odios y enfrente a los mexicanos contra sí mismos, no desconfían de que pregone soluciones fáciles a problemas complicadísimos, no hacen cuentas para saber si van a ser viables sus fantasiosas promesas y no se preguntan tampoco de dónde van provenir esos virtuosos ciudadanos que construirán el idílico paraíso que dibuja en sus encendidos discursos siendo que, en todo momento y sin respiro, el hombre sigue promulgando machaconamente sus posturas.
Fernanda nos avisa, paradójicamente, de que ella sí le cree. Pero, esta revelada fe en las palabas del presunto salvador de la patria no es un acto de ciega y acrítica adhesión a su causa sino, por el contrario, una suerte de estricta comprobación de que lo que parece ser es lo que es. O sea, que si un individuo avisa de que es consustancialmente necio, de que no respeta las reglas del “sistema”, de que va a implementar políticas confiscatorias o de que los indudables avances democráticos que ha logrado nuestra sociedad no cuentan para nada, entonces hay que tomarle la palabra. No hay engaño posible. Estamos prevenidos. Podemos constatar todos que las señales de alarma están ahí, bien visibles, para que cuando las cosas comiencen a torcerse no digamos que hemos sido llamados a engaño.
Gracias, Fernanda, por tu categórica claridad.
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
*Milenio
Vistas las cosas, sin embargo, esta estricta consignación de un hecho concreto viene siendo totalmente necesaria. Porque, señoras y señores, mucha gente no parece siquiera registrar que las declaraciones del candidato presidencial de Morena anuncian un futuro de retrocesos para la nación: sus seguidores no se inmutan cuando amenaza con cancelar el proyecto de infraestructura más importante de todo el subcontinente latinoamericano, no se asustan de sus modos de caudillo, no temen que pueda instaurar un régimen intolerante y divisionista, no reprueban que siembre odios y enfrente a los mexicanos contra sí mismos, no desconfían de que pregone soluciones fáciles a problemas complicadísimos, no hacen cuentas para saber si van a ser viables sus fantasiosas promesas y no se preguntan tampoco de dónde van provenir esos virtuosos ciudadanos que construirán el idílico paraíso que dibuja en sus encendidos discursos siendo que, en todo momento y sin respiro, el hombre sigue promulgando machaconamente sus posturas.
Fernanda nos avisa, paradójicamente, de que ella sí le cree. Pero, esta revelada fe en las palabas del presunto salvador de la patria no es un acto de ciega y acrítica adhesión a su causa sino, por el contrario, una suerte de estricta comprobación de que lo que parece ser es lo que es. O sea, que si un individuo avisa de que es consustancialmente necio, de que no respeta las reglas del “sistema”, de que va a implementar políticas confiscatorias o de que los indudables avances democráticos que ha logrado nuestra sociedad no cuentan para nada, entonces hay que tomarle la palabra. No hay engaño posible. Estamos prevenidos. Podemos constatar todos que las señales de alarma están ahí, bien visibles, para que cuando las cosas comiencen a torcerse no digamos que hemos sido llamados a engaño.
Gracias, Fernanda, por tu categórica claridad.
revueltas@mac.com
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