Hablando de “relativismo”, hay principios que no pueden ser relativos en lo absoluto. La democracia liberal no es negociable, por ejemplo. ¿Qué doctrina puede justificar la cancelación de las libertades? ¿Qué ideología merecería la supresión de los derechos humanos? ¿Qué colectivismo tendría que sacrificar a la primerísima de las minorías, a saber, el individuo?
Cuando pretendemos que las diferencias culturales validan cualquier costumbre y, a partir de ahí, aceptamos que los integrantes de otros grupos humanos no necesariamente tienen que seguir los preceptos legales que ha consagrado el proceso civilizatorio, entonces lo que estamos haciendo es negarles, a esos miembros de sociedades diferentes, las prerrogativas que nosotros disfrutamos en el satanizado Occidente. Que las “tradiciones y costumbres” que imperan en el Sureste mexicano debieren ser reconocibles no legitima en modo alguno la instauración de modelos que, entre otras cosas, marginan y segregan abiertamente a las mujeres. La creación de una “comunidad autónoma”, ¿implica obligadamente la renuncia a los preceptos constitucionales que otorgan garantías a todos los ciudadanos y que resultan, además, de siglos enteros de esfuerzos y luchas sociales? Dicho de otra manera, la democracia debiera ser universal, como los principios de igualdad y el Estado de derecho.
Pero, hoy, vivimos acobardados ante la mera sospecha de que pretendamos señalar a los fanáticos religiosos como representantes directísimos de una religión violenta. De la misma manera, caracterizamos el atraso y el oscurantismo de ciertas etnias como una suerte de “cualidad” intrínseca que poseen y, a partir de ahí, ya no nos atrevemos siquiera a recomendarles que adopten nuestros muy beneficiosos paradigmas. Lo repito, la libertad de expresión o la soberanía del individuo —entre otros de los pilares de la sociedad abierta— no son pautas opcionales sino prerrogativas mínimas para los miembros de cualquier comunidad humana, en todas las latitudes y en todas las geografías.
Ah, y falta mencionar a los otros sectarios, a los que, pretextando la salvación del “pueblo”, se disponen, ellos también, a recortar las libertades y a los que tampoco puedes criticar porque entonces estás del lado de la “mafia en el poder”. ¡Uf!
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Cuando pretendemos que las diferencias culturales validan cualquier costumbre y, a partir de ahí, aceptamos que los integrantes de otros grupos humanos no necesariamente tienen que seguir los preceptos legales que ha consagrado el proceso civilizatorio, entonces lo que estamos haciendo es negarles, a esos miembros de sociedades diferentes, las prerrogativas que nosotros disfrutamos en el satanizado Occidente. Que las “tradiciones y costumbres” que imperan en el Sureste mexicano debieren ser reconocibles no legitima en modo alguno la instauración de modelos que, entre otras cosas, marginan y segregan abiertamente a las mujeres. La creación de una “comunidad autónoma”, ¿implica obligadamente la renuncia a los preceptos constitucionales que otorgan garantías a todos los ciudadanos y que resultan, además, de siglos enteros de esfuerzos y luchas sociales? Dicho de otra manera, la democracia debiera ser universal, como los principios de igualdad y el Estado de derecho.
Pero, hoy, vivimos acobardados ante la mera sospecha de que pretendamos señalar a los fanáticos religiosos como representantes directísimos de una religión violenta. De la misma manera, caracterizamos el atraso y el oscurantismo de ciertas etnias como una suerte de “cualidad” intrínseca que poseen y, a partir de ahí, ya no nos atrevemos siquiera a recomendarles que adopten nuestros muy beneficiosos paradigmas. Lo repito, la libertad de expresión o la soberanía del individuo —entre otros de los pilares de la sociedad abierta— no son pautas opcionales sino prerrogativas mínimas para los miembros de cualquier comunidad humana, en todas las latitudes y en todas las geografías.
Ah, y falta mencionar a los otros sectarios, a los que, pretextando la salvación del “pueblo”, se disponen, ellos también, a recortar las libertades y a los que tampoco puedes criticar porque entonces estás del lado de la “mafia en el poder”. ¡Uf!
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