Secuestros virtuales desde el penal de Altamira, Tamaulipas

Secuestros virtuales desde el penal de Altamira, Tamaulipas
El lunes pasado sonó el teléfono de una amiga mía, del otro lado de la línea, se escuchaba angustiado y desesperado “Juan” diciendo que habían secuestrado a su madre desde el domingo. Pedía ayuda para que, a través de otro amigo experto en inteligencia militar, localizara uno de los números de los cuales le habían llamado para exigir el pago de un millón de pesos, a cambio de la liberación de la señora.


De inmediato, mi amiga se comunicó con el experto, quien rastreó el teléfono, y al cabo de cinco minutos, informaba que la llamada provenía desde el interior del penal de Altamira, Tamaulipas. Al mismo tiempo, “Juan” se encontraba con los de la Fiscalía Antisecuestros del gobierno federal, quienes le habían dicho que, por las características de las llamadas y las descripciones de los hechos, se trataba de un secuestro virtual.

Todo comenzó el domingo pasado cuando la mamá de “Juan” acudió a Toluca, Estado de México, a atender a unos clientes, acompañada de su asistente. Cayó la noche, llegó la lluvia, y ambos decidieron mejor quedarse a dormir ahí, para evitar un accidente. Decidieron hospedarse en el “Hotel Paseo”, ubicado en Av. Paseo Tollocan 5, San Jerónimo Chicahualco, al lado del Centro Médico ISSEMyM.

Secuestros virtuales desde el penal de Altamira, Tamaulipas

Estando en la habitación, sonó el teléfono a las diez de la noche. Era la voz de un hombre que decía llamar de la recepción, y quien comenzó a darles instrucciones de no salir del cuarto, pues se estaba llevando a cabo un operativo dentro del hotel, pues les habían reportado que habían entrado cinco personas con armas largas, y que pertenecían al Cártel del Golfo. Les pedían resguardarse en la pared o en el suelo, en lo que revisaban piso por piso, y habitación por habitación.

De pronto, otro hombre tomó la llamada y les dijo “Ya déjense de mamadas, nosotros pertenecemos al Cártel de Tláhuac, denos sus teléfonos o se los va a cargar la chingada”. El segundo hombre decía que era el comandante 8008, preguntaba cuántos celulares tenían, cuántas personas estaban en el cuarto, les pidieron sus nombres, y sus números de teléfono celular. Entre el nerviosismo y el miedo por las amenazas, ambos proporcionaron sus números. El comandante les señalaba que les iba a llegar un mensaje SMS a sus celulares y que debían proporcionar los códigos. Así lo hicieron.

Eran varios los extorsionadores que se turnaban la llamada. Uno se decía llamar comandante, otro teniente, uno más licenciado, y el último era el contador. El comandante era el jefe, el más grosero de todos, el que supuestamente daba las órdenes al resto. Ellos aseguraban a sus víctimas que dentro del hotel y afuera tenían “halcones” que les reportaban todo. Y que eran “sicarios que le hacían el trabajo sucio al gobierno”. Les prohibieron hacer llamadas, y les exigieron reportarse todo el tiempo. Así comenzó la pesadilla que duró casi 24 horas.

Durante la llamada, el comandante les preguntaba cuántos hijos, hermanos, tenían, si estaban casados. Si usaban tarjetas de crédito, si sus celulares eran de prepago o de plan, de cómo pagaban su celular, etc. El jefe mayor les decía “los estamos levantando”, al mismo tiempo que se adueñaba de sus números de whatsapp, y los instalaban en sus propios celulares.

“Yo no tengo a nadie, no tengo hijos, con mis hermanos no tengo relación”, decía la madre de “Juan”, ante la insistencia de los delincuentes de proporcionarles más información de sus familiares, y de darles dinero. A las siete de la mañana, uno de los extorsionadores les decía que ya habían recorrido todo el hotel, que estaban esperando indicaciones de su superior para ver qué hacían con ellos. El comandante les decía que eran bien sanguinarios, que arrancaban las uñas, que sacaban diente por diente, y que les arrancaban las plantas de los pies a sus víctimas.

“Queremos cien mil pesos”, decían los supuestos sicarios, “háblenle a alguien para que les dé el dinero”, todo con palabras altisonantes y amedrentándolos a cada segundo. Les pidieron que salieran de la habitación y se dieran de baja del hotel. Aseguraban que todos los que trabajaban ahí estaban coludidos, incluyendo a los de la recepción, por lo que les exigieron no hacer ninguna tontería a la hora de abandonar el hotel.

