A casi una semana de haber conmemorando “El día de la raza”, nos topamos con tremendo panorama que nos devuelve el reflejo de nosotros mismos. Una verdad innegable es que la mayoría somos mestizos, producto de la mezcla de diversa razas, pues aunque nos cueste aceptarlo, por nuestras venas corre sangre mestiza, una mezcla de continentes y países, de costumbres y de culturas; dando como resultado una amplia diversidad.
Pero de forma lamentable, ante esta verdad muchos sufrimos de algo llamado “doble moralidad”, pues mientras estamos conscientes de que nuestra raza y nuestras generaciones anteriores inmediatas son una mezcla, nos cuesta asimilar que somos el resultado de un legado que no tendría por que incomodarnos. Pues por un lado culpamos de todos nuestros males a los españoles, a esos personajes que vinieron a imponer su cultura, lengua y religión. Los llamamos genocidas, pero olvidamos que los nativos de esta región también eran sanguinarios y vivían en batallas constante para ganar territorio; así que siendo objetivos, los aborígenes se enfrentaron a un depredador de su misma condición pero con mayores ventajas, ni los españoles son los malos, ni los indígenas eran los buenos e indefensos como se nos ha hecho creer por cientos de años, al final solo ganaron los más fuertes, con ayuda de virus y algunos pueblos aliados.
Debido a esto, la gruesa de la población en México, tiende a glorificar a nuestros ancestros, adoptan vestimenta y accesorios de culturas indígenas, pero nunca se interesan en ir a esas comunidades casi olvidadas y mucho menos se interesan por aprender una lengua nativa, pues eso en el fondo creen que es innecesario y muchos incluso piensan que debería desaparecer.
Debido a esto, la gruesa de la población en México, tiende a glorificar a nuestros ancestros, adoptan vestimenta y accesorios de culturas indígenas, pero nunca se interesan en ir a esas comunidades casi olvidadas y mucho menos se interesan por aprender una lengua nativa, pues eso en el fondo creen que es innecesario y muchos incluso piensan que debería desaparecer.
Normalmente las actitudes donde sale a flote la mexicanidad, son solo en fechas específicas como el 16 de septiembre, el 12 de octubre y el 20 de noviembre, ahí sí, nos sentimos bien orgullosos de ser mexicanos, pero pasando estás fechas volvemos a utilizar la ropa que nos diferencia de aquellos que aún conservan sangre indígena pura… ¡Qué oso que me confundan con una María!
A última fechas, ese racismo sigue tan vigente como al principio la colonia. El caso más reciente, y penoso, es lo que ocurrió hace algunos días cuando las redes sociales se llenaron de comentarios racistas e intolerantes, donde se referían a la próxima candidata independiente por el Ejército Zapatista por la Liberación Nacional (EZLN), María de Jesús Patricio Martínez o “Marichuy”, de manera denigrantes y peyorativa. Las redes sociales fueron el foro de expresión para cientos de intolerantes que hacían mofa a su condición de indígena y de mujer. Incitando al odio con mensajes donde la calificaban como alguien que debería de estar haciendo el aseo en una casa en lugar de buscar un puesto político. Comentarios como: “Quién es Marichuy y por qué no está lavando mis trastes”, fueron los que circularon, donde se denigra a la mujer por ser oriunda de una comunidad indígena, por su forma de vestir y por su color de piel.
No hay duda que somos una sociedad doble moral, pues algunos días nos sentimos orgullosos de ser descendientes de indígenas y otros nos la vivimos denigrando a los que aún tienen rasgos autóctonos, somos orgullosamente “mexicanos”, desde nuestros privilegios, desde una casa que tiene todos los servicios, desde nuestras oportunidades educativas y de desarrollo… desde nuestro color apiñonado o blanco de piel.
deysisnhn@gmail.com
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