López Obrador carece de ideas para México, que no sean volver al pasado.
Su tema es echar abajo las reformas “salinistas” y las de este sexenio.
Está perdido, pero el país acabará por destrozarse si de veras hace lo que dice y lo que piensa.
A ver, las reformas salinistas:
¿Va a echar abajo el Tratado de Libre Comercio? Esa fue una reforma salinista y López Obrador, si gana, va a hacer lo que Donald Trump –muy a su pesar– no ha logrado: tirar el TLC.
El viernes dijo en La Fraylesca (Chiapas) que “vamos a establecer precios de garantía y se producirá en México lo que consumimos”. Igual que Trump. Y Echeverría.
Otra vez al país del autoconsumo, sólo que en era de globalización. Como pretende Trump y como fue el sueño durante el echeverriato.
Su discurso es atractivo para los desilusionados por el presente, con la oferta de un pasado que fue terrible y desembocó en el caos del 82.
Entonces, va a revertir las reformas “salinistas” que “hundieron al país”.
¿Va echar abajo la autonomía del Banco de México? Esa es una de las reformas salinistas.
¿Va a echar abajo la privatización de la banca? Esa es una reforma salinista, y sólo se puede revertir con la estatización. ¿Le entramos?
¿Va a destruir el INE? Es otra reforma salinista, que puso a ciudadanos a organizar las elecciones y quitó el voto a los partidos en ese instituto. ¿Volvemos a la Comisión Federal Electoral, dominada por el gobierno y su partido?
¿Va cerrar la Comisión Nacional de Derechos Humanos? Ahí está otra reforma salinista. ¿La clausuramos? ¿Para qué? ¿Cuáles son sus intenciones?
¿Va a quitarle la personalidad jurídica a las iglesias? Porque la hizo Salinas, es “mala”. ¿Regresaremos al siglo antepasado? Entonces, para qué se alía al PES y pide apoyo de las iglesias.
¿Le quitará los títulos de propiedad a los campesinos? Esa es otra reforma salinista. El fin del reparto agrario. ¿Van a regresar las expropiaciones?
Y la nueva ola de reformas, las de este sexenio, también ha prometido echarlas abajo.
¿Va a entregarle otra vez la rectoría de la educación al sindicato? Sí, se lo prometió a la CNTE y a su campaña se sumaron los allegados a Elba Esther Gordillo.
¿Para atrás las evaluaciones de la reforma educativa y se va a volver a ascender por méritos sindicales? ¿Olvidamos el proyecto de inglés intensivo en las escuelas a partir de profesores bilingües surgidos de las Normales? Sí, eso piensa su aliada la CNTE.
¿Adiós a la reforma energética y renunciamos a los miles de millones de dólares en inversión –y empleo especializado– que llegarán y ya han comenzado a llegar? Sí, es su oferta. Para López Obrador es correcto vender el petróleo a extranjeros arriba del mar, y una traición a la patria venderlo abajo del mar, con inversión y riesgo a cargo de los compradores.
¿Va a tirar la reforma de telecomunicaciones? Eso dice. Va a echar abajo “las mal llamadas reformas estructurales”. Y volveremos a pagar por la larga distancia nacional, entre otras cosas.
¿Regresaremos a una sola cadena de televisión privada y el resto para el Estado? ¿Adiós a la competencia? Todavía circula el exdirector de Imevisión (el emporio televisivo del gobierno) que corrió al conductor Pepe Cárdenas por ganarle una exclusiva a Televisa. Y está en Morena, por cierto.
En síntesis: el salto al pasado que encarna López Obrador es porque no tiene ideas para encarar el futuro. Y ofrece volver a épocas remotas que mucha gente aprueba por la falsa conseja de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
La pobreza intelectual de López Obrador para proyectar a México hacia un futuro mejor es evidente. De dar miedo.
Twitter: @PabloHiriart
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero
Su tema es echar abajo las reformas “salinistas” y las de este sexenio.
Está perdido, pero el país acabará por destrozarse si de veras hace lo que dice y lo que piensa.
A ver, las reformas salinistas:
¿Va a echar abajo el Tratado de Libre Comercio? Esa fue una reforma salinista y López Obrador, si gana, va a hacer lo que Donald Trump –muy a su pesar– no ha logrado: tirar el TLC.
El viernes dijo en La Fraylesca (Chiapas) que “vamos a establecer precios de garantía y se producirá en México lo que consumimos”. Igual que Trump. Y Echeverría.
Otra vez al país del autoconsumo, sólo que en era de globalización. Como pretende Trump y como fue el sueño durante el echeverriato.
Su discurso es atractivo para los desilusionados por el presente, con la oferta de un pasado que fue terrible y desembocó en el caos del 82.
Entonces, va a revertir las reformas “salinistas” que “hundieron al país”.
¿Va echar abajo la autonomía del Banco de México? Esa es una de las reformas salinistas.
¿Va a echar abajo la privatización de la banca? Esa es una reforma salinista, y sólo se puede revertir con la estatización. ¿Le entramos?
¿Va a destruir el INE? Es otra reforma salinista, que puso a ciudadanos a organizar las elecciones y quitó el voto a los partidos en ese instituto. ¿Volvemos a la Comisión Federal Electoral, dominada por el gobierno y su partido?
¿Va cerrar la Comisión Nacional de Derechos Humanos? Ahí está otra reforma salinista. ¿La clausuramos? ¿Para qué? ¿Cuáles son sus intenciones?
¿Va a quitarle la personalidad jurídica a las iglesias? Porque la hizo Salinas, es “mala”. ¿Regresaremos al siglo antepasado? Entonces, para qué se alía al PES y pide apoyo de las iglesias.
¿Le quitará los títulos de propiedad a los campesinos? Esa es otra reforma salinista. El fin del reparto agrario. ¿Van a regresar las expropiaciones?
Y la nueva ola de reformas, las de este sexenio, también ha prometido echarlas abajo.
¿Va a entregarle otra vez la rectoría de la educación al sindicato? Sí, se lo prometió a la CNTE y a su campaña se sumaron los allegados a Elba Esther Gordillo.
¿Para atrás las evaluaciones de la reforma educativa y se va a volver a ascender por méritos sindicales? ¿Olvidamos el proyecto de inglés intensivo en las escuelas a partir de profesores bilingües surgidos de las Normales? Sí, eso piensa su aliada la CNTE.
¿Adiós a la reforma energética y renunciamos a los miles de millones de dólares en inversión –y empleo especializado– que llegarán y ya han comenzado a llegar? Sí, es su oferta. Para López Obrador es correcto vender el petróleo a extranjeros arriba del mar, y una traición a la patria venderlo abajo del mar, con inversión y riesgo a cargo de los compradores.
¿Va a tirar la reforma de telecomunicaciones? Eso dice. Va a echar abajo “las mal llamadas reformas estructurales”. Y volveremos a pagar por la larga distancia nacional, entre otras cosas.
¿Regresaremos a una sola cadena de televisión privada y el resto para el Estado? ¿Adiós a la competencia? Todavía circula el exdirector de Imevisión (el emporio televisivo del gobierno) que corrió al conductor Pepe Cárdenas por ganarle una exclusiva a Televisa. Y está en Morena, por cierto.
En síntesis: el salto al pasado que encarna López Obrador es porque no tiene ideas para encarar el futuro. Y ofrece volver a épocas remotas que mucha gente aprueba por la falsa conseja de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
La pobreza intelectual de López Obrador para proyectar a México hacia un futuro mejor es evidente. De dar miedo.
Twitter: @PabloHiriart
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero
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