“Rebeca” y su asistente “Pedro” subieron a su automóvil, y sin colgar ni un minuto la llamada por los celulares, les exigieron que fueran al Banamex de Plaza Sendero Toluca, a depositar el dinero a la cuenta de un hombre llamado Luis Eduardo Reyes Iduarte, al número 5204 1652 661 2691. El comandante le exigía a “Rebeca” y a “Pedro” entrar cada uno a sus sucursales bancarias, sacar todo el dinero que pudieran de sus tarjetas de crédito y depositar lo que juntaran a esa misma cuenta.

Al salir de la sucursal de Banamex en Plaza Sendero, “Rebeca” y “Pedro” escucharon a un señor de edad avanzada y su esposa hablar también por teléfono y decir que sólo habían podido reunir 15 mil pesos, que no tenía más y que ya lo había depositado. Otras víctimas.

Al tiempo que eso sucedía, el comandante ya había hecho toda una investigación sobre las redes sociales de “Pedro”, había visto sus viajes, el nombre de sus familiares, todo. Asimismo, y a través de la información de sus whatsapp, ya tenían la información de varias personas cercanas. Para las once de la mañana, los extorsionadores se comunicaron con sus hermanos para exigirles más dinero, y si no los matarían. “Los tenemos vigilados y los están siguiendo, si hacen cualquier tontería los vamos hacer que sufran y los vamos asesinar”, ambos aterrorizados por tantas llamadas.

A los pocos minutos, los supuestos sicarios ya se habían comunicado con la hermana de “Rebeca”, y habían averiguado que sí tenía hijos, con quienes se comunicaron para decirles que tenían secuestrada a su madre y le exigían a cada uno un pago de 250 mil pesos. Los hijos intentaban comunicarse con su madre, pero ella había recibido la orden de apagar su teléfono y de sólo hacer llamadas que el comandante le exigía.

Uno de los hijos depositó 20 mil pesos de inmediato en la misma cuenta de Banamex, su hermano hizo lo propio y depositó casi 30 mil pesos, ante el temor de que la vida de su madre estuviera en peligro. Ambos acudieron a la policía a levantar la denuncia, los recibió el Fiscal Antisecuestros, quien les anunció que por el modus operandi, se trataba de un secuestro virtual, y que desgraciadamente era una práctica muy común que a diario se vive en nuestro país.

Los supuestos secuestradores pusieron en contacto a “Juan” y su madre, a quien le habían instruido decir que se encontraba recluida en una casa de seguridad, con unos hombres encapuchados y que por favor accediera todo lo que le pedían. Posteriormente, a “Rebeca” y a “Pedro” les dieron la instrucción de irse al Motel Villas los Sauces, ubicado en Av. Tecnológico Norte 1249, Col. Francisco I. Madero, en Metepec Estado de México, y que ahí se registraran y les dijera en qué habitación estaban. Ahí permanecieron de las 2 de la tarde hasta las ocho de la noche que terminó la pesadilla.

El comandante se comunicó con los dos al teléfono de la habitación y les preguntó si querían comer algo. Ambos querían un caldo de pollo, a lo que éste señaló que no eran restaurante y ordenó que les llevaran pollo Kentucky Fried Chicken, y así sucedió. Tocaron a la habitación y les llevaron la comida. Ahí permanecieron hasta la noche, cuando el jefe les llamó para decirles que estaban liberados, que podían irse. No sin antes asegurarles que ese era su negocio, y que operaban en el Estado de México, Michoacán y la Ciudad de México, y que ya habían pagado “su piso”. Finalmente, los extorsionadores recibieron en menos de 24 horas la cantidad de 70 mil pesos.

Los teléfonos de donde recibieron las llamadas fueron de Telcel: 5562-924094, 5530-774216, 867-1480617, 644-2502527, 844-8074738, 833-1609842, 682-2526248, 5537-274183, 5545-467348, 5530-774216, 661-6115681, 664-7933749. De Unefon el 834-2212702.

Finalmente, mi amiga le llamó a un alto contacto dentro de la Procuraduría General de la República, quien inició una investigación a fondo sobre el asunto. A la espera de que en estos días caiga la banda que opera desde el penal Altamira en Tamaulipas, en complicidad con supuestos “halcones” y posible personal de los hoteles involucrados, en este caso del Estado de México. Una pena leer en otros medios que esta historia se repite a diario, unas cuatro o cinco veces en nuestro país. ¡Aguas con los secuestros virtuales!


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