La verdad dicha sin miramientos suele ser cruda, sin mucha gracia y algunas veces hasta dolorosa. Por eso es que en algunas ocasiones solemos adornar las palabras, para darles un sentido poético o solo para que no duelan tanto.
¿Qué sería del poeta sin la metáfora? Nada, esa es la respuesta y es que aunque no sea la única figura literaria, sí es la más importante. No es posible imaginarse al mundo de la literatura sin este pequeño juego de palabras que envuelve en un ambiente de fantasía al lector.
¿Qué sería de la música sin la metáfora? Algo aburrido y lineal; y es que aunque existen canciones que son completamente instrumentales, las canciones con lírica no serían las mismas, serían crudas, e irónicamente, no tendrían sentido.
Pero no sólo en el arte se utiliza la metáfora, se ha convertido en parte de la vida cotidiana. Muchas veces echamos mano de ella cuando queremos suavizar una noticia o cuando queremos decir algo lo suficientemente lindo a alguien que queremos, sin importar que sea algo romántico, simplemente para hacerle sentir a alguien que nos importa.
De manera inconsciente nosotros mismos nos hemos convertido en una metáfora en la vida de alguien, ya no somos solo cuerpos, no somos solo anatomía, nos convertimos en seres incorpóreos, seres que oscilamos de diversas formas en la imaginación de otras personas. Etéreos, sin forma y sin consistencia, pero con esencia.
El mundo se ha hecho más amables desde que nos podemos ver con ojos que maquillan la realidad y la embellecen, ojos que se conectan con las palabras y que dan como resultado un escape de la realidad.
¿Qué sería de nosotros mismos sin la metáfora? Posiblemente seriamos los mismos, pero con diferentes perspectivas, con diferentes enfoques del mundo. Estaríamos condenados a ser menos sensibles, más cuadrados. Seríamos seres menos moldeables.
Es verdad que el arte ha perdido mucha importancia desde hace algunas décadas, que ahora la prioridad son las tecnologías, pero lo que nos debería quedar claro es que sin las expresiones artísticas, por insignificantes que parezcan, el ser humano pierde precisamente la humanidad, sin arte nos cosificaríamos. Por eso es importante tomarnos un segundo y preguntarnos a nosotros mismos: ¿Qué sería de mí sin las metáforas?
¿Qué sería del poeta sin la metáfora? Nada, esa es la respuesta y es que aunque no sea la única figura literaria, sí es la más importante. No es posible imaginarse al mundo de la literatura sin este pequeño juego de palabras que envuelve en un ambiente de fantasía al lector.
¿Qué sería de la música sin la metáfora? Algo aburrido y lineal; y es que aunque existen canciones que son completamente instrumentales, las canciones con lírica no serían las mismas, serían crudas, e irónicamente, no tendrían sentido.
Pero no sólo en el arte se utiliza la metáfora, se ha convertido en parte de la vida cotidiana. Muchas veces echamos mano de ella cuando queremos suavizar una noticia o cuando queremos decir algo lo suficientemente lindo a alguien que queremos, sin importar que sea algo romántico, simplemente para hacerle sentir a alguien que nos importa.
De manera inconsciente nosotros mismos nos hemos convertido en una metáfora en la vida de alguien, ya no somos solo cuerpos, no somos solo anatomía, nos convertimos en seres incorpóreos, seres que oscilamos de diversas formas en la imaginación de otras personas. Etéreos, sin forma y sin consistencia, pero con esencia.
El mundo se ha hecho más amables desde que nos podemos ver con ojos que maquillan la realidad y la embellecen, ojos que se conectan con las palabras y que dan como resultado un escape de la realidad.
¿Qué sería de nosotros mismos sin la metáfora? Posiblemente seriamos los mismos, pero con diferentes perspectivas, con diferentes enfoques del mundo. Estaríamos condenados a ser menos sensibles, más cuadrados. Seríamos seres menos moldeables.
Es verdad que el arte ha perdido mucha importancia desde hace algunas décadas, que ahora la prioridad son las tecnologías, pero lo que nos debería quedar claro es que sin las expresiones artísticas, por insignificantes que parezcan, el ser humano pierde precisamente la humanidad, sin arte nos cosificaríamos. Por eso es importante tomarnos un segundo y preguntarnos a nosotros mismos: ¿Qué sería de mí sin las metáforas?
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