Las encuestas, esa foto del instante, van a variar con el curso de la campaña –cuando empiece de verdad– y vamos a tener a Meade en la disputa decisiva, porque López Obrador no crece y al final de la historia también va votar la razón y no sólo el enojo.
Ese enojo nos llevaría a lo peor del pasado cuando hay mucho que perder.
¿Nos vamos a suicidar cuando hay alternativas?
La pregunta sobre quién ganará la tendremos cuando el ciudadano decida entre votar con la razón o el enojo.
De esa disyuntiva va a surgir el próximo presidente de la República.
Frente a las causas de ese enojo, real y justificado, Meade ha puesto sobre la mesa propuestas concretas y viables.
Por ahora hay la tendencia a no ver nada de lo que plantee Meade, por ser un ex funcionario de este y del anterior gobierno, y porque lo postula el PRI.
Sin embargo, la razón tiene su momento, va a llegar, y no está escrito que a la hora de cruzar la boleta una mayoría elija el camino de Venezuela.
Meade ha formulado propuestas puntuales contra la corrupción y la inseguridad. Les faltan dos cosas, imprescindibles: que las detalle y que la población las conozca.
Hasta ahora el candidato Meade ha disparado propuestas de toda índole y eso dificulta la comprensión de sus mensajes centrales: cómo tener mayor seguridad –porque no tenemos–, cómo hacer que la gente tenga mayores ingresos, y cómo golpear la corrupción.
Cuando Meade empiece a detallar e insistir en sus ideas básicas, va a subir.
No va a ganar el candidato de la continuidad en lo malo, y para eso hay que ofrecer mejores sueldos, mayor seguridad y menos corrupción.
¿Lo puede hacer Meade luego de haber trabajado en este y en el anterior sexenio, que fallaron en estos puntos?
Desde luego que sí, porque tiene la preparación y la capacidad para hacerlo.
¿Eso es suficiente? Desde luego que no. Enfrente tiene a un rival formidable que ha sabido capitalizar el enojo justificado de la ciudadanía.
López Obrador, en materia de seguridad, sólo ha propuesto a un secretario –Alfonso Durazo– que no tiene conocimientos ni experiencia en el tema.
Contra la violencia en el país, se propone él como mando único que resolverá el problema.
Y, como ya es sabido, está por amnistiar a los sicarios que digan que están arrepentidos.
En materia de corrupción dice que todo se va a solucionar con un presidente honesto en Los Pinos.
Con esa lógica, habría que votar por Meade, más honesto que él porque puede decir de qué ha vivido y cuántos impuestos ha pagado en dos décadas.
Pero no es asunto sólo del ejemplo de una persona, por importante que sea, sino de un andamiaje institucional que prevenga, detecte y sancione la corrupción.
En ese punto Meade ya planteó lo que será una iniciativa legal en el Congreso para destrabar el Sistema Nacional Anticorrupción y hacer los nombramientos que faltan para completar la integración de sus órganos.
AMLO también hizo lo suyo: presentó ternas para esos cargos con amigos, militantes de Morena e incondicionales suyos.
Vistas fríamente, las ternas que propuso AMLO para las fiscalías General de la Nación (hoy PGR), para delitos electorales y anticorrupción, parecen otros de sus chistes.
Pero volvemos al punto inicial: mucha gente que gritó contra “el fiscal carnal”, no le importa que AMLO proponga algo mucho peor.
El enojo lleva la delantera. Por ahora.
Falta el momento de la reflexión, de valorar propuestas, de pensar en nuestras familias y en nuestro país, para decidir al fin si votamos con el enojo o la razón.
Twitter: @PabloHiriart
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero
Ese enojo nos llevaría a lo peor del pasado cuando hay mucho que perder.
¿Nos vamos a suicidar cuando hay alternativas?
La pregunta sobre quién ganará la tendremos cuando el ciudadano decida entre votar con la razón o el enojo.
De esa disyuntiva va a surgir el próximo presidente de la República.
Frente a las causas de ese enojo, real y justificado, Meade ha puesto sobre la mesa propuestas concretas y viables.
Por ahora hay la tendencia a no ver nada de lo que plantee Meade, por ser un ex funcionario de este y del anterior gobierno, y porque lo postula el PRI.
Sin embargo, la razón tiene su momento, va a llegar, y no está escrito que a la hora de cruzar la boleta una mayoría elija el camino de Venezuela.
Meade ha formulado propuestas puntuales contra la corrupción y la inseguridad. Les faltan dos cosas, imprescindibles: que las detalle y que la población las conozca.
Hasta ahora el candidato Meade ha disparado propuestas de toda índole y eso dificulta la comprensión de sus mensajes centrales: cómo tener mayor seguridad –porque no tenemos–, cómo hacer que la gente tenga mayores ingresos, y cómo golpear la corrupción.
Cuando Meade empiece a detallar e insistir en sus ideas básicas, va a subir.
No va a ganar el candidato de la continuidad en lo malo, y para eso hay que ofrecer mejores sueldos, mayor seguridad y menos corrupción.
¿Lo puede hacer Meade luego de haber trabajado en este y en el anterior sexenio, que fallaron en estos puntos?
Desde luego que sí, porque tiene la preparación y la capacidad para hacerlo.
¿Eso es suficiente? Desde luego que no. Enfrente tiene a un rival formidable que ha sabido capitalizar el enojo justificado de la ciudadanía.
López Obrador, en materia de seguridad, sólo ha propuesto a un secretario –Alfonso Durazo– que no tiene conocimientos ni experiencia en el tema.
Contra la violencia en el país, se propone él como mando único que resolverá el problema.
Y, como ya es sabido, está por amnistiar a los sicarios que digan que están arrepentidos.
En materia de corrupción dice que todo se va a solucionar con un presidente honesto en Los Pinos.
Con esa lógica, habría que votar por Meade, más honesto que él porque puede decir de qué ha vivido y cuántos impuestos ha pagado en dos décadas.
Pero no es asunto sólo del ejemplo de una persona, por importante que sea, sino de un andamiaje institucional que prevenga, detecte y sancione la corrupción.
En ese punto Meade ya planteó lo que será una iniciativa legal en el Congreso para destrabar el Sistema Nacional Anticorrupción y hacer los nombramientos que faltan para completar la integración de sus órganos.
AMLO también hizo lo suyo: presentó ternas para esos cargos con amigos, militantes de Morena e incondicionales suyos.
Vistas fríamente, las ternas que propuso AMLO para las fiscalías General de la Nación (hoy PGR), para delitos electorales y anticorrupción, parecen otros de sus chistes.
Pero volvemos al punto inicial: mucha gente que gritó contra “el fiscal carnal”, no le importa que AMLO proponga algo mucho peor.
El enojo lleva la delantera. Por ahora.
Falta el momento de la reflexión, de valorar propuestas, de pensar en nuestras familias y en nuestro país, para decidir al fin si votamos con el enojo o la razón.
Twitter: @PabloHiriart
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
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