Bien decía Mahatma Gandhi que "Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales". Y es verdad, la piel se me pone chinita cuando veo los videos de maltrato animal que ha publicado la asociación internacional Mercy For Animals. A pesar de que los derechos de los animales se encuentran regulados en el marco jurídico internacional y nacional, donde se instaura que ningún animal será sometido a malos tratos ni actos crueles, la realidad dista mucho, y las escenas de abuso hacia los animales abundan en el mundo, y en nuestro país.
Pero ese marco jurídico parece no importarles a los dueños de muchos de los rastros, aviarios, o incluso en los barcos del sector pesquero. En los rastros de México, aún vivos, degüellan, hierven y martillan animales. Son las escenas que se ven a diario en los rastros municipales, donde el maltrato y sufrimiento de los animales parece una ley. A las vacas les dan mazazos en el cráneo, hasta que no pueden pararse más, de ahí las cuelgan de una pata, y alguien les clava un cuchillo en la yugular hasta que se desangran, y mueren.
Estas escenas distan mucho de lo que ocurre en los rastros que tienen certificación TIF (Tipo Inspección Federal” que otorga el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), Órgano Administrativo Desconcentrado de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), y que han cumplido con las más estrictas Normas Internacionales de Calidad e Higiene, teniendo como finalidad abastecer a los consumidores de carne de buena calidad y en óptimas condiciones sanitarias. Son instalaciones de sacrificio, proceso e industrialización sanitaria de la carne de ganado, bovino, porcino y aves. Lugares donde el sacrificio es controlado, cumpliendo las normas y la inspección sanitaria. Sin embargo, apenas existen 124 rastros con este certificado, contra los casi 900 municipales que existen en México.
Y no es para menos, una certificación TIF asegura que la carne no tenga fiebre aftosa, parasitosis, tuberculosis bovina, brucelosis, la enfermedad de Newcastle, la salmonelosis aviar, la fiebre porcina clásica, entre otras muchas enfermedades. Ya en 1946, nuestro país experimentó una de las mayores catástrofes en la historia que afectó al ganado vacuno, lanar, caprino y porcino. La enfermedad de la fiebre aftosa alcanzó casi la mitad del territorio nacional, y la carencia de una infraestructura sanitaria capaz de responder inmediatamente a la emergencia, permitió que la enfermedad se propagara a cantidades alarmantes, a tal grado que se dio un exterminio de todo el ganado enfermo, provocando pérdidas millonarias a la industria.
Y es que un manejo inadecuado durante la matanza de los animales, provoca sufrimiento en éstos, pérdidas económicas y riesgos sanitarios por la mala calidad de carne. Desgraciadamente, en México no existen programas de entrenamiento específico para los operadores de los rastros, por lo que es común ver escenas dantescas en estos lugares.
En abril de este año, en la Cámara de Diputados se quedó en el tintero la aprobación de un Dictamen impulsado por Mercy for Animals, y respaldada por más de 250 mil firmas en Change.org, para reformar la Ley Federal de Sanidad Animal (LFSA) y convertir en delito el asesinato de animales que no hayan sido aturdidos adecuadamente.
La iniciativa para proteger a los animales ha encontrado eco en diversos legisladores como los senadores Ernesto Cordero, el diputado Federico Döring y el diputado Ulises Ramírez Nuñez del PAN, Marco Antonio Olvera, María Verónica Martínez, el Diputado Yericó Abramo Masso, el diputado José Luis Orozco Sánchez, la diputada María del Carmen Pinete Vargas todos del PRI, con el senador Carlos Puente y el diputado Emilio Salazar Farías del Partido Verde, y otros legisladores de Movimiento Ciudadano, PRD y Morena.
Apenas hace unos días, Mercy For Animals daba a conocer los resultados de una encuesta practicada en Canadá, donde el 86% de los encuestados estarían dispuestos a pagar un precio más alto en diversos productos de consumo animal, si supieran que provienen de compañías que tienen mejores prácticas para el bienestar animal. El estudio revela que el 90% de los canadienses están en contra de que los pollos sean alimentados de una forma rápida para su crecimiento, además del uso de hormonas. Un 88% está a favor de que disminuya el uso de sistemas crueles contra los animales, y un 89% estaría de acuerdo en que se impusieran auditores independientes para comprobar que no haya malas prácticas en la industria del consumo de productos de origen animal.
La investigación se llevó a cabo durante los meses de mayo y junio, donde uno de los voluntarios de Mercy For Animals visitó una granja de pollos, donde pudo grabar con una cámara escondida, a decenas de trabajadores abusando de los pollos y las gallinas, aventándolos contra la pared hasta su muerte, pisándolos, o cortándolos en partes con sus propias manos.
En México, según el INEGI, cada año se torturan un promedio de 7 millones de animales de granja en los rastros de México. Y el problema con acaba ahí, la insensibilización entre los seres humanos que allí laboran es brutal, y existe evidencia en diversos estudios, que esas personas pueden explorar sus límites más violentos, y no precisamente lo harán con animales. Pueden ser unas verdaderas escuelas del crimen.
