Ayer terminaron los trabajos de la sexta ronda de negociaciones del TLCAN. Los responsables últimos del proceso, el secretario Guajardo, la canciller Freeland, y el representante de comercio Lighthizer se notaron mucho menos tensos que cuando terminó la ronda cuatro, que parece haber sido la más dura. Los tres reconocieron avances, aunque como de costumbre, Lighthizer fue el menos efusivo. Insistió en que no se avanza rápido, porque su objetivo casi único es el tema del déficit comercial. Como hemos comentado en muchas ocasiones, es absurdo negociar acuerdos comerciales con esa visión, pero qué se le va a hacer.
El tipo de cambio se comportó razonablemente bien, y seguimos un peso por debajo de la cotización del dólar al inicio del año, que estaba ligeramente por encima de 19.60 pesos. Es una apreciación de nuestra moneda de 5%, que no está mal, pero es importante recordar que el dólar ha perdido poco más de 3% frente al resto de monedas, de forma que la mejora en expectativas es mucho menor de lo que parece.
Esto tiene que ver, sin duda, con el discurso que hoy por la noche dará Donald J. Trump. Su primer “State of the Union”, que no sabemos si se parecerá a la arenga con que inauguró su presidencia hace un año, o a lo que leyó en Davos hace una semana. Si se va por el primer camino, no dudo que tengamos mucho nerviosismo mañana. Como ya hemos comentado, también en diversas ocasiones, el futuro del TLCAN no depende de los equipos negociadores, sino de lo que se le ocurra a Trump. No es que sus ocurrencias sean finales, como no lo ha sido ninguna hasta ahora, pero el caos que producen es más que suficiente para angustiarnos.
Todo indica que esto no va a cambiar, es la personalidad del presidente de Estados Unidos. Podría ocurrir que lo remuevan, pero esto no va a ser ni pronto ni fácil. Es posible que después de la elección de noviembre, si las cosas van muy mal para los republicanos, haya espacio para hacerlo, pero de otra manera Trump seguirá en la Casa Blanca hasta enero de 2020. Esto significa una presión constante sobre México, ya sea por el TLCAN, por el muro, o por lo que se le ocurra. Y aunque esa presión tiene efectos positivos, por ejemplo al abaratar el peso, son los negativos los más relevantes. El que el peso se deprecie tiene su origen en un incremento en el nivel de riesgo percibido por los inversionistas. Eso implica que las ganancias que esperan obtener al invertir en nuestro país deberán ser mayores a lo “normal”, porque se debe incorporar ese riesgo adicional. Al final, eso significa menos inversión, o bien menores salarios.
Donald Trump es una amenaza muy seria para Estados Unidos, que ya ha bajado en buena parte de los índices internacionales: en la calidad de su democracia, en la facilidad de hacer negocios, como destino de inversión, pero también lo es para nosotros. Es tan grande la influencia del país vecino, que seguiremos sus pasos en todos los indicadores conforme ellos retrocedan. Hay quienes creen que esto puede evitarse, ampliando relaciones con otras naciones. Es posible, pero el impacto no será ni muy grande ni ocurrirá lo suficientemente rápido. Otros suponen que todo puede resolverse gritándole a Trump, pero eso tampoco tiene sentido.
En suma, es un panorama negativo, pero así va a ser. Mientras Trump siga en la Casa Blanca, México será percibido como más riesgoso. Cuando ya no esté, veremos qué se puede rescatar, y en qué dirección movernos. En ello, el TPP será muy importante. Y por eso mismo, habrá que atender hoy el discurso del energúmeno.
Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey
Twitter: @macariomx
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero
El tipo de cambio se comportó razonablemente bien, y seguimos un peso por debajo de la cotización del dólar al inicio del año, que estaba ligeramente por encima de 19.60 pesos. Es una apreciación de nuestra moneda de 5%, que no está mal, pero es importante recordar que el dólar ha perdido poco más de 3% frente al resto de monedas, de forma que la mejora en expectativas es mucho menor de lo que parece.
Esto tiene que ver, sin duda, con el discurso que hoy por la noche dará Donald J. Trump. Su primer “State of the Union”, que no sabemos si se parecerá a la arenga con que inauguró su presidencia hace un año, o a lo que leyó en Davos hace una semana. Si se va por el primer camino, no dudo que tengamos mucho nerviosismo mañana. Como ya hemos comentado, también en diversas ocasiones, el futuro del TLCAN no depende de los equipos negociadores, sino de lo que se le ocurra a Trump. No es que sus ocurrencias sean finales, como no lo ha sido ninguna hasta ahora, pero el caos que producen es más que suficiente para angustiarnos.
Todo indica que esto no va a cambiar, es la personalidad del presidente de Estados Unidos. Podría ocurrir que lo remuevan, pero esto no va a ser ni pronto ni fácil. Es posible que después de la elección de noviembre, si las cosas van muy mal para los republicanos, haya espacio para hacerlo, pero de otra manera Trump seguirá en la Casa Blanca hasta enero de 2020. Esto significa una presión constante sobre México, ya sea por el TLCAN, por el muro, o por lo que se le ocurra. Y aunque esa presión tiene efectos positivos, por ejemplo al abaratar el peso, son los negativos los más relevantes. El que el peso se deprecie tiene su origen en un incremento en el nivel de riesgo percibido por los inversionistas. Eso implica que las ganancias que esperan obtener al invertir en nuestro país deberán ser mayores a lo “normal”, porque se debe incorporar ese riesgo adicional. Al final, eso significa menos inversión, o bien menores salarios.
Donald Trump es una amenaza muy seria para Estados Unidos, que ya ha bajado en buena parte de los índices internacionales: en la calidad de su democracia, en la facilidad de hacer negocios, como destino de inversión, pero también lo es para nosotros. Es tan grande la influencia del país vecino, que seguiremos sus pasos en todos los indicadores conforme ellos retrocedan. Hay quienes creen que esto puede evitarse, ampliando relaciones con otras naciones. Es posible, pero el impacto no será ni muy grande ni ocurrirá lo suficientemente rápido. Otros suponen que todo puede resolverse gritándole a Trump, pero eso tampoco tiene sentido.
En suma, es un panorama negativo, pero así va a ser. Mientras Trump siga en la Casa Blanca, México será percibido como más riesgoso. Cuando ya no esté, veremos qué se puede rescatar, y en qué dirección movernos. En ello, el TPP será muy importante. Y por eso mismo, habrá que atender hoy el discurso del energúmeno.
Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey
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Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
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