De ahí que la aprobación urgente de una Ley de rastros sin crueldad, no sólo beneficia a la industria, sino que mejora la calidad de la carne, los animales no sufren, tienen una muerte digna, y se evitan problemas de salud. Si se levantara una encuesta en México, como la que se hizo en Canadá, probablemente, los resultados serían los mismos. La gente estaría dispuesta a pagar un poco más por tener mejor calidad en los productos, y por saber que se protege la vida de los animales. Una iniciativa a la cual me sumo.
Pero ese marco jurídico parece no importarles a los dueños de muchos de los rastros, aviarios, o incluso en los barcos del sector pesquero. En los rastros de México, aún vivos, degüellan, hierven y martillan animales. Son las escenas que se ven a diario en los rastros municipales, donde el maltrato y sufrimiento de los animales parece una ley. A las vacas les dan mazazos en el cráneo, hasta que no pueden pararse más, de ahí las cuelgan de una pata, y alguien les clava un cuchillo en la yugular hasta que se desangran, y mueren.
Foto: SinEmbargo. |
Y no es para menos, una certificación TIF asegura que la carne no tenga fiebre aftosa, parasitosis, tuberculosis bovina, brucelosis, la enfermedad de Newcastle, la salmonelosis aviar, la fiebre porcina clásica, entre otras muchas enfermedades. Ya en 1946, nuestro país experimentó una de las mayores catástrofes en la historia que afectó al ganado vacuno, lanar, caprino y porcino. La enfermedad de la fiebre aftosa alcanzó casi la mitad del territorio nacional, y la carencia de una infraestructura sanitaria capaz de responder inmediatamente a la emergencia, permitió que la enfermedad se propagara a cantidades alarmantes, a tal grado que se dio un exterminio de todo el ganado enfermo, provocando pérdidas millonarias a la industria.
Y es que un manejo inadecuado durante la matanza de los animales, provoca sufrimiento en éstos, pérdidas económicas y riesgos sanitarios por la mala calidad de carne. Desgraciadamente, en México no existen programas de entrenamiento específico para los operadores de los rastros, por lo que es común ver escenas dantescas en estos lugares.
En abril de este año, en la Cámara de Diputados se quedó en el tintero la aprobación de un Dictamen impulsado por Mercy for Animals, y respaldada por más de 250 mil firmas en Change.org, para reformar la Ley Federal de Sanidad Animal (LFSA) y convertir en delito el asesinato de animales que no hayan sido aturdidos adecuadamente.
La iniciativa para proteger a los animales ha encontrado eco en diversos legisladores como los senadores Ernesto Cordero, el diputado Federico Döring y el diputado Ulises Ramírez Nuñez del PAN, Marco Antonio Olvera, María Verónica Martínez, el Diputado Yericó Abramo Masso, el diputado José Luis Orozco Sánchez, la diputada María del Carmen Pinete Vargas todos del PRI, con el senador Carlos Puente y el diputado Emilio Salazar Farías del Partido Verde, y otros legisladores de Movimiento Ciudadano, PRD y Morena.
Apenas hace unos días, Mercy For Animals daba a conocer los resultados de una encuesta practicada en Canadá, donde el 86% de los encuestados estarían dispuestos a pagar un precio más alto en diversos productos de consumo animal, si supieran que provienen de compañías que tienen mejores prácticas para el bienestar animal. El estudio revela que el 90% de los canadienses están en contra de que los pollos sean alimentados de una forma rápida para su crecimiento, además del uso de hormonas. Un 88% está a favor de que disminuya el uso de sistemas crueles contra los animales, y un 89% estaría de acuerdo en que se impusieran auditores independientes para comprobar que no haya malas prácticas en la industria del consumo de productos de origen animal.
La investigación se llevó a cabo durante los meses de mayo y junio, donde uno de los voluntarios de Mercy For Animals visitó una granja de pollos, donde pudo grabar con una cámara escondida, a decenas de trabajadores abusando de los pollos y las gallinas, aventándolos contra la pared hasta su muerte, pisándolos, o cortándolos en partes con sus propias manos.
En México, según el INEGI, cada año se torturan un promedio de 7 millones de animales de granja en los rastros de México. Y el problema con acaba ahí, la insensibilización entre los seres humanos que allí laboran es brutal, y existe evidencia en diversos estudios, que esas personas pueden explorar sus límites más violentos, y no precisamente lo harán con animales. Pueden ser unas verdaderas escuelas del crimen.
De ahí que la aprobación urgente de una Ley de rastros sin crueldad, no sólo beneficia a la industria, sino que mejora la calidad de la carne, los animales no sufren, tienen una muerte digna, y se evitan problemas de salud. Si se levantara una encuesta en México, como la que se hizo en Canadá, probablemente, los resultados serían los mismos. La gente estaría dispuesta a pagar un poco más por tener mejor calidad en los productos, y por saber que se protege la vida de los animales. Una iniciativa a la cual me sumo.
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